Juan Cerviño falleció el pasado 11 de agosto, tenía 53 años y hacía tres años le habían diagnosticado un tipo de cáncer muy raro —carcinomatosis peritoneal, una metástasis de un cáncer primario que nunca encontraron—. En su momento el diagnóstico fue categórico: solo tres meses de vida pues su enfermedad estaba muy avanzada.
La vida de Juan y su familia (su esposa y sus dos hijas) cambió radicalmente. Los cuatro hicieron todo lo posible para contrarrestar al cáncer: él soportaba el tratamiento y ellas se informaron y se contactaron con médicos de Estados Unidos, Argentina, Brasil, China… no dormían pues se dedicaban a buscar datos pues querían llevar a Juan a cualquier lugar del mundo donde se pudiese curar. Esa búsqueda vinculó a Verónica (una de las hijas de Juan) con Laura Martínez Feller y Laura le brindó el espíritu de la Fundación Livestrong. Verónica conoció la historia de Lance Amstrong y se transformó en un miembro activo de Uruguay por Livestrong, por eso Osmar y yo tuvimos el gusto de conocer a Vero y disfrutar de su risa y de sus lindos ojos verdes.
Esa risa y esos ojos Vero los heredó de Juan; quienes lo conocieron dicen que era un canto a la vida y su hija en un emotivo relato (en http://www.uruguayporlivestrong.com/juan.html) expresa que era ese tipo de persona con la que todo el mundo quiere compartir la vida, ese amigo con el que se puede pasar horas y horas a las risas, ese esposo que se preocupa por hacer feliz a su amada, ese yerno que se desvive por sus suegros, ese papá que cualquier hijo quisiera tener…
Mucha fuerza de voluntad, quimio y tratamientos alternativos permitieron a Juan vivir tres años en lugar de tres meses. Vero nos comentó que fueron los mejores tres años que un enfermo de cáncer pudo tener ya que su sobrevida fue excelente y sin complicaciones. Juan hacía deportes, trabajaba y disfrutaba.
El 26 de agosto Juan cumpliría años, esta carrera se realizó una semana después de su fallecimiento y una semana antes de su cumpleaños. Parece que el destino nos la regaló para homenajearlo.
La semana venía gris y reinaba el mal tiempo con lluvias y mucha humedad. En varias ocasiones debimos cambiar el entrenamiento pero en mente teníamos a Juan y a su familia. Cuando decidimos correr en su nombre y contactamos a Vero nos sentimos muy honrados pues el 19 de agosto sería muy especial ya que Osmar correría la Transmontaña en Tucumán (junto a un gran amigo, Sebastián Giuria) y yo la Half de Montevideo —21 k—.
El jueves comenzamos el “agite Livestrong”, el viernes Osmar y Sebastián se fueron a Argentina y el gran día estaba cada vez más cerca. El domingo amaneció resplandeciente, con cielo azul y sol de color Livestrong. Dos amigas (Luana Cuadro y Mariana O’Neill) pasaron a buscarme y llegamos a la zona de la largada, retiramos los chips y nos fuimos al arco. En el camino encontré a Pipe Rego que siempre corre por su abuelo y después vi a Alejandra Pizani que corría en nombre de Florencia Machado (otra referente de Uruguay por Livestrong).
Caminamos un poco, disfrutamos del ambiente, busqué al pacer de 01:50 y esperé el momento que más me emociona: la largada.
Salimos y el pacer —Nacho— se me disparó, tuve que “meter pata” para alcanzarlo y comenzamos el recorrido (después me enteré que los pacers se amontonan en la salida pues deben cumplir con los tiempos netos y por eso al principio se complica llegar a ellos). La rambla estaba muy disfrutable y había poco viento, la temperatura era ideal y seguíamos corriendo a buena velocidad. En algún momento, no me acuerdo cuándo ni dónde porque mi memoria de carrera es muy débil, me encontré con Diego Segredo que también corría en honor a Juan. Fue muy grato ese momento y una energía especial me dio las fuerzas que necesitaba para continuar al ritmo de 05:12 el k. Sé que a Diego le pasó lo mismo, lo vi en su rostro, en una sonrisa luminosa.
Hasta el kilómetro 17 pude seguir al pacer pero después fue imposible, su cadencia era demasiado rápida para mí y el tiempo de carrera se hacía sentir. Seguí sola y en la rambla encontré el apoyo necesario con aplausos y gritos del público; había mucha gente y el entusiasmo de los espectadores se funde con la adrenalina de los corredores. Traté de continuar con constancia y determinación, no aflojé y al llegar al kilómetro 20 dejé alma, corazón y piernas para hacer ese último kilómetro como Juan merecía.
A la meta llegué cuando el cronómetro oficial marcaba 01:50:20 y sentí que el homenaje se coronaba con un regalo especial ya que mi mejor tiempo de 21 k había sido 01:53. En los registros oficiales de Kronos mi tiempo neto es de 01:49:20. Contudente. Es que el domingo 19 de agosto corrí con Juan Cerviño en el alma y él era, además de todo lo mencionado, un gran deportista.
La odisea de Osmar: la Transmontaña. Esta carrera es conocida como una de las más duras de la región; Pocos uruguayos han tenido la oportunidad de participar debido a la gran exigencia física que demanda y a la distancia que nos separa con San Miguel de Tucumán. A principios de año, en un arrebato de “locura”, Sebastián Giuria y Osmar decidieron participar juntos de esta odisea (es una carrera en pareja). Se inscribieron y entrenaron a pesar del trabajo, de las gripes y de estados del tiempo muy cambiantes que dificultar rodar en bici.
El 17 de agosto partieron rumbo a Tucumán con muchas ganas y una “ansiedad galopante”. El viaje pasó sin grandes inconvenientes y solo tuvieron un retraso en Buenos Aires con la conexión a Tucumán. Llegaron a San Miguel de Tucumán a la tarde y el calor los invadió gratamente (en invierno hay 25º) aunque soportaron algo de humedad. Ese día se acreditaron y la ansiedad aumentaba minuto a minuto…
El sábado 18 hicieron el descenso técnico —conocido como Calle 15—: una bajada entre árboles que hace que el ciclista se inunde de adrenalina. La disfrutaron al máximo y, para tranquilidad de todos, sin grandes percances.
El domingo 19 llegó y les regaló una jornada soleada y de agradable temperatura. En la largada se encontraron con una multitud, una verdadera fiesta. Al subir a la rampa sus corazones marcaban la llegada del gran momento y minutos después volaban en la selva tucumana arriba de sus amadas bicicletas.
Fue una carrera muy dura, con bajadas muy técnicas, subidas casi imposibles, cruces de ríos, barro y polvo. Dice Osmar que en varias ocasiones las ramas de los árboles acariciaban el cartel “en honor a” que portaba en su espalda… recordaba así por quién corría y Juan le daba las fuerzas para seguir.
Completaron el recorrido de 49 k en 4 horas y 46 minutos, muy cansados, luchando contra los calambres y con una sonrisa indescriptible en sus rostros. El objetivo se había logrado y Osmar lo hizo para honrar a Juan y su lucha.
GRACIAS MIL GRACIAS POR JUAN lo que lo conocimos lo amamos y sabemos que ese angel con esa hermosa sonrisa desde el cielo los ayudo a llegar a la meta.
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