Acotaciones sobre otras consideraciones

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Una periodista mexicana que vivió seis meses en Montevideo publicó en su blog algunas apreciaciones sobre la ciudad y su gente. El artículo, además, fue difundido en En Perspectiva. Desde que lo leí —hace unas semanas— pienso en las conclusiones que esboza desde su mirada de extranjera y, a modo de respuesta, dejo consignadas algunas cuestiones que percibo como habitante de la ciudad.

Andrea Arzaba, así se llama la periodista y bloguera, comienza diciendo “no tenía expectativa alguna al venir al paisito sureño, y sin embargo debo confesar que me sorprendió mucho”. Desde el inicio la autora plantea un cuestión que, a mi modo de ver, es muy importante: “Uruguay como paisito”. Así lo definen muchos uruguayos, aunque mi opinión es totalmente diferente. Uruguay es un país chico, pero no es un “paisito”. ¿Son Suiza y Finlandia “paisitos”? El diminutivo lo empequeñece y, además, genera el marco ideal para fortalecer el bagaje de excusas propicias al “dejarse estar”, “quedarse en la cómoda”, “hacer las cosas a la que te criaste” propias del “paisito” que no dará el salto, que nunca será grande porque está destinado a ser pequeño: un “paisito”.

Como periodista y estudiante de maestría, Andrea A. plantea aspectos que dicen le parecieron curiosos en relación con la cultura y la gente del Uruguay. Me detendré en algunos de ellos, en los que me causaron más escozor.

“1. Creen que Montevideo es una ciudad muy peligrosa. (…) En realidad, viniendo de ciudades más grandes como la Ciudad de México, Montevideo me parece una de las capitales más tranquilas del mundo”. Los montevideanos, en general, no percibimos a la ciudad como si fuera tranquila, tampoco es amigable. Si se compara con Ciudad de México (no la conozco), seguramente sea mejor; el tema es la vara con la que se compara. Quisiera compararla con otras capitales y me atrevo a decir que la conclusión será diferente. ¿Podríamos usar como parámetro Santiago de Chile, Washington, Madrid, París, por ejemplo? ¿Cómo nos iría en ese ejercicio? Mi vara está puesta en esas ciudades, no en Buenos Aires o Ciudad de México, pues como ciudadana comprometida aspiro a que mi ciudad sea como las más cómodas, amigables, bellas.

“3. El arte callejero es asombroso. Da vida a la ciudad, especialmente los murales que se encuentran en Barrio Sur, Palermo, Parque Rodó y el Centro. También es fácil encontrarse círculos de percusionistas en distintos barrios de la ciudad. El candombe trae calor hasta en los días más nublados”. ¿El arte callejero es asombroso? Yo diría que esos murales pasan casi desapercibidos en una ciudad desprolija, gris, muy sucia y llena de grafitis que distan mucho de lo “artístico”.

En un principio consideré mencionar que el candombe se luce casi exclusivamente en la noche de las “Llamadas” cuando despliega todo su esplendor, pero varias personas que conocen más del tema me comentaron que en ciertos barrios los ensayos de las comparsas son de gran nivel, dan cohesión al barrio, y desde los adultos se crea un verdadero proceso de identidad cultural que permea en los más jóvenes.

Por otra parte, es cierto que el candombe aporta calor. Su ritmo profundo cala hondo y junto con las palmas representan, en el imaginario colectivo, la firme presencia ante la represión.
“5. La relación del uruguayo con Argentina. Me recuerda a una relación de dos hermanos que se quieren pero se pelean. Los uruguayos critican a Argentina por el fútbol, porque los turistas llenan sus playas, y sin embargo se sienten orgullosos del arte y la cultura del país vecino. Cuando un uruguayo quiere validar algún argumento siempre menciona algo relacionado con Buenos Aires”. Es verdad, la relación de uruguayos y argentinos es como la de hermanos, y los nacidos al oriente del Río Uruguay consideramos que los del otro lado nos tratan como si fueran nuestros hermanos mayores. Y la relación es ambivalente, casi de “amores y odios”, como la de hermanos. Pero no concuerdo con la afirmación “cuando un uruguayo quiere validar algún argumento siempre menciona algo relacionado con Buenos Aires”, ya que muchos de nosotros somos críticos con ciertas costumbres y manifestaciones simbólicas de los argentinos. Seguramente en el ámbito en el que se movió la periodista fue así, pero no es generalizable.

“6. Los conductores del ómnibus parecen seres todoperosos. Muchos de ellos conducen, abren las puertas, cobran y dan cambio a los pasajeros. (…) El transporte en la ciudad me pareció bueno y nunca tuve que esperar demasiado a que pasara un ómnibus”. El transporte en Montevideo es uno de los mayores problemas de la ciudad: es lento (¡paquidérmico!), pesado y muy malo. El servicio es de baja calidad, los ómnibus están sucios y muchas veces la gente viaja atiborrada; además quienes los conducen maltratan a los pasajeros mayormente. El taxi no es mucho mejor tampoco y la relación entre pasajero y conductor parece estar signada porque los segundos hacen un favor a los primeros aunque estos paguen. ¿Muy raro, no?

Por otra parte, los conductores de ómnibus y de taxis suelen considerarse “todopoderosos”, se comportan, en su mayoría, como si fueran los dueños de la calle. Y lo digo con la propiedad que me brinda la experiencia: soy ciclista en Montevideo y uso la bicicleta para ir a trabajar y también para hacer deporte.

“8. Malas palabras. Si uno quiere conocer todas las malas palabras del español de Uruguay, una buena idea es mirar un partido de fútbol en un bar o con una familia uruguaya”. Cuando leí el artículo por primera vez al llegar a este ítem el rigor profesional de la escritora se desmoronó por completo. ¿Qué periodista considera que las palabras son malas o buenas? Esa distinción es antiquísima y suele ruborizar a los lingüistas y a quienes procuramos expresarse correctamente. Las palabras no son buenas o malas, son adecuadas, inadecuadas o malsonantes en determinados contextos. ¿Es necesario introducir el trillado ejemplo de “cola” y “culo” y sus diferentes connotaciones según los márgenes del Atlántico?

Por otra parte, no miro fútbol así que no puedo asegurar que el repertorio de palabras malsonantes (aquellas que además son inadecuadas para un ámbito escolar, por ejemplo) se despliegue en quienes miran un partido en un bar o en el seno de una familia uruguaya.

Para finalizar, la periodista esboza algunas ligeras conclusiones en relación con el alcance del sistema de salud, la educación, el reparto equitativo de la riqueza, la educación y amabilidad de los uruguayos. Finaliza mencionando que “estos y muchos aspectos hacen de este país una nación excepcional. Uruguay es un país maravilloso, pero sus habitantes no lo saben. A mí me gustaría que lo supieran”.

Soy una uruguaya que a diario ejerce su ciudadanía con responsabilidad y creo que la periodista mexicana concluye con ligereza y liviandad. En mis crónicas de viaje suelo hacerlo también, pero el problema aquí es el lugar que le confiere la responsabilidad profesional como periodista. Más allá de esas cuestiones, Uruguay es un país en el que muchos vivimos bien pero que está muy lejos de ser maravilloso. Según el DRAE (Diccionario de la Real Academia Española) «maravilloso» significa extraordinario, excelente, admirable. ¿Algún país puede ostentar estas características? Disculpen la franqueza y el nivel de rigidez, creo que solo en la ficción existen países así.

2 comentarios en “Acotaciones sobre otras consideraciones

  1. Sí son retratos peiodísticos realizados por extranjeros y dirigidos a extranjeros, trataran sobre todo de captar la atención del lector y no tanto de ser imparciales. Son como flor de un día y mañana será otra cuestión distinta la que determine la importancia de la página. Un abrazo.

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