De niños, en la escuela, seguramente todos hicimos algún que otro origami: el molinete, el barco o el avión. La técnica —también conocida como papiroflexia— es milenaria, de origen oriental y consiste en plegar papel para formar figuras sin cortes ni pegamentos. La base inicial es la de un cuadrado o rectángulo, y el resultado es sorprendente: desde figuras sencillas hasta modelos muy complejos.
Gabriela Retamosa (37, licenciada y posgrado en márketing y responsable de Macachines – Arte en papel) dice que el origami llegó a su vida casualmente; pero le gusta pensar que en otra vida debe de haber nacido en China porque, además de armar figuras a través de plegar el papel, hizo yoga y tai chi. Así explica su afición y, en particular, hace hincapié en lo sorprendente de la técnica, pues a partir de un simple papel se pueden lograr fantásticas figuras: una grulla, un elefante, una mariposa, una letra o una flor.
Esta es la historia de un interés que nació para llenar un posible vacío —cuando Gabriela se mudó sola— y se volvió un emprendimiento que cuenta con tres colaboradoras más, una línea de productos bien definida, impactos en escenarios y grandes superficies, y muchos planes a futuro. Macachines es un ejemplo de cómo un hobbie puede transformarse en un proyecto con perspectivas de crecimiento, un ejemplo de cómo aprender a resolver las más diversas cuestiones y sobreponerse a las dificultades para lograr lo que se quiere.
Frente a su mesa de trabajo, entre papeles de colores, entre vicisitudes y dificultades, proyectos y perspectivas, Gabriela relató las experiencias que dan identidad a Macachines – Arte en papel. Y, en especial, como responsable de Macachines, se atrevió a poner en palabras sus sueños. Como otros emprendedores, Gabriela se sobrepone al “me gusta/no me gusta” y hace de todo, aprende y lo intenta, y vuelve a empezar para “buscarle la vuelta, siempre”.
¿Cómo comenzó tu vínculo con el origami?
Todo surgió por mi hermano, que en un viaje a Europa trajo un libro de origami. Fue hace un montón de años, [tanto que] no recuerdo ni qué edad tenía yo. Él hizo algo de origami y yo también, pero no mucho. Y pasó la vida. A los 30 me mudé sola y me busqué un hobbie para no aburrirme. Le pedí el libro y comencé a plegar papel; hice un móvil para regalarle a mi sobrina que recién había nacido y le mostré los origamis a mis amigos. Comencé a regalarlos; la consigna era: “A vos te lo regalo, pero si querés regalárselo a alguien, te lo cobro”, [porque] esa fue la forma que encontré para promocionarme.
¿Y te empezó a entusiasmar cada vez más?
Sí, veía que todo quedaba lindo. Comencé a comprar otros libros y a seguir tutoriales en YouTube. Machachines me acompaña todo el tiempo, siempre estoy pensando qué hacer y cómo hacerlo. Un día estaba en el Puertito del Buceo, en la tienda que venden frutas y verduras exóticas, y vi un móvil hindú con el clásico elefante. Lo miré y pensé: “Yo puedo hacerlo, pero en papel”. Lo intenté; no encontré las campanitas, pero le adicioné una borla y así salió ese producto.
¿Sos autodidacta o tenés alguna formación específica?
Totalmente autodidacta y no solo en los origami, sino en el mundo de la artesanía. Resuelvo todas las cuestiones vinculadas a los “macachines”, pero nunca me formé.
Cuando vas a un bar, ¿doblás las servilletas para hacer origamis?
No exactamente, pero al principio, hacía grullas con los boletos de ómnibus y las dejaba en las ventanas para ofrecerlas de regalo. Y cuando tengo pedidos grandes, hago origamis hasta cuando voy en el ómnibus a trabajar, porque no tengo mucho tiempo. Mi trabajo full time en IBM —con emprendedores tecnológicos— me demanda muchas horas.
¿En qué momento surgió Macachines como emprendimiento de origamis?
Los móviles gustaban y la forma de hacerme conocida era a través de Facebook. Así que armé la fan page en junio de 2013 porque no tenía sentido, en aquel momento, hacer una página web. Empecé sin pagar nada, a puro pulmón y pidiendo a los amigos que me recomendaran. También tuve que aprender todo lo relacionado con Facebook: cómo publicar, a qué hora, qué promocionar, las fotos.
Nunca tuve dudas con respecto al nombre, porque siempre me llamó la atención la sonoridad de la palabra “macachines”. Si bien la palabra refiere a una flor silvestre que nace en el campo, lo elegí por la conocida canción de Los Olimareños que me recuerda mi infancia y los viajes que hacíamos en el auto [de la familia]. Es un recuerdo lleno de cariño que trato de transmitir en las piezas que hago.
¿Cuál fue tu primer encargo?
Fue en otoño de 2013 través de Mercado Libre y me pidieron un móvil con grullas y cuentas en tonos beige y lila, para el dormitorio de una nena. Me salió carísimo y hasta lo llevé a la casa [del cliente]. Perdí dinero, pero el objetivo [no era ganar, sino] validar la idea.
El primer trabajo grande fue para el Ministerio de Turismo. Me pidieron grullas enormes en tonos de otoño. Las hice con hojas de revista y fue tremendo laburo. Primero seleccioné los colores, pegué las hojas, armé y corté cuadrados y finalmente armé las grullas. Tenía pensado cómo colgarlas, pero finalmente lo tuve que resolver en el lugar. Mi prima y una amiga me ayudaron. Estuvimos hasta medianoche poniendo tanzas, hilvanando y colgando las grullas de lingas. Estuvo desde marzo a diciembre de 2015.
Y en la primavera de 2016, también a través de Mercado Libre, la agencia que hace la decoración de Montevideo Shopping me contactó para hacer gaviotas.
¿Cuáles son los productos que definen a Machachines – Arte en papel?
Móviles (con 24 y 16 origamis), colgantes simples, colgantes tipo hindú y móviles para el auto. La base es el origami y, para diferenciarme, busqué la funcionalidad en la decoración. Por eso los productos de Macachines son algo más que un origami, ya son “macachines”, son arte en papel.
Incluso ahora estamos haciendo kirigami que es arte en papel recortado. También viene de Oriente y ofrece muchas posibilidades; por ejemplo, en este momento estamos haciendo margaritas, con esa técnica, para los centros de mesa de un cumpleaños.
Macachines crece con el cliente, con los pedidos que me hacen. He tenido que ver cómo hacer las estructuras de los móviles en madera y también en alambre forrado con lana. Incluso me pidieron que un móvil tuviese el nombre y [así aprendí] a hacer el alfabeto en origami.
También he decorado escenarios que es algo que me gusta mucho. Hago los escenarios de Gus Oviedo, un compañero que es músico. E hice la ambientación de dos casamientos, uno en Chile y otro en Tarariras.
¿Investigás permanentemente?
Sí y eso me estimula muchísimo. Como te decía, los desafíos vienen de los clientes y de la búsqueda de un producto mejor. Los móviles para el auto los hacía con un elástico que se estiraba y no me gustaba cómo quedaban. Entonces busqué otras opciones y cambié el material. Hoy los hilvano con alambre y el ganchito en el que cuelgan también es más bonito y eficaz.
¿Cuáles han sido los pedidos más difíciles?
Las gaviotas para Montevideo Shopping fueron todo un tema. Estaba de viaje, en Florencia [Italia] cuando recibí el llamado. Así que en el hotel armé un prototipo con unos papeles que mi madre me había comprado en Alemania, le saqué una foto y la envié por WhatsApp al cliente (la agencia que se encarga de las decoraciones del shopping). En ese papel, de 15 x 15 cm, la gaviota funcionaba bien.
Después nos fuimos a Venecia y todo estaba lleno de gaviotas, las filmaba para ver la curvatura de las alas y cómo volaban. Solo miraba gaviotas. Llegué a Uruguay de mañana temprano y me fui a Lagomar a la casa de mis padres derecho a armar los origamis gigantes. A las 4 de la tarde tenía que entregar una muestra. Cuando hice la gaviota en grande, cortando y pegando papeles, las alas se caían, no quedaban curvas. La gaviota no volaba… tenía flacidez en los brazos, era horrible. Creí que el trabajo se pinchaba, sentía que podía “quemarme” con un trabajo así, pero lo intenté. Salí a buscar una papelería cerca y ¡justo conseguí una que se llama “Origami”, no lo podía creer! Compré cartulina, corté un cuadrado, doblé y la gaviota voló.
Hace un tiempo también me pidieron un colgante con unicornios que me dio muchísimo trabajo. Tuve que mirar varios tutoriales y finalmente lo saqué. Y, por mi trabajo, conozco a los chicos de Oincs, así que a Marcelo [Wilkorwsky] le hice un chanchito de regalo que también demandó su investigación.
Me cuelgan mucho los trabajos así, me incentivan a ir a más. Para resolverlos sigo en YouTube a especialistas, me gustan Leyla Torres y también Jo Nakashima; con él aprendí a hacer el unicornio y las letras del alfabeto.
¿Un solo taller y una sola persona para tanto trabajo?
Yo trabajo en mi casa que está invadida por Macachines. La mesa está siempre llena de papeles, cuentas, tijeras e hilos. Pero no es el único taller, ahora hay otros porque Macachines hoy cuenta con más artesanas. Si bien empecé sola en 2013, amigos y familiares se han sumado a ayudarme cuando tuve pedidos grandes, y luego llegó el momento de sumar colaboradores “oficialmente”. Primero fue Érika, una amiga, y ahora somos cuatro con la incorporación de Sara y Karin.
Cuando entró Érika, tuve que armar la estructura de precios y costos, tiempo de trabajo, fijar una lista de precios, definir cuestiones del armado y cobrar el envío que es tiempo perdido. Ese fue un momento muy importante en el proceso de crecimiento de Macachines.
¿Dónde conseguís el material para armar los productos?
Algunos aquí, pero mayormente en el exterior. Y como no soy la única que hace origami en Uruguay, busqué diferenciarme en el papel que es muy importante. Invierto mucho en la materia prima, compro por internet y mis amigos y conocidos me traen papeles —en lugar de chocolates— cuando viajan. Y si me voy yo, la prioridad son las papelerías. ¡Tener papeles es mi vicio!
¿Tenés stock o trabajás por encargo?
Solo por pedidos. Los macachines son muy personales y requieren de una creación en conjunto; quien los solicita, pide la estética, [define o sugiere] los colores y las figuras. Y vamos trabajando en contacto directo porque el gusto del cliente es muy importante. Los papeles siempre están a la espera de un cliente, por así decirlo. Duermen hasta que despiertan a través de un pliego. El feedback con el cliente es vital; incluso, al terminarlo y entregarlo, si no está satisfecho, me devuelve el producto y yo le reintegro el dinero. El objetivo no es obligarlo a quedarse con algo que no le guste, sino disfrutar y valorar el “macachín”.
¿Cuáles son las dificultades con las que te has encontrado como origamista-artesana-”macachinera”?
¡Es verdad, creo que ya soy una “macachinera”! Además de los papeles, problema que está medianamente solucionado, [es difícil] conseguir cuentas y todos los elementos que adicionan a un “macachín”. El mercado uruguayo es muy limitado en esos productos; en Argentina y Brasil cambia la cosa, pero aquí hay muy poco.
También está el tema de la regulación de la empresa y los costos fijos que eso implica. ¡Todo es muy caro! Y el tiempo, porque trabajo muchas horas y no tengo horas libres para dedicarme a Macachines. También sé que no podría vivir de esto porque físicamente es muy demandante. Para participar de una feria en el Colegio Alemán trabajé muchísimo y me contracturé; después de esa feria estuve una semana tomando medicamentos. Por todo eso, el modelo de negocios será tener otros artesanos trabajando para la marca.
¿Cómo ves el futuro de Macachines?
Macachines ha crecido significativamente. En 2016 se duplicó la cantidad de ventas y de clientes en relación con el año anterior, y eso está muy bueno. Ahora quiero crecer más, ¡mucho más! Estoy a punto de lanzar la página web para acompañar la venta a través de Facebook y de Mercado Libre.
A través de IBM, conocí a Gabriel Colla (Infocorp). A él le gustó el proyecto y, además de pedir sus regalos para fin del año pasado, me ha incentivado y hoy es mi mentor. Él me está ayudando a ver Macachines desde otro lugar y no solo como un hobbie. La idea, a través de la mentoría de Gabriel, es tener artesanos en diversas partes del mundo haciendo “macachines”. Porque no hacemos origami, sino algo más: son “macachines” funcionales para decorar.
El próximo paso es validar Macachines en otro territorio que no sea Uruguay y que esté bastante lejos. Comenzaré con una fan page en inglés y procuraré vender en Estados Unidos, fundamentalmente.
También quiero explorar escenografías, vidrieras y museos porque son desafíos muy interesantes y un mundo para crecer. Sueño con hacer una intervención en el Teatro Solís, ¡me emociono de solo pensarlo!
Muy interesante la entrevista. Casualmente, el viernes estuve conversando con un maestro nuevo en la escuela con respecto a estos plegados. Tiene planeado intentar con sus alumnos algunos de ellos. Voy a compartir con él esta interesante historia. Gracias Gaby por tu presencia a través de la misma. Ale.
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Hola Alejandra! Un gusto y Gracias por tu comentarios. En lo que podamos aportar desde Macachines estamos a las órdenes. Saludos!
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Gracias por compartir esta interesante entrevista.
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Muy buena la entrevista! Te deseo muchos èxitos en tu expansiòn!!!
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Muchas gracias Clara!
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Qué genial Gabriela! !!! Por más éxitos !!! Saludos desde Mercedes! !!
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María!! muchas gracais,!! Jajaja Que lindo que la hayas leído. Beso grande. Gaby
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Muy interesante!! Precioso trabajo.
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