Según parece, en Uruguay la actividad coral es intensa. Hay coros nacidos en instituciones educativas, asociaciones profesionales, organizaciones sociales, culturales y en clubes sociales y deportivos. Hay coros para niños, adolescentes y para la tercera edad, femeninos masculinos y mixtos, los hay gratuitos y otros en los que hay que pagar. Algunos reúnen a personas que simplemente quieren cantar y para participar de otros, sin embargo, hay que “tener voz”.
Hay grupos vocales para todos los gustos y para elegir el indicado solo hay que indagar las características del coro en función de los intereses y necesidades del coreuta. En esa oferta tan amplia, de organizaciones de todo tipo, hay uno con cierta particularidad: Zafiro Vocal. Este grupo nació en un gimnasio, no se trata de un club social y deportivo de esos que se visualizan de lejos por su infraestructura, sino de un gimnasio de barrio.
“Mi vida era muy estructurada, estudié secretariado y trabajé como secretaria durante quince años”, dice Roxana López Buongiorno (45 años, directora). “Un buen día decidí cambiar todo: ese mismo año me divorcié, dejé el trabajo y puse el gimnasio, que siempre había sido un sueño”. Así, en 2007, nació Zafiro Centro de Bienestar (Francisco Solano López esq. Dalmiro Costa, Buceo) que es más que un gimnasio, es un lugar “que ofrece bienestar” según las últimas tendencias en gimnasia y en el que hay clases hombres y mujeres, desde niños a adultos. La propuesta de Zafiro incluye fitness en general: pilates, zumba, body pump, power jump, entrenamiento funcional y clases tradicionales (glúteos, abdominales y piernas, y aerolocal) y sala de aparatos (aeróbicos y fierros clásicos). “Tenemos de todo [e incluso hemos llevado adelante] recuperaciones de operaciones, por ejemplo. Y ahora se agregó el coro porque amo el ejercicio en toda su dimensión: el ejercicio físico en el gimnasio y el musical en el coro”.
El grupo vocal surgió porque Roxana dice que toda su vida ha estado signada por la música
El grupo vocal surgió porque Roxana dice que toda su vida ha estado signada por la música y aclara, enfáticamente, que en el gimnasio se trabaja con música. “Está todo conectado, en el fitness hay música, por ejemplo. El profe de fitness dedica toda la primera clase (…) al tiempo musical, al ritmo, a la cadencia, a la interpretación musical. [En cada clase hay] veinte almas que vienen a descargar, vienen para que las trates bien, para encontrar la alegría de vivir y nosotros, los profesores, hacemos teatro, hacemos actuación. [A través de] la música y del movimiento transmitimos emoción, alegría, fuerza”.
La idea del coro, concretamente, nació a partir de un hecho casual. “Hace un año y medio, en una salida nocturna conocí a Wilmer Márquez (38 años), profesor de Música, quien actualmente es el director del coro. [En aquel momento] yo pensaba tomar clases de canto, era un desafío personal que estaba dormido en mi interior. Cuando comenzamos a conversar y supe que Wilmer era profesor de Música le pregunté si podía darme clases. Él no estaba dando clases particulares en ese momento, pero se animó”. Wilmer afirma que accedió porque se trataba de una mujer decidida, que quería cantar y que, como desafío, se planteó “comenzar a formar su voz, al igual que Roxana forma cuerpos en las clases que da en el gimnasio”.
“A la semana [de aquel encuentro], estaba tomando clases de canto con Wilmer los lunes durante dos horas. Al mes sentía ganas de algo más y le propuse crear un coro”, dice Roxana. Wilmer le respondió que no y Roxana insistió. Hoy el director del coro agrega que la iniciativa no le cerraba porque “mi proyecto coral es Vibra, un grupo que llevo adelante en el liceo público en el que trabajo, y sinceramente no veía posible trasladar ese trabajo a la propuesta de Roxana».
Con un cartel en la recepción del gimnasio y su entusiasmo, un sábado de setiembre de 2015 comenzaron los ensayos. Eran todas mujeres con ganas de cantar, nada más
Roxana buscaba, en realidad, ampliar la dinámica de integración cultural de Zafiro Centro de Bienestar y el coro era una buena estrategia. Finalmente, eso convenció a Wilmer. Entonces, el profesor y futuro director de Zafiro Vocal, exigió diez voces, al menos. Y Roxana consiguió catorce en menos de una semana. Con un cartel en la recepción del gimnasio y su entusiasmo, un sábado de setiembre de 2015 comenzaron los ensayos. Eran todas mujeres con ganas de cantar, nada más.
A partir de ese momento, ensayan todos los sábados de 16 a 19 h en el gimnasio. “Yo lo tomé con rigurosidad artística porque así me gusta hacerlo”, explica Wilmer. “En el primer ensayo [indagué acerca] de los intereses y encontré que no había inquietudes ni experiencias artísticas, sino un interés colectivo en formar parte de un espacio para sentirse bien”. Roxana cuenta que en ese testeo algunas respuestas fueron inquietantes. Una chica dijo que buscaba “un espacio para ser feliz”; esa aseveración fue una de las tantas muestras de que el proyecto del coro se transformaría en una instancia para vibrar con la música en el marco de un centro en el que se manifiesta el cuerpo.
Las canciones y los arreglos musicales son, como dice Roxana, “obra de Wilmer”. “Tenemos un año y tres meses de vida, así que el repertorio es acotado” (1). Wilmer elige el repertorio en función de sus gustos, aclara que “tienen que ser temas que me partan la cabeza, esas canciones con las que deliro desde la idea”. Para Roxana, cada canción tiene un contenido emocional, tanto es así que la primera vez que cantaron De nada sirve (No Te Va Gustar) todas lloraron porque el tema hacía “referencia a la historia de vida de una de las participantes”.
El repertorio de Zafiro Vocal incluye “canciones para vibrar desde adentro”
El repertorio de Zafiro Vocal incluye “canciones para vibrar desde adentro”, como dice Roxana. “Cantamos De nada sirve de No Te Va gustar; Duende del Sur de Chambao; Spaguetti del rock de Divididos; Sud Africa Canción de Ruben Rada; Por las ruas, por las calles y El Círculo de Kevin Johansen; Para la vieja Isla de Flores de Alberto Wolf; Esa noche y La Soledad de Café Tacuba y Sirinoque de Abuelos de la Nada”.
En diciembre de 2015, con tres meses de vida y mucho arrojo, Zafiro Vocal cantó en público por primera vez invitado por el Coro Brisas. Con muchos nervios y altas expectativas, salieron al ruedo y mostraron su trabajo. No pensaban hacerlo inicialmente, porque el coro pretendía solo ejercitar sus voces y alimentar el alma, pero la invitación las tentó. La energía generada fue vital para animarse a más y en 2016 tuvieron una vida muy pública con una agenda de presentaciones muy poblada desde octubre a diciembre. “Comenzamos a ser parte de una dinámica de conciertos, invitaciones, comenzaron a abrirse puertas. El coro está sonando bien, pero lo que más valoro es el grupo humano. Nos conectamos y se genera una energía intensa que nos retroalimenta”, dice Roxana.
Para finalizar 2016, el grupo se animó a organizar el primer encuentro en su casa, en el gimnasio. La actividad se realizó el sábado 17 de diciembre. “Trabajamos arduamente para el primer encuentro; nos dio muchísimo trabajo porque teníamos que afrontar todos los costos. Hicimos rifas y una margarita como las de las kermés para [recaudar dinero] y también un remate al final de la actuación. Tuvimos que transformar el gimnasio en un teatro y lo logramos, para el festival de coro creamos el Teatro Zafiro con tarimas para recibir a 30 personas arriba del escenario. Además alquilamos sillas y el audio que es realmente importante [e incluso] hicimos hasta los regalos para los coreutas y los directores”.
Ese sábado se generó “algo realmente hermoso con un equipo comprometido y un profesor muy profesional que nos exige mucho, pero que hace relucir nuestro trabajo”, agrega Roxana. Al respecto, Wilmer aclara que está orgulloso del grupo pues ha podido “entrenar las voces que se han pulido superlativamente. El coro ensaya fuerte, la dinámica de ensayo es de alto rendimiento, pero también se prioriza el buen clima y el trabajo artístico con alegría, y eso da buenos resultados”.
“Comenzamos con miedo y perfil bajo, ahora mantenemos ese perfil bajo, pero lo hacemos con la seguridad del amor por lo que hacemos»
En resumen, dice Roxana, “comenzamos con miedo y perfil bajo, ahora mantenemos ese perfil bajo, pero lo hacemos con la seguridad del amor por lo que hacemos y con la seguridad de que nos está saliendo bien. Nuestro trabajo es humilde, sencillo, pero muy carismático. Hemos buscado un estilo desestructurado en nuestros atuendos con una camisa de jean abierta al estilo rockero. Somos desestructuradas, pero muy rigurosas con los ensayos porque dejamos el cuerpo cada sábado y también en las presentaciones con público”. “El coro ha significado alegría, orgullo, gratificación y crecimiento personal. Me gustaría ampliar el gimnasio, explorar la veta cultural con otras propuestas que también hacen bien”, agrega la directora de Zafiro Centro de Bienestar. “Soy feliz viendo a la gente motivada. También con la unión que se ha generado en torno a la música. Se despiertan sonrisas y llantos, además de una conexión fraterna muy profunda”.
(1) Entrevista realizada en diciembre 2016