Para inaugurar la temporada de sopas

 

La temporada de sopa comienza con el otoño cuando las hojas de los árboles parecen fusionar sus colores y texturas en platos y tazones. Si bien los fanáticos la consumen todo el año, más allá la temperatura, se trata de una preparación que en estas latitudes se toma caliente (el gazpacho es una rareza) y cuando hace frío. Es una receta clásica de hogar, aunque los cocineros más renombrados la han elevado a un plato gourmet. Por eso se sirve hasta en distinguidos restaurantes, y está tan de moda, incluso, que en el mercado de electrodomésticos se venden “soperas eléctricas” con recetarios para sibaritas.

La sopa, según el Diccionario de la Real Academia, es un “plato compuesto de un caldo y uno o más ingredientes sólidos cocidos en él”. Entre los diversos tipos, se mencionan las de fideos, verduras y pescados.

El Manual de Cocina del Instituto Crandon (Ediciones B), referencia en la gastronomía uruguaya, dedica un capítulo al brebaje y explica que hay una gran variedad, “desde el bouillon que despierta el apetito con su aromático sabor, hasta las sopas espesas que se pueden servir como plato principal en una comida rápida”.

El libro —que como buen manual define las bases— explica que la sopa se toma en platos hondos o tazones, sugiere calentar los recipientes para que la preparación llegue con la temperatura justa a la mesa, puntualiza la cantidad que se acostumbra a servir y explicita la clasificación. A este respecto, dice que hay sopas livianas, medianas y espesas. Entre las primeras se encuentran los caldos, consomés y bouillons. Las de vegetales, las licuadas y las cremosas se ubican en el segundo tipo; mientras que entre las espesas están los minestronos, los chowders y las de leguminosas.

La sopa crema se prepara a partir de una salsa blanca muy liviana o de un licuado de vegetales y el bouillon es un caldo con cierta concentración que se elabora por cocción en agua de carne o huesos y con hierbas aromáticas. El minestrono (también conocido como minestrón o menestrón) es la especialidad de la cocina italiana, lleva verduras y puede tener pasta o arroz. El chowder es una sopa espesa en la que se dejan los alimentos en trozos relativamente grandes.

Las sopas son muy sencillas de preparar y se cocinan solas, aunque requieren algo de tiempo y un poquito de atención. Si las verduras son insípidas, la sal marina, la pimienta, el jengibre o el queso aportan dinamismo y le quitan el aire de “preparación de hospital”. Mi favorita contiene espinaca, zapallo o calabaza, zanahoria, puerro, nabo y un centímetro de jengibre. Cuando las verduras están listas, se licua y una pizca de curry le otorga la magia de Oriente.

En Montevideo, hay varios restaurantes donde probar ricas sopas (in situ o para llevar). La oferta para el mediodía es bastante amplia, aunque para la cena se acota un poco. En el mundo digital circulan varias recomendaciones para una “ruta sopera”: Caramelos de lima, Valentina Baccino Nutrición y Comer Mejor sugieren sus preferidos en función de diversos criterios (para vegetarianos o veganos, adecuación nutricional, etc).

Más allá de los aportes de estos especialistas en el rubro gastronómico y de nutrición, me atrevo con recomendaciones basadas en la experiencia de tomar mucha sopa. En esta lista de sopas montevideanas con vegetales (quedan por fuera el arroz y los fideos), los tazones son generosos con preparaciones caseras, espesas y hasta virtuosas. Para llevar, sugiero visitar Mercado Verde y Masala Haus, y para disfrutar en el propio restaurante, recomiendo Benicio Deli & Cofee House, Disfruta, Bar Lobo y Jacinto (estos dos últimos tienen servicio de cena).

Si la sopa te es ajena, animate en cualquiera de estos restaurantes; encontrarás sabor y hasta pasión en preparaciones bien elaboradas. Y si vas por más, preparala en tu casa. Hay cientos de recetas en libros clásicos, digitales y en modernas aplicaciones, y contá con tu intuición culinaria que, en definitiva, te guiará hacia el punto mágico en el que el sabor por lo simple se transforma en placer.

Un café para cada ocasión

 

La web está repleta de reseñas y calificaciones de cafés. Antes de entrar a uno, se pueden revisar los comentarios en la página de Facebook del lugar, también en TripAdvisor y en blogs especializados. En Uruguay, las chicas de Caramelos de Lima relevan las opciones vegetarianas y veganas y Valentina Baccino —licenciada en nutrición— describe los lugares y aporta valiosas sugerencias nutricionales.

Entonces, ¿por qué volver sobre un tema tan trillado? La razón es simple y práctica: en esta reseña aportaré, desde mi vasta experiencia en cafés, para qué ocasión es ideal cada lugar. Se me ocurrió ante varias consultas, pues mis conocidos saben que relevo lugares y me preguntan cuando necesitan uno en especial.

Desde hace un tiempo uso cafés y bares para estudiar. Escribí mi tesis en esos recintos, aprendí a concentrarme y a inspirarme. Lo hacía para aprovechar mejor el tiempo porque en casa cualquier excusa era buena para distraerme: el sillón, la cama, los quehaceres de la cocina. Y fue muy productivo e inspirador, tanto que tengo decenas de fotos de las diferentes ocasiones que publiqué con las etiquetas #tesis, #inspiración, #superación. Incluso, desarrollé una estética particular en esas imágenes que luego acompañaron mi defensa de tesis.

Debo aclarar que, además del café, soy amante del té. Pero no suelo tomarlo en las cafeterías ni bares porque habitualmente ofrecen saquitos. No reniego de ellos, pero puedo prepararlos en casa en donde tengo una vasta colección a la que me referiré en otra reseña. En cambio, el café de bar tiene sus encantos: el vaso, las capas de colores, su sabor tostado, el mágico momento en se amalgaman la leche, el café y la espuma. Cuando el café está bien hecho —es fundamental que lo sirvan con leche descremada o al menos semidescremada— es como viajar a Perú, Brasil, Guatemala, Costa Rica. Sumatra.

En las condiciones antes mencionadas, ofrezco un listado que, por supuesto, es inacabado y muy personal.

Agosto Café (Parque Rodó). En Agosto me encuentro con una amiga porque es estupendo para tomar un rico café y parlotear. Es muy chiquito, así que nunca se me ocurrió desplegar computadora, apuntes, cartuchera, etc.

Bar Luz (Cordón). Es uno de los pocos bares de barrio que quedan en la zona (y me atrevería a decir en Montevideo). Tiene un muy buen café, con leche descremada y servido en vaso de vidrio. También hay wifi y un par de enchufes. Con dos cortados es posible pasar horas de estudio o de trabajo.

Café del Sol (Puerto del Buceo). ¡Un café con una vista espléndida, una de las mejores de la rambla montevideana! El lugar es perfecto para una larga charla de amigas y también una salida romántica.

Café Martínez (Carrasco). Hay cafés de varios lugares del mundo y sirven el “montevideano”: cortado en vaso de vidrio, como a mí me gusta. En ese lugar descubrí que no soy la única con esa obsesión. Tiene mesas en el interior en las que se puede estudiar y trabajar, buena wifi y es bastante tranquilo (aunque a veces la música es muy melosa). Y tiene una terraza preciosa para disfrutar en otoño y primavera, incluso en verano debajo de las amplias sombrillas.

Camelia (Pocitos, no he ido a las sucursales de Ciudad Vieja y Carrasco). Tiene mesas amplias diseñadas para grupos, pues ir a trabajar o estudiar está arraigado en su concepto de negocio. Cuenta con buena wifi, pero el café lo sirven en vaso de telgopor que lo convierte en un atropello. Hay aguas saborizadas y aire acondicionado para hacer frente al calor del verano.

Deli Hyatt (Puerto del Buceo). Es deli como su nombre, es bonito, atildado y chic. El café es muy rico, aunque chico y caro. La wifi no es buena, pero bien vale una charla de trabajo en un lugar con una vista fantástica.

Escaramuza (Cordón). Una amiga, antes de la inauguración, me envió la primicia con esta acotación: “Se eleva el barrio” y ¡cuánta razón tenía! Escaramuza es una librería muy bien equipada en una casona reciclada que despierta el interés de todo el que pasa por ahí. Y el café es muy bello, tiene estilo y ricas opciones. La wifi no es suficiente para trabajar, creo cuando fui con esa intención había varias personas colgadas y tuve que usar mi propia red.

La Pasionaria (Ciudad Vieja). La Pasionaria me gusta porque además del café y restó tiene una tienda de diseño que es un placer (y una tentación). Este lugar es perfecto para hacer una pausa en solitario, un encuentro de pareja o charlar con amigos. Sirven buen café y una limonada riquísima. Tienen wifi, pero no es un lugar al que he ido a estudiar o trabajar porque no está abierto sábados y domingos en la tarde y en la semana cierran temprano.

Sweet House (Pocitos). Solía ir mucho pues fue uno de los primeros lugares con enchufe y wifi. Me pasaba horas en el piso de arriba, cómodamente instalada y con la adrenalina que me aportaba su buen capuchino. En el último tiempo, lo encontré un poco descuidado. Es un café ideal para estudiar y trabajar.

Un Secreto (Punta Carretas). Rico café, buena vajilla y mesas amplias. Un Secreto es uno de mis lugares favoritos. Además, en verano mi tesis se refrescaba con un vaso enorme de limonada. Tienen buena wifi y un ambiente lindísimo.

The Lab Coffee Roasters (Ciudad Vieja). Es un lugar moderno, amplio y decorado con muy buen gusto. Es como viajar al exterior. Son especialistas en café, así que nada puede agregarse acerca de la calidad de lo que sirven. Tienen buenas tazas y decoran la espuma de cortados y capuchinos (¡un primor). Hay mesas amplias así que es un lugar espectacular para trabajar, aunque la wifi no es buena. Me pareció caro y el mayor problema es su ubicación (en una de las zonas más feas de la Ciudad Vieja, además hay que pagar estacionamiento de lunes a viernes).