Con identidad manual: kits de labores y talleres para fomentar la creatividad y reivindicar tradiciones

La experiencia Paquetín

 

En el taller de Paquetín, la casa de una de las socias, se respira aire artesanal. Las creaciones, coloridas y de diversas texturas, cuelgan de paredes, posan y descansan en sillones. Hay arte y mano. Hay estética. Hay técnica. Hay tiempo dedicado al trabajo manual.

Laura y Ana son tía y sobrina, además de las manos, el corazón y el cerebro de un emprendimiento que ofrece kits y talleres para realizar artesanías: bordar, pintar, hacer telar. Laura (56) es contadora, con experiencia en emprendedurismo y Ana (39) es diseñadora textil. Juntas han logrado un equipo sólido que se complementa armónicamente para desarrollar una línea de trabajo que se sustenta en reivindicar las labores manuales.

 

«Quería un bastidor y no había, quería más colores y no encontraba, surgían situaciones que ameritaban un producto para esa situación»

Paquetín, como otros emprendimientos, surgió de la adversidad. “Me había quebrado un hombro, explica Ana. Estuve tres meses curándome de la operación y no podía hacer nada manual, más que bordar. Y comencé a bordar como una desquiciada. Quería un bastidor y no había, quería más colores y no encontraba, surgían situaciones que ameritaban un producto para esa situación. Durante unos meses maduré la idea, finalmente armé un kit y lo publiqué en un grupo. Se vendieron 30 en la misma noche e inmediatamente llamé a mi tía”.

Ese conjunto tenía lo que Ana consideraba importante para comenzar un proyecto de bordado: un bastidor de aproximadamente 16 cm, doce hilos, un lienzo con un dibujito  y unas breves instrucciones. “Era todo lo necesario para aprender y tenía que tener un costo razonable. Además, debía terminarse con rapidez, no podía ser eterno”.

Laura agrega que ya estaban, como emprendedoras, trabajando en algo en conjunto. Era un producto con otros fines, muy diferente, “y como el kit de bordado funcionó, nos decantamos por ese producto y dejamos el otro para otro momento”, ilustra de forma pausada y didáctica.

Ante el entusiasmo de Ana, comenzaron a darle forma al kit de artesanías. Y surgió el nombre que, además de ser muy ilustrativo, tiene connotaciones familiares. “Es el sobrenombre de mi abuelo, el papá de Laura”, explica Ana. Dice que pidió permiso a la familia para usarlo. “Mi papá, explica Laura, murió joven y ella fue la única nieta que conoció. Es un nombre genial porque es un paquetito y me pareció muy oportuno para el proyecto”.

Paquetín, ya con nombre y un primer producto, comenzó a crecer. Al principio, fueron los bordados ―el ruso y el mexicano, muy de moda― y después comenzaron a desarrollar la idea de mostrar las producciones, “porque cuando terminás algo, mostrarlo es muy importante, es parte del proceso”, aclara Ana. Testearon los bordados en bolsos, portacosméticos, agendas y en almohadones, los que más salida han tenido. Las emprendedoras agregan que las agendas eran complicadísimas y las descartaron, ya que “tenemos claro que todo lo que ofrecemos debe ser viable. Queremos que entre en la cartera porque tiene que ser portable para que el bordado se pueda sacar en una sala de espera, en un ómnibus”.

Entre pruebas, comentarios y devoluciones, surgieron los talleres. “Yo pensaba que la gente podía aprender de la misma manera que aprendo yo”, confiesa Ana. “Para mí era natural que alguien entendiese un tutorial en YouTube o en una revista. Entonces me negaba a dar una clase, pero tanto nos pidieron, que finalmente abrimos mi casa”.

 

“Importa el grupo, la vivencia, el tiempo compartido, las personas llegan al taller porque quieren socializar”

En agosto de 2017 dieron el primer taller con diez personas y veinte que quedaron en lista de espera. Esa primera experiencia fue de bordado mexicano y la segunda ya fue diferente; comenzaron a variar la oferta para que los asistentes pudiesen tomar más de un taller, algo que ha sucedido con frecuencia. “Importa el grupo, la vivencia, el tiempo compartido, las personas llegan al taller porque quieren socializar”, explica Laura. El taller, entonces, cumple otras funciones y adquiere características distintas; no solo se trata de principiantes que buscan técnica y método, sino de un espacio para el intercambio en los que se cuidan todos los detalles, porque las emprendedoras ofrecen “experiencias sensoriales”. A ellas les gusta tocar las lanas, se cautivan con los colores que estimulan su creatividad, y ofrecen esa vivencia en cada paquete y en cada taller.

“Nos parece importante retomar labores perdidas. Que la gente sepa que puede pegar un botón, zurcir, bordar. Y despegarlo de la carga de género”, cuenta Ana. Para Laura, desde el paradigma de los números, es importante explicar que no se trata de costos, porque “sin lugar a dudas, gastás mucho más haciéndolo que comprándolo. La cuestión es diferente, es demostrarse que es posible hacerlo, que se puede. Es fomentar la creatividad”.

 

“Son muchas horas de trabajo y dos antenas para observar tendencias”

Paquetín surgió para costear los materiales de las emprendedoras a través de la venta de kits, pero ha crecido significativamente y hoy consume cada día de Ana, además de los talleres de los sábados que dan en conjunto. “Financieramente, comenzamos con muy poco y hemos invertido en el mismo proyecto. Se ha ido sustentando. Nuestra primera inversión fue una tijera de pico y luego un ovillador”, explica Laura entre risas, y agrega: “son muchas horas de trabajo y dos antenas para observar tendencias”. Al respecto, Ana acota que hoy el bordado mexicano es la moda, después podrá venir el crochet, la pintura sobre vidrio u otra técnica. Ellas tienen mano, aprenden y se adaptan, siempre respetando la identidad manual. 

Paquetín está en Facebook e Instagram. Venden los kits y ofrecen los talleres a través de estas dos redes sociales que les dan un gran marco de visibilidad, “que demanda mucha atención”, aclara Ana. Hay paquetes de bordado, de telar y de pintura, se pagan por transferencia, giro o contra entrega. También están en Mercado Libre y entregan al interior por DAC.

Ana y Laura aclaran que son felices con el proyecto, que disfrutan cada experiencia y que aprenden constantemente.  Se nota su entusiasmo y el orgullo por un “bebé que está en proceso de crecimiento”, como les gusta decir. Sienten a Paquetín como parte de la familia ―a la que agradecen constantemente, por otra parte―, lo cuidan y procuran su sustentabilidad para tener la posibilidad de pensar y proyectar. “¡Hasta el diplomado Paquetín no paramos!”, dice Laura y ambas ríen.

Si te gustan las labores, probá con un kit Paquetín. Si no te atrevés Laura y Ana afirman que todas las personas son capaces de hacerlo―, obsequialo para Navidad o un cumpleaños, porque es ideal para las siestas de verano, los viajes largos, las tardes de invierno. 

Del blog al taller. La experiencia de “La Vida la la la” para “construir la realidad en la que se quiere vivir”

Susana Castro Conti (43) es esposa, madre y docente de Comunicación Visual, y es la responsable del Taller (de crochet y otras artesanías) La Vida la la la. Susana es muy cordial, expresiva y se muestra naturalmente dispuesta a mostrar lo que hace. Su inclinación por la docencia se hace evidente en el tono de su voz y en la forma de encarar los temas. Además, en la manera generosa de contar sus vivencias como emprendedora.

Su experiencia comenzó con un blog que se transformó en un taller. El lugar físico en el que se desarrollan las instancias creativas (el taller físico) está muy cuidado porque el entorno debe favorecer el proceso de enseñanza-aprendizaje. La modalidad de taller permite intervenciones que Susana considera fundamentales para el proceso creativo, por ello “el lugar debe generar ganas de estar para predisponer al aprendizaje y fomentar la creatividad”.

El taller, amplio y con ventana a la calle, es un lugar que invita. Es un espacio en el que prevalece el color y el orden, a pesar de la gran cantidad de materiales. Hay latas y latitas, cajas de todos los tamaños y baldes pequeños que albergan lápices, pinceles, fibras. Hay muchos cajones, algunos grandes y otros chiquitos. Hay armonía y diversas texturas. Hay elementos que invitan a trabajar con las manos y artesanías que invitan a mirar o usar. Entre tanto color, prevalece el anaranjado y el rosa con algunos tonos de fucsia y violeta.

La preocupación estética del emprendimiento también se evidencia en las redes sociales. El contenido de las publicaciones de “La Vida la la la” en Faebook e Instagram es variado y, además, generan un boletín de noticias cuando tienen un taller para ofrecer. Se muestra un trabajo arduo y constante, y un afán por sostener el interés del público.

Una instancia para la creatividad personal

Susana se presenta como profesora de Comunicación Visual y también como emprendedora, aunque lo expresa con timidez y parece que debe justificarlo con una sonrisa, como si todavía no se convenciera de su iniciativa. “Mi trabajo formal como profesora de Dibujo, y de Educación Visual y Plástica es en Secundaria (pública y privada). Toda la vida me gustaron las manualidades, me gusta coser, tejer, bordar, y  me pasó algo que es habitual en la docencia: mi espacio creativo personal se fue relegando porque los tiempos no dan….

A partir de una capacitación específica en relación con las TIC (Tecnologías para la Información y la Comunicación), Susana se enganchó en un foro español de decoración de interiores, un tema vinculado a su veta creativa. “Muchos de los miembros del foro tenían blogs, descubrí ese mundo y me entusiasmé. Los blogs abren puertas que abren otras puertas, así que de la decoración de interiores llegué a blogs de artesanías. Y de España salté a Argentina. Me entusiasmé tanto que comencé a armar un blog; empecé a hacerme un espacio para mí, el tiempo creativo que estaba abandonado. Ese fue el primer sentido del blog La Vida la la la.

El nombre del blog, que canta a la vida, es una expresión comodín de su familia. “Es una frase que dice todo y nada, que tiene música y que destaca la unión de vida y del canto, de la vida y del disfrute. Es algo divagada, pero me gustó y me sigue gustando”.

Entre los miembros de un foro (personas con un fuerte interés en común) suelen generarse vínculos fraternos y Susana no fue ajena a esa realidad. En las conversaciones digitales —dice que en ciertas charlas hasta se trataban temas muy íntimos— surgió la necesidad y el empuje para pasar del blog a la acción. Hubo quienes se dedicaron a vender sus artesanías, quienes emprendieron en grupo y quienes se enfocamos a enseñar. Del blog, entonces, surgió el taller “La Vida la la la” para unir la docencia y un espacio de creatividad.

Un espacio para crear con las manos

Los primeros talleres que Susana ofreció, hace cuatro años, fueron de crochet. “El crochet es muy sencillo, yo veía, de niña, a mis abuelas hacer crochet y en particular lo aprendí con mi suegra. Ella me enseñó la técnica básica y descubrí que, a partir de lo básico, se puede hacer mucho”.

Susana agrega, insistentemente, que no es necesario de “tener mano”. En su taller para principiantes llegan personas “que no saben nada y se van con algo hecho por ellos”. “Lo más básico es el punto bajo que permite mucho más, porque el crochet se basa en combinaciones de ese punto. Es cierto que requiere algo de pensamiento geométrico y quizás algunas personas, las que tienen inteligencia espacial, se sentirán más cómodas con la técnica. Pero quienes no tengan esa habilidad, también pueden aprender”.

La propuesta de talleres de “La Vida la la la” es de aprendizaje y experiencia compartida. Susana trabaja en la creación de “un espacio para pasarla bien, para crear con las manos”. Asisten, mayormente, mujeres entre 20 y 60 años y, en general, cuando van adolescentes lo hacen en compañía de sus mamás, “para pasar un tiempo juntas”.

Del crochet para principiantes —que es el primer escalón— se puede continuar con talleres más avanzados. En 2016, se realizaron varios: uno de mandalas, otro de amigurumis y uno de granny squares (los cuadrados de abuela).  

Además del crochet, en “La Vida la la la” se ofrecen diversas instancias creativas porque Susana comparte el taller con otros artesanos. Esas instancias (sobre bordado, encuadernación, fieltro húmedo y papel reciclado) le permiten, además, participar como asistente para aprender y enriquecer su veta creativa.

Emprender es aprender

Gestionar el taller y que funcione implica mucha dedicación, significa tiempo de trabajo, además del que demandan las clases y la vida (del hogar y en general). Para que el taller sea viable hay que alimentar las redes sociales y generar boletines informativos. “Mi esposo me ayuda porque es mucho trabajo. Requiere dedicación, esfuerzo y mantenimiento. Todo fue surgiendo y tuve que aprender sobre la marcha. No solo he tenido que aprender y mejorar las técnicas que enseño, sino que debo estar al día con otras cuestiones. Por eso aprendí a manejar Facebook e Instagram, por ejemplo. Me inclino por las redes que me gustan más o las que me son más fáciles, el blog primero e Instagram ahora. Pero también tengo que hacer otras, porque Facebook, por ejemplo, tiene gran alcance y muchas repercusiones”.

El taller de Susana es parte de su casa, porque “en definitiva, es un emprendimiento familiar, mi esposo se encarga de la gestión de la base de datos para la newsletter y mis hijos me ayudan los días de taller. El emprendimiento tiene un involucramiento familiar. Así se dio porque emprender implica vivir de una forma coherente con los sueños”.

Susana agrega que emprender significa animarse a seguir a pesar de las dificultades y que el desafío es sobreponerse a los problemas y continuar. También implica estar atento a las oportunidades, generar espacios, manejar los intereses y lidiar con el manejo de los tiempos (¡todo un tema, según ella misma confiesa!). Cuando Susana pasó de los sueños a la acción, tenía mucho miedo. “Pensaba ¿qué pasa si no viene nadie? Y me decía: ¡nada! Habrá que ofrecer un nuevo taller”.

Su recomendación, como emprendedora, es que “hay que aprender a bancarse la frustración. Hay que aprender a tolerar los errores porque si realmente se quiere algo, hay que meterle para sobreponerse a `los a pesar de´”.

Taller La Vida la la la

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Qué se ofrece: “Técnicas y experiencias, un tiempo para cada uno. Un tiempo para tomar té, café y crear, para sentir la gratificación de transformar algo.

Días de taller: sábados de tarde.

Técnicas: crochet y bordado, fundamentalmente. En estos años han realizado talleres de encuadernación, fieltro húmedo y papel reciclado. Y a futuro mucho más: origami, caligrafía bordada y confección de prendas básicas.

Para: quienes gustan de las manualidades, valoran los oficios y quieren experimentar la satisfacción de crear.