Camila Sosa Villada: trovadora «queer» en «Soy una tonta por quererte»

Camila Sosa Villada (Argentina, Córdoba, 1982) es actriz, escritora y travesti. Estudió comunicación y teatro, comenzó el blog La novia de Sandro (su actual avatar) y con el biodrama teatral Carnes tolendas irrumpió en la escena argentina de manera contundente. 

Del mundo digital del blog, pasó al papel con los poemas La novia de Sandro (2015), la autobiografía El viaje inútil (2018), las novelas Las malas, Tesis sobre una domesticación (2019) y Soy una tonta por quererte (2022). Al igual que Carnes tolendas en las artes escénicas, Las malas tuvo un impacto revelador y no solo en la Argentina. La novela fue traducida a más de diez idiomas y en 2020, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara otorgó a la autora el Premio Sor Juana Inés de la Cruz.

La literatura femenina ha sido parte de la vida de la autora desde niña, a través de las novelas de Isabel Allende que su madre leía, luego el marco se amplió con el chileno Pedro Lemebel, el colombiano Gabriel García Márquez y el español Federico García Lorca; autores presentes en sus producciones artísticas. Pero el interés de Camila Sosa Villada, como lectora y como escritora, fondea en el mundo femenino, así lo deja claro en todo momento.

En sus obras, @lanoviadesandro ha abanderado la literatura transgénero. Si bien la producción literaria escrita y sobre personas de identidad de género diversa no es nueva, desde Las Malas, Camila Sosa Villada ha tonificado el subgénero con su experiencia de vida y la de otras travestis. También ha sumado los microcosmos de otras minorías igualmente discriminadas.

Sosa Villada pivota entre el realismo y la distopía, entre la descripción cruda de la vida cotidiana —en la que funde realidad y fantasía— y el realismo mágico latinoamericano. Es directa y, a veces, soaz; es siempre provocadora. 

Como un ave fénix, fue la vergüenza de su familia y hoy es la madre de sus progenitores. Esa dualidad perturbadora se refleja en los textos en los que La Grace y Don Sosa están presentes. Ambos inauguran Soy una tonta por quererte, la última obra de la autora que ha publicado en Tusquets. A través de nueve relatos, Sosa Villada presenta el mundo queer: la relación de los travestis con su cuerpo; el sexo y la prostitución; los vínculos hostiles y la violencia familiar; el incesto; las clases sociales y los prejuicios. Además de travestis, hay otras mujeres (niñas, jóvenes, adultas y viejas) que, por ser minorías, sobreviven al margen, y en las narraciones de la escritora cobran relevancia.

Camila Sosa Villada encarna la voz de esas experiencias de vida, a veces es médium y otras relatora, también trovadora. Con cambios abruptos en el relato y entre las narraciones, con remates inesperados y tajantes, es cursi (un miembro viril que es un «pececito dorado»), sagaz y divertida (llama a sus amigas con la «travaseñal»). Las descripciones que maneja logran escenas certeras: hombres con olor a Poett Campos de Algodón; novias tan extrañas como un cocodrilo albino; cuerpos que permiten respirar secretos a través de la piel. 

Además, Sosa Villada invita al mundo literario que lee y en sus relatos se inmiscuyen Bodas de Sangre, La casa de Bernarda Alba, Yerma y La Cándida Eréndida. También late la escenografía de Pedro Páramo y en la cosmovisión exótica que plantea hay lugar para una actriz pornográfica icónica en el Río de la Plata: la Coca Sarli. Todo sucede entre una horneada de scones, un mate, una cama (¡varias camas!), un convento, en un escenario argentino, mexicano o norteamericano. 
Soy una tonta por quererte permite que historias vulgares y dolorosas alcancen estatus literario, pues la autora hace del arte un medio para dar cuenta de diversas realidades. Al igual que el cine o las series, pero con los tiempos y los recursos retóricos de la lectura. El libro es una exhortación al abrazo de quienes, en el universo queer, viven presentes amargos y futuros aciagos.

Soy una tonta por quererte. Camila Sosa Villada. Tusquets, 2022.


Datos sobre la autora extraídos de Infobae, entrevista de Hinde Pomeraniec, 6 de marzo de 2022

El Mapa de las Lenguas 2023 comienza con «Otro tipo de música», textos breves de Colombina Parra

El recorrido 2023 del Mapa de las Lenguas (colección de Alfaguara y Random House) comienza en el Pacífico con Otro tipo de música. Desde los Andes, el catálogo de este año inaugura el viaje con una autora musical: Colombina Parra (Chile, 1970).

El primer libro del año, el de febrero, revela el debut literario de una chilena polifacética que es música, arquitecta y que, además, es hija del poeta Nicanor Parra (Chile, 1914-2018). Si bien la escritura ha acompañado la vida interior, el ejercicio artístico y el profesional de Colombina, la pandemia y las redes sociales fueron el pretexto para compartir sus textos de otra manera. Así, Facebook se transformó en un medio de expresión para liberar acordes y generar ecos en formato textual mientras creaba una ópera.

En 2022, estas reflexiones se transformaron en Otro tipo de música, libro publicado inicialmente en Chile y que ahora conforma el catálogo 2023 del Mapa de las Lenguas, el territorio sin fronteras de Random House.

En esta obra hay acordes, ritmos y canciones que, vestidos a través del texto, tienen la cadencia del rock. Colombina Parra confiesa que su intención es hablar de amor y lo hace bajo el escrutinio lapidario de Roland Barthes —«No se consigue nunca hablar de lo que se ama», frase con la que se inicia el libro—.

Para dar cuenta del amor, la autora despliega relatos breves, escuetos y próximos que ofrecen preguntas sin respuestas sobre los diversos estratos que conforman el concepto (asiduamente visitado en todas las artes). Hay perspectivas, miradas y reflexiones. Los temas que conforman el amor son heterogéneos y se suceden con la cadencia en la que aparecen en la vida: un día, Colombina recuerda a su padre, en otro aparecen su hermano y su madre, también están los tíos con sus guitarras, la vida, el trabajo, la historia y el presente, la muerte.

Los relatos viajan en el tiempo, con ritmos diferentes. Hay acordes introspectivos que hacen eco en quien lee y se instalan con resonancia. Otros son de escritura apurada, de carácter más efímero. Aparecen la infancia y la adolescencia; la pandemia a través de los miedos, la limpieza y los aplausos; la industria discográfica y la arquitectura; las masculinidades; la densidad de los vínculos; la historia y la actualidad de Chile (la pobreza y la riqueza con la brecha clasista de una sociedad fragmentada) y la maternidad, entre otros.

En los textos de Colombina Parra hay ironía, sagacidad y ternura. También se cuela cierta inocencia y, de repente con estridencia, aparece un concierto de artistas para dar un salto reflexivo y prender una luz enciclopédica a través de figuras como Carmen Berenguer, Mario Vargas Llosa, Ludwig Wittgestein, Bertrand Russell, Oscar Wilde, Marcel Duchamp, Enrique Lihn, Alejandro Jodorowsky, Enrique Lafourcade, Jorge Tellier, Ernst Cassirer, Martin Heidegger, Mick Jagger, William Shakespeare y Rem Koolhaas.

Otro tipo de música es, tal como se propuso la autora, un intento descriptivo del amor como eje de la vida. El menú de experiencias que la autora elige da cuenta de la multidimensionalidad del amor y de su riqueza expresiva.

Dice Colombina que en su espacio caben necesariamente una cama y un velador. A juzgar por el libro, también un cuaderno y un lápiz o cualquier instrumento que le permita dejar constancia de su mundo interior.

Obra: Otro tipo de música
Autora: Colombina Parra (Chile, 1970)
Editorial: Literatura Random House, colección Mapa de las Lenguas 2023 (itinerario que recoge la literatura de 21 países hispanoamericanos a través de los autores más actuales)
Descripción: No ficción


Mapa de las Lenguas es un proyecto editorial panhispánico desarrollado por Alfaguara y Random House. Surgió en 2015 con el propósito de crear un territorio sin fronteras entre los veintiún países que hablan oficialmente el español. Los editores locales —de los países en los que operan agencias de Random House— eligen aquellas obras que, «dada su calidad literaria y su recepción crítica, merecen traspasar el ámbito nacional y situarse en un mapa sin confines, únicamente delineado por el lenguaje». A partir de los libros escogidos, los autores y los lectores viajan a través de la literatura más reciente. El Mapa de las Lenguas se convierte, de esta manera, en una ruta de lectura que permite conocer los talentos y las producciones actuales.

Una vida excepcional: Roberto Jones, de Fernanda Muslera

Roberto Jones mira desafiante desde la cubierta del libro. Lo veo rodeado de otras obras, el libro recién ha llegado a las librerías. Él y la autora tienen un lugar asegurado en las novedades y desde ahí se para, con gallardía.

Es joven, hay provocación en la pose y seducción en la mirada. La irreverencia de la imagen elegida para la cubierta y el brillo que recubre su figura y el título prometen teatralidad. En el interior (papel, márgenes, tipografía) se evidencian otros detalles. Nada parece estar librado al azar: el libro es una obra madurada, que surge de diecinueve charlas que la autora, Fernanda Muslera, y el actor mantuvieron entre julio de 2018 y marzo de 2019.

Roberto Jones está escrito en primera persona, la del actor. Además de su voz, la autora incluyó múltiples citas a pie de página, cuidadosamente escritas (paratextos que puntualizan y enriquecen y que ofrecen otro ritmo de lectura). Como si se tratara de un recurso teatral, estas otras voces (referencias históricas y literarias, familia, actores y directores con los que trabajó) amplifican la figura del «actor, docente, tupamaro, militante blanco, ciudadano ilustre, padre de tres y abuelo de seis, cristiano, masón y místico».

Con esta descripción densa y exuberante, Muslera presenta a Jones. La elección de las categorías descriptivas está puesta al servicio de una figura polifacética y multiforme, que toma forma a través de los capítulos. El libro recorre la vida de Roberto Jones y muestra, entre otros, la política y la cultura de la historia reciente; los entresijos del teatro en el Río de la Plata en los años 70; un acercamiento a la mística y, también, lecciones sobre la actuación.

En todo momento, Jones tiene respuestas, esgrime razones, aporta detalles y se juzga. Cuenta los aciertos y no esquiva los errores. Pide perdón y se arrepiente. Disfruta de la épica de sus éxitos y se regodea de las minucias de la vida. Dice que es vehemente, riguroso, disciplinado y que cuenta con una memoria casi tan privilegiada como la del Funes de Borges. Todo esto se contrasta en las páginas de la obra, que también muestra la complejidad de sus papeles (en la actuación y en la vida), vínculos, compromisos políticos y cosmovisión (con espesas explicaciones sobre las finanzas internacionales, la tecnología y el COVID, entre tantos temas).

Cuando el libro termina —luego de recorrer cine, televisión, teatro, política, gestión y vínculos personales— y se apagan las luces, dan ganas de volver a empezar y rastrear, en las más de trescientas páginas, las finuras de la puesta en escena de Hamlet, Calígula, Turing, Borges, El Hombre Elefante… Dan ganas de presionar play y que comience cada función.

En las múltiples capas de Roberto Jones y en la polémica de sus aseveraciones (las de antes y las de libro) hay densidad y una vida excepcional. De todo esto deja constancia Fernanda Muslera en Roberto Jones.

Obra: Roberto Jones
Autor: Fernanda Muslera
Editorial: Planeta
Año: 2022
Descripción: No ficción

Un diccionario que revela la jerarquía del café: la última obra de Nicolás Artusi

La última novedad bibliográfica del mundo cafetero llega desde Argentina. Nicolás Artusi, el porteño sommelier de café, acaba de publicar Diccionario del café. La bebida más amada y odiada del mundo de la A a la Z.

Editado por Planeta Argentina en marzo de 2022 y con el mismo formato y diseño que el Manual del café. Guía definitiva para comprar, preparar y tomar (2019), esta nueva obra forma una prometedora colección cafetera.

En julio de 2019, Artusi —que es periodista y que fue distinguido como Personalidad destacada de la cultura de la ciudad de Buenos Aires— visitó Montevideo. Lo trajeron la gestora cultural Laura Inés Martínez (responsable, en aquel momento, de la Librería del Mercado) y Planeta Uruguay. El autor presentó el Manual del café, recorrió cafeterías y contó que estaba trabajando en un libro culinario sobre Italia y Pellegrino Artusi (el padre de la cocina italiana moderna).

Pero llegó la pandemia y todo se alteró. Así que, con muchos espressos y cafeinómano rigor, el autor se propuso compilar un diccionario sobre el café. El libro nació de la «necesidad de completar una biblioteca cafeteril, un anaquel que estaba prácticamente vacío en la literatura gastronómica» (pág. 12) y complementa otras perspectivas ya abordadas por el periodista: la historia de la bebida (Café, de Etiopía a Starbucks, 2014) y el manual.

De tapa dura y con cinta brillante, el libro recoge definiciones sencillas que demuestran la experiencia periodística del autor, la profusa bibliografía que maneja y su conocimiento sobre el tema. ¿Qué términos se pueden encontrar en este diccionario? ¡Los más usuales referidos a la producción, comercialización y servicio del café en el Río de la Plata! También hay algunas personas (los pioneros y los íconos) y las marcas que se convirtieron en palabras genéricas (Aeropress y Chemex, por ejemplo).

El Diccionario del café tiene 276 páginas de diseño primoroso. Los márgenes, la letra, el armado de los párrafos y (¡el interlineado!) permiten que la lectura sea un deleite. Incluye ilustraciones y tablas, y páginas a color (en tonos de verde que maridan a la perfección con el marrón del Manual) como inicio de cada letra.

La obra tiene sabor umami (placentero y de larga duración) y la intensidad de un espresso doble servido en el momento justo.

Obra: Diccionario del café. La bebida más amada y odiada del mundo de la A a la Z
Autor: Nicolás Artusi
Editorial: Planeta Argentina
Año: 2022
Descripción: No ficción

Dos miradas sobre «Violeta», el último libro de Isabel Allende

Reseña publicada en @elmercadouy, 2 de febrero de 2022

El 25 de enero de 2022 se publicó, en español y en inglés en simultáneo, la última novela de Isabel Allende. La escritora latinoamericana, reconocida desde «La casa de los espíritus», su primera obra (1982), es autora de «Violeta», un libro que recoge «un testamento de sentimientos».

Allende, que es la escritora en español más leída en el mundo, a los 80 años sintetiza grandes hechos históricos, guerras y revueltas, enfoques políticos, declives económicos, cambios sociales y, en especial, el surgimiento del feminismo. Lo hace a través de la vida de Violeta y en casi 400 páginas que se leen con avidez.

Violeta, la protagonista, cuenta su historia en referencia a calamidades: terremotos, tsunamis, volcanes que entran en erupción y dos pandemias (la de la gripe española, cuando ella nació, y la del coronavirus, en el final de su vida). También hay amores, engaños, mudanzas y viajes, decepciones, tristezas y muerte. Todo sucede en un país clasista y racista, y muy bello, que tiene «un desierto lunar, las montañas más altas, lagos prístinos, valles de huertos y viñedos, fiordos y glaciares».

Estas descripciones fotográficas recorren la obra con lugares y personajes certeros. De esta manera, la autora fija escenas, revela emociones y hace foco en lo que importa: los sentimientos, los cambios y la fluidez de la vida.

Obra: «Violeta»
Autora: Isabel Allende
Editorial: Penguin Random House, Sudamericana
Año: 2022
Descripción: Ficción. Novela

Reseña publicada en @gabrielacabreracastroman, 7 de febrero de 2022

«Denunciar, informar, educar, proteger, castigar a los culpables, legislar, eso es lo que tenemos que hacer»

El año en el que la gripe española llegó a América Latina, nació una niña que fue educada en su casa, para protegerla de las ideas perniciosas y de las enfermedades. Al tiempo, llegó una institutriz inglesa, con la Enciclopedia Británica y un plan de estudios que incluía gimnasia, ciencia y arte. Una infancia que termina cuando estallan los negocios fraudulentos del padre. Una mudanza a modo de destierro. Un matrimonio conventual, la pasión frenética de los amantes que necesitan la adrenalina para vivir. La política, la economía y la agenda social. Los hijos y la vejez.

Todo eso (y bastante más) sucede en cien años de la vida de Violeta, la protagonista que da nombre al último libro de Isabel Allende. La novela, que se desarrolla entre dos pandemias que afectaron al mundo, narra una vida inusitada, que la autora utiliza para tratar las cuestiones más significativas que involucran a hombres y mujeres.

En especial, en «Violeta» se desarrolla la agenda feminista. El tema surge con el arrojo de una figura, que se atreve a desafiar los valores imperantes. Esta sensibilidad y acción se arraigan y toman fuerza en otros personajes, en hechos y actos.

Las capas que se superponen en torno a los derechos de la mujer son múltiples y en la novela aparecen de manera recurrente. Con timidez al principio y finalmente, en relación con la violencia doméstica, emerge un mensaje contundente: «Denunciar, informar, educar, proteger, castigar a los culpables, legislar, eso es lo que tenemos que hacer […]» (pág. 357).

«Violeta», que se lee cómodamente, puede recorrerse como una historia de vida en la que se conjugan sentimientos, personas y situaciones, pero también es una declaración que nos interpela en torno a otra pandemia.

«Catedrales»: un libro que deja marcas

Reseña publicada en @astilleroletras / 25 de enero de 2021

«Catedrales» fue uno de los libros que me rescató del sopor del confinamiento voluntario que impuso la llegada del coronavirus. Lo elegí como uno de los libros del año y mereció la categoría de regalo —cumpleaños y otras ocasiones— porque es una elocuente declaración de principios sobre el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo.

La novela tiene la fuerza de las estructuras hegemónicas y el pliego pegajoso de las mentiras de familia, las que perduran y buscan ocultarse entre sábanas, toallas y repasadores. Tiene la cadencia adictiva de la novela negra arraigada. Tiene un trote que se acelera porque urge saber y, aunque haya dolor, se impone saber.

Claudia Piñeiro utiliza la ficción y el género policial para describir la sociedad, las costumbres, la religión, el Estado y la dinámica familiar. No faltan el amor y la pasión, y el engorroso entramado de vínculos que se altera ante la muerte sorpresiva y violenta de una adolescente.

La prosa de «Catedrales» es sencilla y directa. Sin florituras, Piñeiro se ubica entre el corazón y la boca del estómago y, sin pedir permiso, coloniza el alma con un elenco de personajes sólidos. La historia incluye escenarios usuales (una parroquia, varias casas de familia, un taller de cerámica) en los que se desarrolla un hecho atroz. La inocencia, la maldad, la fe y la falta de fe están presentes ante el peso de las decisiones tomadas o de la realidad ignorada.

«Catedrales» tiene una trama sin fisuras. El libro deja marcas, ofrece símbolos y alimenta la rebelión frente a lo que está mal.

Un encuentro delicioso, sano y atractivo en «El arte de comer bien»

Publicado en Alacarta.uy / 21 de agosto de 2019

A la periodista Diana Henry, especializada en gastronomía, le encanta comer y tiene dos debilidades: la pastelería y el pan. Preocupada por la alimentación y la salud en general, ocupada en baja su tensión arterial y perder peso y, sin omitir los carbohidratos, redefinió su alimentación. Así, se propuso preparar comidas «informalmente sanas» a partir de una «alimentación reflexiva», sin tener que dividir los alimentos en «sanos o perjudiciales». Su experiencia se recoge en El arte de comer bien, cuando lo delicioso se encuentra con lo sano, un libro atractivo y tentador.

El cambio permitió a Diana Henry aprender a comer sano, además de reunir recetas que la entusiasman. La autora confiesa que ahora come mejor y que se siente mejor. Dice que en sus platos abundan los sabores, que no cree en las privaciones, y que se guió por el sentido común y la experiencia. El resultado es El arte de comer bien: una lectura entretenida, una propuesta de cocina diversa y una invitación a aprender. El texto regala y sugiere con información accesible y diversos platos a través de un conjunto de recetas organizado por estaciones.

La obra comienza con la primavera, una temporada que invita a combinar colores, texturas y jugos. Para demostrarlo, la autora abre el capítulo con una ensalada que incluye rabanitos, pepinos, hojas tiernas de espinaca, flores y pétalos comestibles. Además de las recetas, Diana Henry propone —en esta y en las demás estaciones— un listado con frutas y verduras que clasifica en tres categorías según la temporada (principio, intermedio y fin).

El verano ayuda a comer sano sin necesidad de cocciones largas. Es tiempo de frutas y de verduras. También es una buena oportunidad para preparar pescado, e introducir cereales como el cuscús y el trigo bulgor.

La combinación de meses cálidos y fríos del otoño hace que sea la mejor estación para los cocineros, argumenta la autora. Para este tiempo, hay propuestas de lentejas y contundentes cereales. Por eso, el capítulo incluye un apartado sobre los cereales integrales con detalles sobre diferentes el arroz, la avena, el centeno, la quinua y los trigos, entre otros.

Para el invierno, la periodista sugiere cortar la monotonía gris, y aportar color a la mesa, además del calor del fuego. De esta manera, dice Diana Henry, es posible saciar un apetito que busca las tradiciones.

En el viaje gustativo de El arte de comer hay sabores peruanos, vietnamitas, japoneses; hay frutas y verduras típicas del mediterráneo, y también hay flores. Abundan los cereales y también hay preparaciones con pescado, pollo y carne roja. El libro exhibe diversos sabores, algunos próximos y otros exóticos, con despliegue de productos y creatividad.

El arte de comer bien es un libro grande, de tapa dura, lomo entelado, cuerpo en papel mate y múltiples fotografías. La obra demuestra una muy buena factura editorial, un gran trabajo de equipo con diferentes profesionales que cuidaron todos los detalles. Las recetas se muestran de forma práctica a través de dos columnas: en la primera están los ingredientes y en la segunda el procedimiento. Al final, si es necesario, se incorporan variantes.

Las fotografías —que en cocina son un elemento clave— son generosas en tamaño y en despliegue cromático. Algunos de las preparaciones se muestran en proceso de elaboración y otras ya están listas para degustar. En estas es posible imaginar a los comensales en torno a la mesa, listos para comenzar luego del último clic. Las recetas se muestran en vajilla de hogar y con detalles que armonizan (manteles, cuencos con aderezos, vasos, copas y tazas).

Los aportes informativos y las reflexiones aderezan la obra. Cada tanto, en hojas en fondo verde claro, se muestra información sobre cuestiones de salud y nutrición: todo aquello que la autora descubrió a través de una «alimentación reflexiva e informada». Son temas diversos, desde cuántas dietas caben en una vida, hasta almuerzos para el trabajo y la casa; desde las calorías, hasta las características de los hidratos de carbono y las grasas saludables, entre otros.

Diana Henry dejó de contar calorías, elige alimentos sin añadidos y no se priva de ningún producto. Además, cuando se sienta a la mesa no come «bloques de nutrientes, sino que disfruta de una buena comida». El libro da cuenta de ello y es muestra de una alimentación diversa para deleitarse con lo sano y lo delicioso. El arte de comer bien es una invitación a la buena mesa, una oportunidad para preparar recetas, comer y disfrutar.


El arte de comer bien
Autora: Diana Henry
Editorial: Salamandra, colección Fun & Food
Fecha de publicación: 2019 (Salamandra) y 2014 (Octopus Publishing, Reino Unido)
336 páginas
Más de 150 preparaciones e información sobre calorías, dietas, ensaladas, caldos, panes, etc. Además, consideraciones sobre alimentación e índices de recetas.
$ 1090 en La Librería del Mercado (@delmercadouy) y en librerías de todo el país

Diana Henry (Reino Unido) es periodista. Su profesional y comprometido trabajo le han otorgado un lugar de referencia en el periodismo gastronómico británico. Además de una columna semanal en The Sunday Telegraph, colabora con diversas revistas, y es autora de varios libros.

Fotos: Sergio Gómez

Un regalo de Reyes para adultos: recuerdos de los primeros libros, los que marcaron la historia de cada lector

La nota sobre lecturas y recomendaciones de “gente común para gente común” tuvo una importante acogida. Los reseñados se la apropiaron, la compartieron y las repercusiones no tardaron en llegar a través de comentarios, además de la oportunidad de una nueva reseña.

Jennifer sugirió, para Reyes, una nota sobre libros infantiles y la idea me entusiasmó. En clase de inglés con Mariana terminé de definir el alcance de la reseña y salí, una vez más, a consultar al entorno. En esta oportunidad la pregunta procuró indagar acerca de los libros que habían marcado la niñez y la adolescencia, pues en las conversaciones con Jennifer y Mariana surgió la hipótesis de la permanencia de esos libros.

Con sorpresa, recibí muchísimas respuestas y en algunos casos los consultados también preguntaron a los allegados más jóvenes. Esta nueva nota, entonces, se ha enriquecido con respuestas de niños y adolescentes, y es larga porque consigna todas las opiniones por respeto a los entusiastas colaboradores.

Los libros mencionados reflejan diversas épocas, sus personajes, autores, estilos narrativos y temas demuestran la rica variedad que la literatura infantil y juvenil ha propuesto en los últimos 50 años. Este Día de Reyes es la oportunidad para obsequiar ricas memorias literarias de la niñez y en esta reseña el regalo se materializa en recuerdos de libros y personajes. A través de aventuras e historias de vidas, con personajes reales y mitológicos, con cuentos pueriles y otros no tanto, se tejen los recuerdos de historias literarias de infancia y de adolescencia de “gente común”.

Entre tantas respuestas recibidas, hay una obra que se roba la mayor atención: Mujercitas de Louise May Alcott. La obra insigne de Alcott es mencionada por mujeres de diferentes edades, ocupaciones e intereses que recuerdan esta historia en particular. Las razones son diversas y dan cuenta de las estrategias simbólicas que se desarrollan en torno a una misma historia.

Leticia —maestra de Inicial, profesora de literatura y de inglés— era una niña muy lectora y este es el libro que elige para representar ese momento de su vida. “Creo [que me marcó] por la descripción de un mundo femenino que invitaba a soñar e imaginar. Eran las aventuras de cuatro hermanas que jugaban a ser otras, sin evitar u olvidar la guerra o la mala situación económica. Eso me permitía soñar a partir de un relato sencillo que plasmaba un mundo [diferente al mío]”.

Beatriz, Renée y María Eugenia también son maestras, comparten profesión, lugar de trabajo y un mismo libro que identifica su niñez. Dice Beatriz que al leer Mujercitas “se sentía grande”. Renée cuenta que el libro “colmó la cuota de fantasía y de romanticismo que una niña de nueve o diez años necesitaba. Me pude identificar con las jovencitas protagonistas y sus desventuras”. Y María Eugenia, en especial, hace énfasis en “ese vínculo mágico de las hermanas y en Jo con su fuerza desafiante”. Además, aporta que le gustaba la colección “Los cinco [Enid Blyton] porque era pura aventura y misterio… antecedente de la novela negra y Torres de Malory [del mismo autor] con las intrigas femeninas, lecturas que compartía con mi amiga Ana Patricia, que es lo que tiene más peso en el recuerdo”.

Margarita —secretaria e incansable aprendiz— también mencionó Mujercitas junto a los cuentos de Horacio Quiroga que leía en la escuela.  Gabriela, profesora y experta en cocina sin gluten, dice que su “infancia pueblerina [en Minas] estuvo marcada por Mujercitas y otros del estilo [porque] me encantaba ese estilo romanticón e inocente”.

Anita (profesora y cocinera amateur) confiesa que le “encantaba leer Mujercitas porque vivía en un hogar muy desestructurado y la Sra. March, la madre, llevaba adelante todo con orden, amor y sabiduría”. “Yo me identificaba con ella; era el modelo de madre que yo quería ser cuando tuviera hijos”. Para Mariela (profesora y experta en té), hay varios libros y Mujercitas surge en primer lugar “por sus vivencias de dificultad política y económica (¡viví de niña toooooda la dictadura!)”; también recuerda Peter Pan [James Matthew Barrie], Buscabichos [Julio C. Da Rosa] y El Principito [Antoine de Saint-Exupéry] por su sutileza espiritual y la belleza exaltada.

En una frenética conversación de amigas a través de Whatsapp (con mensajes que parece que se interrumpieran como en la oralidad) en la que se mezclaron libros y vivencias infantiles, Gabriela —médica y aficionada a la jardinería— describió su periplo como lectora: “Me fascinaban las Selecciones [del Reader’s Digest], no era una lectura muy infantil, pero yo me devoraba [esas revistas]. Recuerdo “La risa, remedio infalible”, “Gajes del oficio”, “Así es la vida”. También Mafalda de Quino y después se incorporó Asterix [René Goscinny y Albert Urderzo]. Y mi adolescencia estuvo marcada por Mario Benedetti, [de quien] leí casi toda su obra”.

Por su parte, Cynthia —veterinaria y trotamundos— aportó su recorrido literario que da cuenta de su posterior interés por conocer el mundo. “Yo no era de las más lectoras, pero me encantaban Las Aventuras de Tom Sawyer [Mark Twain] y ya de chica leía las novelas de Agatha Christie. En la preadolescencia me marcó Mi planta de naranja lima [José Mauro de Vaconcelos], una historia muy cruel que me hizo llorar mucho”.

Para Mónica, profesora y experta en economía doméstica, el libro más significativo de su niñez también es Mi planta de naranja lima. “Fue recomendado por mi papá que vivió muchos años en Brasil. Me lo regaló en portugués y después me lo compró en español. Mi planta de naranja lima me atrapó con las historias de Zezé”.

La fuente de inspiración artística de Laura (maestra de Inicial) parece nutrirse de las historias que abuela, una excelente narradora, le contaba en la infancia. El Principito, Las aventuras de Tom Sawyer, La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson y Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas “me aportaban aventura, nobleza, valor, y profundos sentimientos a través de entrañables personajes”.

Alejandra, que desarrolla su profesión de maestra con especial sensibilidad artística, cuenta que El principito es el libro de su niñez “por los temas que trata y por el análisis desde la mirada del mundo de los niños”.

Gloria, profesora y especialista en arte, dice que de El tesoro de la juventud le gustaba un poema Rubén Darío que comienza diciendo “Margarita, está linda la mar…”. “Es la historia de una niña que, desobedeciendo al rey (su padre), sale a buscar una estrella para ponérsela de prendedor. Me la leía una tía muy dulce (…) y yo me la aprendí de memoria [cuando era] muy chiquita. Creo que resume mi vida de rebeldía y utopías”.

Vania, corredora de seguros y experta en tejido, dice que la lectura le llegó de adolescente y no fue por algo especial. “Mi padre era un lector compulsivo y yo simplemente lo imité. El libro más significativo [de esa etapa] fue Expreso de medianoche. Yo era una adolescente de 13 o 14 años, bastante ‘paloma´ y recuerdo que no paré. Mi padre decía que no era para mí y yo quedé en shock”. El libro mencionado por Vania nos zambulló en una conversación acerca de su vigencia. Luego de varias apreciaciones, concluyo —con la ligereza de ser una simple lectora— que la temática ya no es original y casi con seguridad no cause el impacto de hace unos años. En cambio, el valor y la vigencia de la obra de Billy Hayes y William Hoffer residen en haberse adelado en el tiempo.

Alicia confiesa que Blancanieves [Hermanos Grimm] fue su libro preferido durante mucho tiempo “porque me lo leía mi abuela y para nosotras era un momento de encuentro especial, además me encantaba la historia en donde la niña buena triunfaba sobre la bruja mala. Más adelante, cuando comencé a leer libros más grandes, fue El señor de los anillos quien me introdujo sin vuelta atrás a la literatura fantástica.  Si bien hace poco que se comenzó a hablar de Tolkien, esa novela maravillosa se publicó por los años 50 y pico”. Esas prolíferas lecturas narradas con tanto cariño parecen haber inspirado la profesión de Alicia que es bibliotecóloga.

Marcos, profesor, corredor y bloguero, dice que Corazón, de Edmundo de Admicis, fue el primer libro que lo hizo llorar.  Gabriela y Laura son profesoras de inglés y trabajan juntas. Se sorprendieron, pues no sabían, que el libro de Edmundo de Admicis es la historia que identifica la niñez de ambas.

Valentina —nutricionista, deportista y repostera— recuerda una colección que es una marca en su familia y que seguramente, ahora que espera a su primer hijo, procurará continuar. Los libros de Teo [Biblioteca Teo] fueron especiales “porque ya habían pasado por las manos de mis tres hermanos y leerlos marcaba una tradición familiar”.

Carolina, licenciada en comunicación y fotógrafa, escoge otra colección: Elige tu propia aventura [R. A. Montgomery y Edward Packard] porque “me encantaba elegir el final, me sentía constructora y parte de la historia”. “Mis favoritos eran La tribu perdida y Perdidos en el Amazonas. Éramos cinco amigas, tanto nos gustaban esos libros que cada una compraba uno y después los intercambiábamos”.

Liliana (psicóloga y lectora empedernida) cuenta cómo surgió su pasión por la lectura: “en verano solía pasar unos días en casa de mis abuelos y en el altillo encontré unas revistas Leoplan en las que se publicaban novelas por entrega. Tendría unos 11 años y Laura de Vera Caspary me fascinó con el encanto adicional de lo prohibido. A partir de ahí me volví fanática de la lectura en general y de la novela policial en particular”.

Adriana, que tiene una marcada profesión docente, comparte un recuerdo familiar cargado de valores cuando, junto a sus hijos pequeños, disfrutaban Buscando a Wally porque “era un desafío [para ellos] y porque lo podíamos resolver en equipo”.

Osmar, médico y deportista, cuenta que el libro de su niñez es La vuelta al mundo en 80 días de Julio Verne. “Me cautivó la idea de viajar y conocer otras culturas. Creo que, de alguna forma, me sentía identificado con el protagonista, Phileas Fogg, que se embarca en una empresa que muchos creían imposible. Cuando lo leí yo ya estaba embarcado en mi viaje con destino a recibirme de médico. Y como el protagonista, a pesar de dificultades y opiniones pesimistas, logré completarlo. Y de `yapa´ he podido conocer varias ciudades que Fogg visita en su viaje”.

 

Gladys (maestra jubilada) relata que fue una niña que aprendió a leer sola, de tanto frecuentar los libros, las revistas, los cómics y los periódicos. “El estímulo de una hermanita mayor, que silabeaba sus libros desde los 4 años, sirvió de apoyo también. Tuve, desde la primera infancia, pasión por la lectura y mis padres me regalaban un libro de cuentos cada semana, que yo me encargaba de tener entre manos durante los siete días. Primero los miraba, después les ponía palabras inventadas y finalmente los pude aprender a leer sola. Eran libros que venían acompañados de un elemento adosado a la tapa (por ejemplo, El Conejito Pedro [Beatrix Potter] traía una regadera en miniatura) comprados en la librería del London París. Adoré unos libros grandes, de tapas duras y coloridas ilustraciones, de Constancio Vigil. La Gallinita Colorada fue mi libro de cabecera durante muchísimo tiempo y le siguió La Hormiguita Viajera”.

 

Los recuerdos de Rosita (que sabe italiano, español y es una entusiasta tejedora) son muy ricos, pues dan cuenta de prácticas y valores que marcaron a muchas generaciones. La historia que compartió es una descripción antropológica que recrea mucho más que el ejercicio de la lectura. “En mi infancia no hubo muchos libros. En el bus [montevideano] vendían unos libritos muy baratos de 6 u 8 páginas con muy lindas ilustraciones y poco texto. Eso era lo que me compraba mi papá. Los dibujos eran muy delicados con pájaros tipo chinos o japoneses. También recuerdo que él compraba Unión Soviética y China Popular. ¡Qué tiempos!, con mucho blanco y negro, poca cosa a color y siempre [con protagonistas] felices y regordetas, mujeres de mejillas muy sonrosadas y ataviadas con trajes típicos muy coloridos. Las revistas rusas eran significativamente más atractivas que las chinas. De las rusas saqué una enseñanza que creo muy lógica y buena, aunque no practico: quien hace trabajo físico duro debe jugar al ajedrez para descansar, y el oficinista debe practicar ejercicios físicos. Además de explicarlo en los textos, había dibujos muy esquemáticos pero impactantes (el del ajedrez prácticamente lo estoy viendo). Y con todo eso supongo que llegué al fin de la infancia”.

Gabriela encuentra en los libros que marcaron su niñez referencias a su profesión de psicóloga: “Platero y yo [Juan Ramón Jiménez] y Rosinha, mi canoa [José Mauro de Vasconcelos] marcaron mi infancia por los vínculos afectivos que se desarrollaban en las narraciones”.

Sylvia (profesora de cocina y experta en economía doméstica) y Cecilia (psiquiatra y profesora de inglés) recuerdan las sagas de Enid Blyton: Los cinco, Los siete y Torres de Malory por las aventuras y por la descripción de vidas, vínculos y personajes que transitaban entre la realidad y la fantasía.

Jennifer —inspiradora de esta reseña, además de entusiasta deportista y madre de Lucas— dice que Pateando Lunas de Roy Berocay fue su libro favorito. “Me lo prestó una maestra en una escuela de Durazno y lo leí en tres días. Me fascinó la historia de una niña que jugaba al fútbol, algo que no era común en esa época”.

Mónica (profesora y cocinera) aporta que en su infancia leía revistas, cómics y novelas rosa. Su madre es una lectora contumaz y su padre “era un hombre con poca instrucción y mucha preocupación por la educación de sus hijos”. Recuerda que cuando era niña le regaló La cabaña del tío Tom [Harriet Beecher Stowe], un libro que actualmente considera que fue una influencia decisiva en su vida adulta. “También me regaló una enciclopedia de arte que aún conservo y que creo que guió mis intereses posteriores”.

Alejandra, maestra y triatleta, dice que de chica le regalaron muchísimos cuentos, “pero La Cigüeña Agradecida [Ana Herring] me encantaba y pedía que lo leyeran una y otra vez. Siempre le decía a mi mamá que el final era triste, yo quería que fuera diferente y ella me explicaba que cuando creciera iba a entenderlo mejor.  Soy maestra desde hace 24 años y todos los años lo narro en clase, es un cuento en el que valores como el amor y la ayuda que le brindamos a los demás tienen su recompensa. Siempre pensé que el final debería de ser otro, pero cuando crecí entendí el mensaje de esta leyenda japonesa: con pequeños gestos o acciones podemos cambiar la vida de los demás y la nuestra también”.  

Dice Eglé que de pequeña leía desde fábulas hasta historietas: “La Pequeña Lulú [Marjorie Henderson Buell] era mi heroína total, peleando contra el machista club de Tobi. Las pobres princesitas de Disney esperando al héroe-príncipe no me emocionaban para nada… [eran] muy bobitas. Y compartía con mi hermano desde El llanero solitario [Fran Striker] hasta Súperman [Jerry Siegel y Joe Shuster]”. La historia de lecturas de Eglé creció y se enriqueció con su profunda formación como docente de Español.

Mario, escribano, bibliotecólogo y poeta, menciona que “De los Apeninos a los Andes [es su libro favorito]: era un niño pasando aventuras complicadas. Eso fue lo que me atrajo”. Marco, de los Apeninos a los Andes es un relato breve de ficción de Edmundo de Admicis que forma parte de la novela Corazón. En formato libro primero y en un ciclo televisivo después, esta historia cosechó ríos de lágrimas en muchas generaciones. Algunos de nosotros comenzábamos a llorar con solo escuchar las primeras estrofas de aquella canción que decía «No te vayas mamá, no te alejes de mí, adiós mamá, pensaré mucho en ti…”. El destierro y la emigración parecen ser temas que despertaron el interés desde los griegos y que en la actualidad nutren la prensa diaria.

Fiorella que está finalizando su formación como psicóloga cuenta: “amé Misterio en el Cabo Polonio de Helen Velando, fue especial, lo leí varias veces. Me hizo soñar con ese lugar, por lo mágico y diferente que era, su historia. Porque era simple y hermoso en la descripción. Siempre quise conocer El Cabo, fui y me encantó. Además, comparto el interés del libro con Leo, mi novio”.

Para Diego (que está terminando la Secundaria y le apasionan la música, el fútbol y la lectura) en la niñez y recién entrada la adolescencia los libros de Tolkien (El Señor de los Anillos, El Hobbit y Silmarillion) fueron muy importantes por “la fantasía que retrataban. Y porque las aventuras de esas historias no eran meras aventuras truchas de cuento de niño, sino que tenían valores, una finalidad gloriosa y honorable; supongo que todo eso me atrapó”.

Nacho cursa el liceo y ama el deporte, además de la lectura. “El muro de Daniel Baldi me encantó ya que habla de un tema muy importante para mí: la unión de gente de un misma franja etárea, sin importar la clase social en la que se encuentren. [Esta historia] confirma algo en lo que creo, que el deporte une, no separa ni genera odio. El libro es sobre un niño que vive en un barrio privado y que sueña con jugar al fútbol con los vecinos que viven en una zona humilde. Los padres de este niño tienen una imagen muy negativa de los vecinos de la `zona prohibida´ y estos opinan lo mismo [en relación con] los residentes del barrio privado. El libro es fácil de leer, atrapante y marca la realidad de muchas personas”.

Martina va a la escuela y tiene una marcada inclinación musical. Imaginarius de Marcos Vázquez es el libro que más le ha gustado “porque es de aventura y fantasía y me encanta la aventura”. En el colegio, además, tuvo la oportunidad de charlar con el autor. Agustina tiene la misma edad e intereses similares y en relación con los libros cuenta: “Susana Olaondo es mi ídola y me gusta toda su colección. Mi favorito es Palabras”.

A Lucas le gusta leer y sabe tanto (a pesar de ser un niño en etapa escolar) que lo ¡han aplaudido en talleres literarios! Con naturalidad y demostrando su rica trayectoria como lector, dice que «cuando era chiquito me gustaban los libros de Susana Olaondo o Verónica Leite porque tienen muchos dibujos, ahora que soy grande me gustan los de aventura, misterio y suspenso como los que escribe Helen Velando. También me gustó mucho la serie Mondragó que son siete libros, es una historia de dragones y tres amigos. El colegio de los chicos perfectos [Federico Ivanier] también está rebueno».

Los recuerdos de grandes y chicos ofrecen un amplio panorama de la literatura infantil. De las elecciones realizadas por los más jóvenes surge un repertorio de autores nacionales que vale la pena conocer para leer con ojos de niño, regalar o narrar. Y entre los clásicos mencionados, también hay historias para revisitar y volver a soñar.

Este desfile de recuerdos es una oportunidad para que grandes personajes vuelvan a pasar por el corazón. Las referencias literarias mencionadas, como dice Gloria, “resumen vida y rebeldía” y en palabras de Mónica, son elecciones personales o de referentes que “guían intereses posteriores”. Los recuerdos literarios no son simples anécdotas, sino que dan cuenta de enseñanzas, encanto, fascinación y desafíos planteados.

 

Los balances del año: para estar al día en lo mejor de 2016

La artificialidad del calendario gregoriano nos pone, una vez al año, de cara a un fin y un nuevo comienzo. Diciembre es tiempo de balances y en los últimos días se acrecientan las listas que enumeran lo mejor y también lo peor del año. Están las clásicas evaluaciones de libros, películas, hechos y sorpresivamente la temática se ha ampliado a los más diversos temas. Diarios, revistas y organizaciones se encargan de dar sus veredictos y los consumidores nos vemos un poco aturdidos, muchas veces.

BBC.com dio a conocer un reportaje titulado “¿Cómo recordarán los historiadores del futuro el año 2016”. El artículo, que contiene fotos, datos y reflexiones muy interesantes, resume que el año será visto como un punto de inflexión en la historia.

#AsíLoVivimos es la etiqueta que usó CNN para el relevamiento de lo mejor del año. Y la noticia elegida fue la de la victoria de Donald Trump a la presidencia de los EEUU.

En el mundo del cine y la televisión, la revista Privilege elaboró varias listas: las diez mejores películas del año, las diez más románticas, las películas del año para ver en Netflix, etc.  En términos musicales, El País de Madrid hizo alusión a la gran cantidad de pérdidas del año y al nobel de Literatura que recibió a Bob Dylan. Temas visitados una y otra vez que, por su relevancia merecen estar en el balance de 2016, sin lugar a dudas.

En libros las listas son numerosas, la mayoría de los diarios hacen las suyas, también las editoriales y los críticos literarios. Los intereses corporativos se entrecruzan y el panorama de lo mejor del año se torna inabordable, más allá del interés por estar al día en las novedades literarias.

Entre tanto resumen, Babelia (El País de Madrid) ofrece una escueta lista de diez imperdibles y en primer lugar aparece Manual para mujeres de la limpieza, de Lucia Berlin (editado por Alfaguara), un libro que tiene el privilegio de ubicarse en los peldaños superiores de varios balances.

La novela negra, un género que crece en adeptos día a día, también tiene sus decálogos. Elemental (El País de Madrid) realizó un repaso entre blogueros, libreros, escritores y organizadores de festivales para elegir lo mejor que se publicó en el género en 2016.

En relación con la fotografía, ámbito en el que abundan las mejores colecciones del año, National Geographic publicó la suya. La colección es fantástica y estremecedora por momentos.

Por su parte, la BBC publicó “12 fotos espectaculares para 12 meses llenos de drama: 2016 contado en imágenes”. La galería incluye imágenes impactantes que dan cuenta de importantes hechos históricos, del alcance de la miseria humana, de la riqueza cultural del mundo y del elevado nivel artístico de ciertos fotógrafos (ver mayo, fotomontaje de Jim Dyson).

Los diarios, fundamentalmente los de mayor renombre y tirada, elaboran las listas de los personajes del año. Para la revista Time, el elegido fue Donald Trump. Resulta sorprendente la gran cantidad de organizaciones que eligen al “personaje del año”, un galardón que en muchos ámbitos tiene relevante notoriedad.

La Fundación para el Español Urgente (Fundéu.es), una de mis páginas favoritas, investigó  cuál es la palabra del año. Es la cuarta vez que la entidad realiza un estudio de esta naturaleza entre las palabras que “han estado presentes en la actualidad informativa y manifiestan algún interés o curiosidad desde el punto de vista lingüístico”. Las candidatas en 2016 fueron: sorpaso, bizarro, youtubero, populismo, LGTBfobia, posverdad, abstenciocracia, cuñadismo, nigufoneo, vendehumos, papilomavirus, videoarbitraje. La palabra elegida se conoce el último día del año.

Miquelpellicer.com (blog colaborativo sobre comunicación) dio a conocer una lista de los cien mejores artículos sobre periodismo publicados en el año. Hay notas en inglés y en español que refieren a la comunicación y temas afines, obviamente. Como la temática es amplia, no solo es de interés para quienes trabajan en comunicación, además algunas notas se destacan pues sus autores son periodistas con oficio de buena escritura.

El mundo de la moda no queda al margen, como es de esperar. La revista Elle catalogó a Gigi Hadid como “la” modelo del año luego de haber obtenido el primer lugar en la premiación Fashion Award (Londres). Para Marie Claire, Giambattista Valli fue el diseñador estrella del año por su “aproximación intelectual” a la moda.

TripAdvisor otorga sus premios y a través de las puntuaciones de usuarios y expertos determina los mejores en diez categorías: hoteles, complejos turísticos con todo incluido, destinos, destinos emergentes, playas, islas, sitios de interés, atracciones, museos y restaurantes.

No todas las listas refieren al año vivido, para planificar el año próximo, Forbes creó el listado de 21 lugares excepcionales para conocer en 2017. Desde las Filipinas a Georgia, la reseña aporta sugerencias exóticas a partir de la opinión de expertos en viajes. Buenas idea para planificar o al menos soñar.

Las listas de lo mejor del año abundan y hay muchísimas que las reseñadas en este breve texto. Algunas de las mencionadas resultan originales y otras ya son clásicos, y todas aportan tema para pintorescas conversaciones entre amigas. Incluso algunas, aportan interesantes datos de lectura, cine, series.

«La carne» es un libro que entretiene y forma porque, una vez más, Rosa Montero demuestra un estricto ejercicio periodístico

Rosa Montero es una reconocida periodista y escritora española. Si bien no domino su obra con exhaustividad, sigo a Montero con cierta regularidad pues me interesa como periodista, fundamentalmente. Me gusta la investigación, recurrente, que ha realizado en torno a la mujer. En particular, devoré Historias de mujeres (Alfaguara, 1995) que recoge la vida de atrevidas féminas reseñadas semanalmente en El País de Madrid.

En La carne (2016, Alfaguara, su última novela), la periodista española plantea cuestiones filosóficas y también terrenales de la vida de una mujer que acaba de cumplir sesenta años. Montero, una vez más, ofrece la cruda descripción de las implicancias de vivir. En ciertas ocasiones se ha ocupado de la locura, de las relaciones amorosas insanas, del dolor del amor no correspondido, y en esta oportunidad se enfrenta a la vejez, además de otras cuestiones.

Con una prosa sencilla y la cadencia de quien maneja la escritura con soltura, la escritora exhibe, como en un juego, temas de alcance filosófico y algunos de los prejuicios de la sociedad occidental contemporánea. El juego comienza con el nombre de la protagonista: Soledad Alegre, y en el oxímoron emerge la primera muñeca rusa: ¿el retiro del desamparo (la soledad) puede vivirse como un sentimiento grato que suele manifestarse con signos exteriores de júbilo? En la historia de Soledad hay momentos en los que sí porque, como demuestra la autora, la soledad también puede vivirse por elección y con regocijo.

Además, a partir del nombre de la protagonista, la escritora plantea otro asunto: el legado de la designación. Soledad es una persona solitaria y Dolores, su hermana, es una mujer signada por la enfermedad. Montero toma partido en relación con la construcción de realidad a través de la palabra con varias cartas: Soledad, Dolores y Adam (el primer hombre), el protagonista masculino de la historia.

Y como si esos trucos no bastaran, Montero se mete con la prostitución masculina para indagar sobre prejuicio muy arraigado. Porque la novela comienza con un hecho casi pueril cuando Soledad contrata a un gigoló (Adam) para montar una ingenua escena de celos. La historia se desarrolla más allá del suceso que no termina en una noche.  Detrás de los encuentros con el prostituto, casi un pretexto, el tema central es el deterioro físico que se “entreteje con las historias de los `escritores malditos´ de la exposición que [la protagonista] está organizando para la Biblioteca Nacional”.

La carne es un libro que entretiene y forma porque, una vez más, Rosa Montero demuestra un estricto ejercicio periodístico. Los `escritores malditos´sobre los que trabaja Soledad —que es gestora cultural—, al igual que ella, se encontraron con que “al final todo acaba por desembocar en el amor [y] en el daño”. Y entre esos escritores que emergen mientras transcurre la historia, surge la propia Rosa Montero como periodista: un guiño que sienta bien porque la autora se lo merece y porque, además, se ríe de sí misma.