Entrevista a Carla Liguori, Kit Creativo
“Amo Kit Creativo. Lo descubrí hace un par de años de casualidad y ¡todo lo que les encargo es perfecto! Original, práctico y súper útil. Desde el kit ‘Es Mío’ para mis nenas, sorpresitas para cumples, hasta el sello de mi empresa que lo adoro. Son unos genios”. Mariana
“He comprado varias cosas, productos para mi hijo, encargué souvenirs para fiestas infantiles y de adultos… todo es excelente, entregan en tiempo y forma, y no hay sorpresas. Lo que ves en la página, es lo que te llega”. María
¿Qué tiene Kit Creativo para producir reacciones así? ¿Por qué en las redes sociales estos comentarios? Kit tiene trazos de autor, diseño bien pensado, un envoltorio específico y, lo más importante, ofrece soluciones a medida. Kit tiene pasión y lo muestra Carla, su creadora.
En la piel
Entre un proveedor que no había cumplido con un pedido y la instalación del POS (punto de venta con tarjetas de crédito y débito), Carla Liguori (40) dedicó 30 jugosos minutos en los que relató, con apuro y mucha pasión, su historia como emprendedora. Habló rápido, por las circunstancias, aunque parece que siempre lo hace. Habló con orgullo, el de una persona que invierte muchas horas, tiempo y energía a su trabajo. Habló con compromiso y mostró los desafíos a los que se enfrenta día a día. Habló con sinceridad.
Carla trabaja sola y en épocas de zafra —en especial antes del comienzo de clases— subcontrata a un amigo que la ayuda a cumplir con los pedidos. También, se respalda en un grupo de mujeres con emprendimientos similares que ofician, entre sí, como curadoras de productos y servicios. Testean, comentan, opinan y se ayudan con el propósito de mejorar lo que ofrecen. Hacen gestión del conocimiento desde la práctica y muestran, de esa manera, nuevas formas de trabajo y de colaboración.
De niña, Carla miraba al “tío Víctor y sus marionetas” (Cacho Bochinche, canal 12) e hizo todas las manualidades propuestas en el programa. Al llegar el momento de elegir profesión, su mente creativa y manos laboriosas la llevaron a la Escuela de Artes y Artesanías Dr. Pedro Figari (UTU) donde estudió publicidad gráfica. Mientras cursaba el último año, consiguió una pasantía en una agencia de publicidad. Se probó en ese ámbito y en más de una oportunidad volvió a trabajar en agencias, pero lo suyo es el diseño de productos.
En el espíritu
Formó parte de un proyecto que se llamó El Piso, un espacio multimarca en la Galería Madrileña. Junto a otras emprendedoras, fueron pioneras en un rubro que hoy tiene fuerte presencia. Aquel proyecto comenzó en 2003 y duró un año y medio. Después continuó involucrada en el rubro, en Ciudad Vieja, en “aquel intento de circuito de Diseño con Imaginario Sur, Ana Livni y otros”. “Éramos varios en la cuadra, era una zona que prometía, esperábamos la peatonal que se hizo después, fue una experiencia muy rica pero no funcionó”. En aquel momento hacía productos de PVC (también conocido como vinilo) y gel; artículos utilitarios porque ese ha sido su sello, “siempre buscando nuevos productos, en la eterna búsqueda de algo nuevo”.
Tiempo después, volvió a trabajar en una agencia de publicidad, “aunque no aguanté mucho, buscaba otra cosa”. Los vínculos cosechados en ese ambiente le permitieron, más tarde, ofrecer soluciones para lanzamientos, regalos empresariales y BTL (“below the line”, una forma personalizada de contactar a miembros de un mercado específico).
Tiene el producto metido en la piel, tanto que para su casamiento (2010) armó los más diversos detalles, pero no podía encargarse de todo y contactó a una asesora de bodas que la ayudó en la organización. Quedaron vinculadas y le siguió pidiendo pequeños obsequios para casamientos y 15 años. Así se afianzó Kit Creativo que había surgido un año antes, aproximadamente. A los regalos empresariales, incorporó detalles para bodas y cumpleaños. “Después me encontré con que la zafra de bodas es muy acotada y tuve que buscarle la vuelta para trabajar todo el año. Veía potencial en Facebook, que la gente consumía el producto terminado a través de las redes, y comencé a desarrollar productos específicos”, agrega.
“Cuando tuve a mi nene me encontré en el mercado de las madres y busqué proveer soluciones. Encontré el sello textil, investigué y me di cuenta de que no había en Uruguay, tampoco en Argentina ni en Brasil. Me contacté con el importador, me trajo unas muestras y las vendí en una hora. Me jugué con una importación más grande. Era mi producto estrella hasta que el importador no me dio la exclusividad y, en menos de un año, surgieron otros. Se me cayó el modelo de negocios que había armado y me obligó a buscar otras salidas nuevamente”.
Con el cuerpo
Carla menciona que su historia es la de correr contra la copia y la imitación luego de haber pensado, probado y desarrollado un producto. Agrega que le ha sucedido en varias oportunidades, sabe que esa es la dinámica y está preparada mentalmente para sobrellevar esos obstáculos. Aunque comenta que, muchas veces, es agotador. Por otra parte, convive con emprendimiento volátiles que no tienen las cargas impositivas de impuestos y obligaciones fiscales. “Es súper desleal porque no hay una regulación al respecto”. “El desafío constante es correr, la energía de la investigación, del desarrollo y de mantener los contactos, y luchar contra el que vende más barato porque no paga impuestos”.
Procura estar al día con los cambios de Facebook e Instagram, estudia si Etsy es viable y analiza todas las herramientas que necesita para sobrevivir en el mercado. Ha incorporado talleres también, lo hace con socios y siempre con temáticas afines a su marca. Mientras narra y detalla, acelera el ritmo de la conversación, como si corriera. Se agita, incluso. Parece como si se cansara y, con honestidad, aclara que muchas veces la invade el hastío. Pero sigue, porque en su esencia está crear, mostrar y resistir en un mercado chico que se satura rápidamente.
Kit está en la web y en las redes sociales y también en ferias específicas que Carla usa para mostrar sus productos porque “hay gente que no usa Facebook o Instagram y otros que solo compran cuando ven”. Entonces, “las ferias me ayudan a llegar a otro público y que me conozcan más”, agrega. Además, está implementando un sala de exhibición en su taller. Vive permanentemente entre la búsqueda de la estabilidad y los desafíos que el mercado le impone y también aquellos que pugnan por salir de su interior. “Porque no puedo estar siempre en lo mismo, necesito el cambio”, afirma con contundencia y una sonrisa.
Carla sintetiza los valores del nuevo emprendedurismo que se ha desarrollado, entre otros, a partir del auge digital. Con el impulso de las redes sociales, estos artesanos ofrecen ―en su entorno y al mundo― productos y servicios de alta calidad. En ella, al igual que en otros tantos que han florecido en nuestro país, se visualiza un fuerte espíritu creativo, el trabajo constante, cierto arrojo y un énfasis permanente en el aprendizaje. Son valores en los que vale la pena reparar, imitar y apoyar.