Café Estudio celebró su primer aniversario

El 1º de octubre, Día Internacional del Café, la cafetería de Stefano Delmonte cumplió su primer año. Café Estudio, en Avda. Uruguay casi Tristán Narvaja, es un local de barrio, con el encanto de lo cercano, para «darse el gusto de un café y un bocado casero todos los días», comenta el emprendedor, un contador «tomador de café» que se sumó a la movida gastronómica de Montevideo.

Hace un año Café Estudio abrió al público luego de remodelar en dos semanas un local que decía realmente poco y que hoy es elocuente. Stefano confiesa todo lo que aprendió de un rubro que le era desconocido, y lo mucho que todavía le falta. «Cambiamos el aspecto, generamos un living para descansar y espacios para estudiar o trabajar, agregamos y quitamos productos de la carta, incorporamos un bicicletero y un dog parking. Sumamos libros y juegos, cambiamos la vajilla plástica porque nos ocupa el ambiente, y fomentamos que el público traiga su propia taza. Ese es el balance: ¡más que positivo!», agrega Stefano.

Las claves de Café Estudio se apoyan en la calidad, el servicio, la actualización y generar comunidad. Para ello, Stefano se encarga de las redes sociales que no descuida en ningún momento. Además, lideró cinco ediciones de Fuscafé (una movida que congrega preciosos Fuscas, otra de las pasiones de Stefano), la cafetería alojó un programa de Café con Ruedas, «además de los tantos encuentros cotidianos de los que también somos parte», agrega Stefano.

Para celebrar el primer aniversario, Café Estudio esperó a los clientes con guirnaldas, globos y un caja de regalo con las tortas caseras que más los identifican (scones, pastafrola de dulce de membrillo y brownie de Óreo). Quedó pendiente un nuevo Fuscafé que estaba planificado para el Día del Patrimonio (5 y 6 de octubre) y que debió posponerse, pues la avenida Uruguay está en remodelación.

El próximo año, Café Estudio incorporará novedades gastronómicas y encuentros musicales, «siempre atentos a las solicitudes de los clientes que seguirán encontrando significativas porciones de productos caseros a precios accesibles», café en grano de Lavazza y un servicio muy afectuoso.


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En Café Estudio, en el Cordón, se realizará el tercer Fuscafé del Uruguay, un encuentro de «escarabajos» dignos de colección. Será el sábado 9 de febrero de 2019, a partir de las 09:30 h, bajo los plátanos de la calle Uruguay. Los dueños de los Fuscas mostrarán sus máquinas, habrá fotógrafos, seguramente muchos elogios para los autos y se podrá tomar café.

Stefano Delmonte es un emprendedor nato, de esas personas que siempre están «mirando, averiguando y proyectando números, siempre pensando en hacer algo». Confiesa que nunca daba el paso, pero en setiembre de 2018 encontró un local en el Cordón que le pareció perfecto y se animó a crear Café Estudio, un «espacio para compartir un buen café y comida casera, mientras despejás tu mente o te concentrás en el estudio».

Además de las iniciativas empresariales y profesionales —Café Estudio en particular— Stefano tiene otra pasión: es aficionado a los Volkswagen, «tengo un Fusca desde hace seis o siete años. Gracias al auto tengo amigos con los que compartimos historias, más allá de los fierros. No solo en Uruguay, también en Argentina, Brasil y Paraguay». Un conocido de Brasil organiza Fuscafés y Stefano importó la idea. Llevó a cabo dos en 2018 y el primero de 2019 se realizará el sábado 9 de febrero. «Buscamos generar una juntada en un horario descontracturado, a las 9:30 AM, para intercambiar piques y mirar los autos», aclara Stefano. «Vienen los que les gusta el café, los que tienen un Fusca clásico y la gente interesada en los autos. Se suman los spotters que sacan fotos y que suben a Instagram. Es una comunidad que crece».

Café Estudio está sobre la calle Uruguay, casi Tristán Narvaja, una cuadra que se vacía durante los fines de semana y en la que que se puede estacionar en ambos lados. En cada Fuscafé, la calle se puebla de autos bien cuidados y lustrosos que cosechan miradas y hasta piropos. Los dueños contemplan sus máquinas con orgullo, cuentan detalles de las remodelaciones y se pasan datos. Los fotógrafos buscan captar el brillo y esos detalles que hablan de dedicación y de amor. Y, mientras tanto, toman café gourmet que, los sábados, sirve el propio Stefano.

Café Estudio: estar atentos y complacer demandas

Stefano siempre quiso tener una cafetería, «ambientada con autos y con una explanada para estacionarlos». Un domingo, paseando por la feria de Tristán Narvaja, vio el local. Dice que estaba atento porque un amigo quería poner un negocio y tanto le gustó que inmediatamente se imaginó su emprendimiento: una cafetería. Aunque no la pudo ambientar como soñaba, «es un comienzo que sirve para aprender sobre el rubro, además», aclara con convicción y entusiasmo.

En dos semanas, con el apoyo de su familia y de su novia, contrató un pintor mientras creaba la empresa, abría la cuenta bancaria y seleccionaba las mesas y las sillas. Le pidió la barra —en compensado ocv— a un amigo y, cuando terminaron de pintar, hizo llevar todo el mobiliario, coordinó con Lavazza y logró abrir el 1° de octubre, el Día Internacional del Café.

El interiorismo de la cafetería es sencillo, con dos temáticas preponderantes: el café y el estudio. Del diseño se encargó Stefano que es contador, pero que se da maña para todo, tanto que se encarga de las redes sociales y de escribir el pizarrón de afuera cada sábado (elige una frase motivacional y la decora muy bien). Cocina su suegra, pues es un emprendimiento familiar. Sirven café Lavazza en grano y en la carta hay bocados dulces y salados. En Café Estudio el tamaño importa: «en la Facultad hice amigos del interior y recuerdo que se fijaban en dos cosas, el precio y en el tamaño. En homenaje a ellos nuestras porciones son grandes», aclara Stefano.

El espacio de Café Estudio está bien aprovechado y cada metro cuadrado exhala esmero. Abajo hay una barra en las que se lucen los brownies, los alfajores, las pastafrolas y las tortas de zanahoria; hay dos mesas cuadradas que se pueden unir y una barra frente a una de las ventanas. Proliferan los enchufes para cargar computadoras y celulares y, en uno de los laterales, hay una mesa auxiliar hecha con las patas de una máquina de coser Singer y el paragolpe de un Fusca. «Es la última incorporación, para desagotar la barra. El paragolpe me lo regalaron unos amigos», dice Stefano mientras lo contempla y describe.

Por una escalera de metal se llega al entrepiso en el que hay un living pensado para grupos de estudio o reuniones. «La cafetería está abierta a diferentes iniciativas. Se hizo una charla de maquillaje, por ejemplo. Me escriben por Instagram y coordinamos para que el espacio esté disponible», dice Stefano mientras está atento a los clientes. «Apuntamos a complacer las demandas, siempre estamos escuchando a los clientes. Por ejemplo, al principio trabajábamos con descartables y después cambiamos a vidrio, loza y cubiertos para no tirar tanto, salvo para take away, por supuesto».

Las luces vintage del exterior, los banderines, el cartel y los tentadores bocados que se ven desde los ventanales invitan a entrar. En el interior de Café Estudio hay calidez y la clara intención de «llegar al corazón de los estudiantes y de los amantes de los Fuscas».