
Sabía que un nuevo libro de Fernando Butazzoni estaba por salir al mercado, me lo dijo un librero que conoce mis gustos literarios y que, con sus sugerencias y opiniones, pauta mis lecturas.
Días después lo vi en la librería que trabaja —tengo dos librerías de confianza en este momento y soy muy fiel al trío que conformamos—, fui en búsqueda de una autora mexicana que acaba de ganar el Pulitzer en la categoría memorias. Pero Tierra mínima de Butazzoni ya estaba en la mesa de novedades y cambié de opinión al instante porque, por otra parte, la Biblioteca Ceibal (¡qué gran hallazgo!) tiene disponible El invencible verano de Liliana, la obra de Cristina Rivera Garza recientemente premiada.
Comprado el libro de Butazzoni, decidí —incluso lo publiqué en redes— comenzar a leerlo el fin de semana. Era martes y seguí con Rivera Garza, aunque avancé poco porque en la semana leo a ritmo de caminata cansina. El jueves no pude con mi ansiedad, abrí el libro del uruguayo y ya no pude parar en, lo que Nora Ephron llama, un «estado de arrebato».
Leí tanto entre la tarde del viernes y el sábado, que para el domingo me quedaban unas pocas páginas. Tierra mínima me dominó por forma y contenido: es un libro limpio y bien escrito, es tajante y conmovedor. El autor se la juega y quien lee también, porque no hay otra forma de decodificar qué significa el desenterramiento de una sepultura clandestina en un cuartel.
Como en Crónica de una muerte anunciada, se sabe qué va a suceder y el autor, con pericia, sostiene la trama, fija la atención, maneja el tiempo e introduce diálogos y extractos del diario de campo del equipo de antropología con un único propósito: denunciar hechos del pasado y zancadillas mezquinas del momento, además de demostrar el arrojo de otros.
Este es el libro del cuándo: ¿cuándo van a aparecer todas las piezas del esqueleto?, ¿cuándo van a llegar los familiares?, ¿cuándo se va a saber de quién es? Fluyen, por supuesto, otras interrogantes: queremos saber qué pasó, queremos saber quiénes lo hicieron y, aunque sea una pregunta retórica, queremos saber por qué. Saber es un derecho y esta obra lo reivindica.
Tierra mínima es una clase de periodismo, de tratamiento de fuentes y de datos, de presentación de un gran tema y de los que lo rodean, y de cómo perfilar personajes. Es también un texto sobre la antropología como disciplina y, aunque al autor no le guste, un ejemplo categórico de no ficción novelada.
Mayo, que es el mes de la Marcha del Silencio, es adecuado para un libro así. Aclaro —por aquello de que quien avisa no traiciona— que no se trata de una lectura inocua y que amplificará los «¡nunca más!».
Agradezco la amalgama de causalidades y casualidades que me hizo una lectora tenaz, pues una obra así fortalece mi condición de persona y ciudadana. Tierra mínima es el libro número 32 del año y obtiene la calificación máxima —conste que en este verano leí MANIAC (Benjamin Labatut), La llamada (Leila Guerriero) y La primera mano que sostuvo la mía (Maggie O’Farrell), obras de sublime nivel que han elevado la vara de las lecturas de 2024—.
Obra: Tierra mínima
Autor: Fernando Butazzoni (Montevideo, 1953)
Año y editorial: 2024, Alfaguara (colección Narrativa Hispánica)
Descripción: no ficción novelada
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