Molde y prejuicios en «Mil quinientos días en la cárcel por error»

Contexto de lectura

Hace menos de un mes que el último libro del periodista Mauricio Sabaj está en librerías. Parte de la historia que él cuenta se desarrolla en el ex Comcar —actualmente penitenciario de Santiago Vázquez—. En esta misma locación, el 25 de setiembre murieron seis personas recluidas en un incendio intencional.

Ya había leído el libro cuando sucedió el hecho y no pude más que estremecerme por la situación y porque Sabaj sitúa y describe un ámbito inhóspito que se caracteriza por la despersonalización y la crueldad.

Había visto el anuncio del libro en redes. Estaba al tanto de que el autor trabajaba en el texto, pues lo conozco y, además, leí y reseñé, hace dos años, su obra sobre Alejandro Atchugarry (*). La primera alerta periodístico-literaria se prendió y conseguí Mil quinientos días en la cárcel por error de inmediato.

Lo abrí días después, al llegar a la peluquería. A la hora y media salí y seguí leyendo. Tres horas más tarde ya lo había terminado. Es cierto que leo rápido y que la obra es breve, pero corresponde mencionar que el mérito es del autor porque logra plasmar una historia inquietante que interpela.

Para escribir la reseña, volví a mirar, leer y relacionar con detenimiento. Me valí de las marcas apuradas que había hecho en la primera lectura. El libro volvió a engancharme y me gustó, una vez más.

«Quien entra al Comcar no es el mismo al salir»

Jonathan Farías (JF) es el tercero de nueve hijos de siete padres diferentes. Su padre lo abandonó de bebé y su madre murió cuando él tenía 16 años. Se viste como un plancha y vive en una casa que hace juego, en un entorno acorde. Es el arquetipo de un molde que despierta prejuicios en una «sociedad deficiente que produce muchachos así» (pág. 44).

JF fue acusado de robar un supermercado y un cibercafé. Estuvo preso cuatro años y cuatro meses: 1595 días. Se acostumbró a vivir en la cárcel, a no poder dormir tranquilamente, a defenderse, al ruido y al silencio. Aprendió los códigos. Estudió y trabajó un poco. Tuvo una hija. Consiguió una abogada que demostró la inconsistencia de su caso y el cambio se logró debido a la interpretación de la prueba. JF salió. Comenzó otro periplo y el final —que no adelantaré— cumple con el designio de «quien entra al Comcar no es el mismo al salir» (pág. 9).

El autor confiesa que no creyó en la historia que JF le contó. Pero la chispa periodística se prendió, comenzó a investigar y se involucró genuinamente (como persona y como profesional). Se entrevistó siete veces con el protagonista y extendió el mapa con especialistas en diversas disciplinas. También se nutrió de otras experiencias carcelarias y relevó situaciones en las que la Justicia no es tan justa. Estas miradas y datos, su rigor periodístico y sensibilidad dan marco y espesura al hecho y al personaje.

El resultado de la investigación de Sabaj es una obra de no ficción contada con la riqueza del periodismo narrativo. El autor se vale de comparaciones que ayudan a entender un encierro de cuatro años y cuatro meses o cómo una cicatriz es una historia que, en algunos casos, puede dar cuenta del carácter.

Las descripciones de la vida en prisión —la bienvenida, la mala comida, pasar de módulo a módulo, dejar las pertenencias al salir— permiten reconstruir un modo de vida que nos es ajeno. Las escenas (las peripecias para tener sexo o el hacinamiento), los cambio de ritmo en el texto, el relato policial y jurídico y las voces subsidiarias aportan matices, agobio, desesperación y, por momentos, ilusiones.

La cárcel es un encierro permanente que «aísla delincuentes y los junta» (pág. 93), es una escuela que fogonea la criminalidad y un dispositivo que potencia problemas psiquiátricos. Aquí estuvo JF el tiempo en el que un estudiante universitario finaliza una licenciatura. Salió sin herramientas para insertarse socialmente. Su barrio había cambiado y él había perdido parte de su juventud. Le hizo un juicio al Estado y finalmente cobró. La plata llegó y se fue, pero el Comcar se quedó en su vida.

Como un credo o mantra, el autor nos recuerda durante las 142 páginas, con necesaria insistencia, el origen de JF, su marca de nacimiento y vida. Conocemos el expediente del caso JF, un documento de 600 páginas (¿cuánto pesará?, ¿cómo serán las hojas?, ¿tendrá dedos marcados, manchas de café, hojas dobladas?) que, según el Tribunal de Apelaciones, es caótico y que el autor identifica como «el orgasmo de un burócrata» (pág. 74).

En Mil quinientos días en la cárcel por error, Sabaj nos muestra una historia que no queremos cerca de nuestra vida, un arquetipo del que, como uruguayos, no podemos sentirnos al margen.

* Mauricio Sabaj. El héroe improbable. Montevideo, editorial Planeta, 2022.


Obra: Mil quinientos días en la cárcel por error
Autor: Mauricio Sabaj
Año y editorial: 2024, Planeta
Descripción: no ficción

Primer contacto con el libro: la factura editorial

La cubierta de Mil quinientos días en la cárcel por error resulta muy atractiva. La imagen, los colores elegidos (negro y gris) y la tipografía usadan remiten al tema tratado y auguran el tema a considerar.

El cuerpo del libro es ágil y clásico —capítulos que inician en la hoja impar y con un título fácilmente identificable—, con una tipografía sencilla y clara, un interlineado acorde y buenos márgenes. El texto se presenta en una sola columna que tiene el ancho adecuado, sobre una hoja que encuentro muy blanca (prefiero los libros más «cremosos» que son más amables con la vista).

En síntesis, este es un artefacto que propicia la lectura.

Descripciones, escenas y diversas voces en la biografía de Mauricio Sabaj sobre Alejandro Atchugarry

Cuatro años de trabajo. Más de sesenta entrevistas. Una exhaustiva revisión bibliográfica. Fuerte apego a las herramientas intelectuales, ética periodística y solidez en la escritura. ¿El resultado? Trescientas ochenta páginas en las que el periodista Mauricio Sabaj retrata al político Alejandro Atchugarry (1952-2017).

En Alejandro Atchugarry. El héroe improbable —editado por Planeta—, Sabaj mira y explica; boceta, pinta y cincela; da la palabra a los entrevistados; cita frases publicadas en diarios, radios y TV. Su propósito, durante toda la obra, es mostrar la complejidad de un niño tímido, terco y empecinado que nació en un hogar con privaciones y que llegó a ser un abogado especializado en Derecho Civil, un político «zurcidor de diferencias» y el ministro de economía de la crisis uruguaya de 2002. Una persona que, con prematura muerte, entró al «panteón de los héroes de la patria» (pág. 384).

El periodista se ciñe a la cronología clásica, progresiva y lineal, que permite al lector acompañar la vida de Atchugarry. De esta manera se pueden comprender, con mayor facilidad, hechos políticos y económicos —minuciosamente explicados—, además de entender cómo la figura del biografiado va adquiriendo bríos y estatus. El lector se entera de los sucesos personales y públicos de Atchugarry, mientras Sabaj bosqueja una y otra vez su persona. Además de reparar en los aspectos físicos y en los intelectuales, el periodista presta atención a datos —algunos singulares y hasta divertidos— que recrean las múltiples vetas del biografiado.

Alejandro Atchugarry llegó al Ministerio de Economía y Finanzas de casualidad. El anterior ministro había renunciado y la situación económica del país era delicada; él se negaba a ocupar el cargo, pues no se consideraba apto y, además, les debía presencia y compañía a sus hijos (su esposa y madre de estos había fallecido de cáncer). Cómo lo convencieron o si se dejó convencer es parte de la épica que rodea su vida. La reunión en la que finalmente aceptó fue larga y Sabaj la describe con cuidado, el lector se exaspera, siente el agotamiento que había en ese lugar, hay tensión y el nudo, finalmente, se desata. La historia continúa con Atchugarry en el cargo que termina de forjar su estrellato político.

Dueño de una inteligencia superior, de una capacidad de trabajo inusitada, sin el cuerpo ni el ego de los grandes líderes, Atchugarry es considerado, por muchos, como el «salvador de la crisis de 2002». Sabaj se encarga y parece que hasta se obsesiona con encontrar las claves que llevaron a un ministro de economía a sobreponerse a un cargo que es demoledor y convertirse en una figura rutilante.

La honestidad, el trabajo (sobre la que el periodista vuelve una y otra vez), la confianza, la articulación, la escucha atenta y la consideración son las claves sobre la que el autor construye al biografiado. Todo está documentado a través de hechos y desde las voces de la familia, compañeros de trabajo, correligionarios y adversarios.

El libro tiene ritmo, a pesar de que el periodista introduce temas arduos (cuestiones macroeconómicas y presupuestales, entre otras). En estos momentos, el interés no decae. En los textos hay alternancia en el uso de enunciados largos y cortos. Algunos muy cortos. Hay cuidado en los remates de los capítulos, que concluyen y anticipan. Sabaj se muestra al margen, aparece en algunas entrevistas y se hace visible cuando se refiere a Atchugarry por su apodo: el Flaco. El recurso sorprende, quizás hasta desconcierta, y termina por generar una sintonía adicional ante alguien que tuvo el «poder para mejorar la vida [y la] habilidad para hacerlo» (pág. 280).

Obra: Alejandro Atchugarry. El héroe improbable
Autor: Mauricio Sabaj
Editorial: Planeta
Año: 2022
Descripción: No ficción