En setiembre, cuando todavía faltaban algunos días para que terminara el invierno, perdí mi cuello negro de lana; lo dejé en un café y ahora, seguramente, protege a otra fémina. Más allá de esa cuestión, decidí de inmediato comprarme uno nuevo. La primavera estaba por llegar, pero las bajas temperaturas todavía hacían lo suyo y los cuellos son una de las opciones que elijo al momento de abrigarme. Los uso para ir a trabajar y para las salidas informales, pues son calentitos y cómodos porque quedan flojos, no se desatan y aportan un aire distendido. Tengo varios y el negro es uno de mis preferidos, ya que combina con todo.
El cuello anterior, de lana corriedale, lo había comprado en Ruralanas, así que me contacté con ellos nuevamente. Como no tenían en stock, me comentaron que se lo solicitarían a una de sus artesanas y me sugirieron que fuese de lana merino. Acepté gustosamente porque saben de la temática, trabajan con excelentes tejedoras y con materiales de buena calidad. Conté los días hasta tenerlo y me enamoré de mi nuevo cuello de lana merino 21 micras ni bien lo toqué. La lana merino es particularmente suave, tanto que parece como si fuera algodón. Fue una decisión acertada para una prenda que está directamente en contacto con la piel.
El cuello es vaporoso, elegante y de un negro profundo y parejo (la tintura, por las características de la lana, debe realizarse de forma industrial, según me comentaron). Es una prenda noble y auténtica, que refleja haber sido tejida a mano. Espero no perderlo nuevamente, sé que lo usaré poco este año y que descansará en la caja de bufandas y cuellos hasta los primeros fríos del año próximo.
Si se tientan, hay locales Ruralanas en Young (Río Negro), Punta del Este y José Ignacio. En Montevideo, Franca Flor (Pocitos) también vende sus productos. Me comentaron que para la temporada de primavera-verano habrá cuellos de algodón de lindos colores y sé que me rendiré ante alguno, seguramente.