Artículo publicado en Círculo Café / 14 de marzo de 2019

Moler finamente 15 gramos de café (una cucharada sopera colmada aprox.). La molienda es más fina que la del espresso, tanto que parece polvo.
Agregar al recipiente (ibrik).
Calentar 100 ml de agua a 91 grados (si hierve, agregar un chorrito de agua fría).
Verter el agua lentamente sobre el café. Revolver para disolver.
Calentar hasta que comiencen a salir las primeras burbujas. Con el fuego se incrementa la extracción que ya comenzó cuando el agua tomó contacto con el café.
Dejar reposar y servir. También se puede servir de inmediato, pero gran parte de la borra se traslada a la taza.

Antonio Gutiérrez (Colombia), tostador y barista, eligió el «café a turca» y preparó su versión con los granos de fincas de Nariño que tuesta para Café Belleza y Café Gourmand. Lo hizo en su ibrik que trajo desde Colombia, aunque se puede preparar en cualquier otro recipiente similar. «El principio es el mismo. En Colombia, se le dice café de olla», explica el tostador. «Se pone agua con el café, se mezcla, se le da tiempo, se deja asentar y se sirve. Es un método elemental y primitivo».
«Elegí este método porque en el primer día de clase que tuvimos con Gabriel Richieri, con quien fundé mi primera cafetería [Café Belleza en El Pinar], nos prepararon este café y nos leyeron la borra». Además, es una muy forma sencilla y fácilmente replicable en el hogar, insiste Antonio. Las claves son cuidar la temperatura del agua, la relación agua y café, que la molienda sea fina y mezclar bien para que no queden grumos.
El «café a la turca» que Antonio preparó era contundente en color, textura y boca. Era fragante e intenso. Al final de la taza, quedaron estrías de borra y, por supuesto, conversamos sobre la cafeomancia. La preparación, el aroma que desprende la fina molienda, el gusto y el remate de la borra en las tazas son la esencia de este rito que nació en Oriente Medio en el siglo XVI y que se propagó con diversas adaptaciones.
