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Acerca de Gabriela Cabrera Castromán

Lic. en Comunicación / Lic. en Cs. de la Información / Mag. en Estudios Organizacionales

Entre la estabilidad y el cambio permanente

Entrevista a Carla Liguori, Kit Creativo

“Amo Kit Creativo. Lo descubrí hace un par de años de casualidad y ¡todo lo que les encargo es perfecto! Original, práctico y súper útil. Desde el kit ‘Es Mío’ para mis nenas, sorpresitas para cumples, hasta el sello de mi empresa que lo adoro. Son unos genios”. Mariana

“He comprado varias cosas, productos para mi hijo, encargué souvenirs para fiestas infantiles y de adultos… todo es excelente, entregan en tiempo y forma, y no hay sorpresas. Lo que ves en la página, es lo que te llega”. María

¿Qué tiene Kit Creativo para producir reacciones así? ¿Por qué en las redes sociales estos comentarios? Kit tiene trazos de autor, diseño bien pensado, un envoltorio específico y, lo más importante, ofrece soluciones a medida. Kit tiene pasión y lo muestra Carla, su creadora.

En la piel

Entre un proveedor que no había cumplido con un pedido y la instalación del POS (punto de  venta con tarjetas de crédito y débito), Carla Liguori (40) dedicó 30 jugosos minutos en los que relató, con apuro y mucha pasión, su historia como emprendedora. Habló rápido, por las circunstancias, aunque parece que siempre lo hace. Habló con orgullo, el de una persona que invierte muchas horas, tiempo y energía a su trabajo. Habló con compromiso y mostró los desafíos a los que se enfrenta día a día. Habló con sinceridad.

Carla trabaja sola y en épocas de zafra —en especial antes del comienzo de clases— subcontrata a un amigo que la ayuda a cumplir con los pedidos. También, se respalda en un grupo de mujeres con emprendimientos similares que ofician, entre sí, como curadoras de productos y servicios. Testean, comentan, opinan y se ayudan con el propósito de mejorar lo que ofrecen. Hacen gestión del conocimiento desde la práctica y muestran, de esa manera, nuevas formas de trabajo y de colaboración. 

De niña, Carla miraba al “tío Víctor y sus marionetas” (Cacho Bochinche, canal 12) e hizo todas las manualidades propuestas en el programa. Al llegar el momento de elegir profesión, su mente creativa y manos laboriosas la llevaron a la Escuela de Artes y Artesanías Dr. Pedro Figari (UTU) donde estudió publicidad gráfica. Mientras cursaba el último año, consiguió una pasantía en una agencia de publicidad. Se probó en ese ámbito y en más de una oportunidad volvió a trabajar en agencias, pero lo suyo es el diseño de productos.

En el espíritu

Formó parte de un proyecto que se llamó El Piso, un espacio multimarca en la Galería Madrileña. Junto a otras emprendedoras, fueron pioneras en un rubro que hoy tiene fuerte presencia. Aquel proyecto comenzó en 2003 y duró un año y medio. Después continuó involucrada en el rubro, en Ciudad Vieja, en “aquel intento de circuito de Diseño con Imaginario Sur, Ana Livni y otros”. “Éramos varios en la cuadra, era una zona que prometía, esperábamos la peatonal que se hizo después, fue una experiencia muy rica pero no funcionó”. En aquel momento hacía productos de PVC (también conocido como vinilo) y gel; artículos utilitarios porque ese ha sido su sello, “siempre buscando nuevos productos, en la eterna búsqueda de algo nuevo”.

Tiempo después, volvió a trabajar en una agencia de publicidad, “aunque no aguanté mucho, buscaba otra cosa”. Los vínculos cosechados en ese ambiente le permitieron, más tarde, ofrecer soluciones para lanzamientos, regalos empresariales y BTL (“below the line”, una forma personalizada de contactar a miembros de un mercado específico). 

Tiene el producto metido en la piel, tanto que para su casamiento (2010) armó los más diversos detalles, pero no podía encargarse de todo y contactó a una asesora de bodas que la ayudó en la organización. Quedaron vinculadas y le siguió pidiendo pequeños obsequios para casamientos y 15 años. Así se afianzó Kit Creativo que había surgido un año antes, aproximadamente. A los regalos empresariales, incorporó detalles para bodas y cumpleaños. “Después me encontré con que la zafra de bodas es muy acotada y tuve que buscarle la vuelta para trabajar todo el año. Veía potencial en Facebook, que la gente consumía el producto terminado a través de las redes, y comencé a desarrollar productos específicos”, agrega.

“Cuando tuve a mi nene me encontré en el mercado de las madres y busqué proveer soluciones. Encontré el sello textil, investigué y me di cuenta de que no había en Uruguay, tampoco en Argentina ni en Brasil. Me contacté con el importador, me trajo unas muestras y las vendí en una hora. Me jugué con una importación más grande. Era mi producto estrella hasta que el importador no me dio la exclusividad y, en menos de un año, surgieron otros. Se me cayó el modelo de negocios que había armado y me obligó a buscar otras salidas nuevamente”.

Con el cuerpo

Carla menciona que su historia es la de correr contra la copia y la imitación luego de haber pensado, probado y desarrollado un producto. Agrega que  le ha sucedido en varias oportunidades, sabe que esa es la dinámica y está preparada mentalmente para sobrellevar esos obstáculos. Aunque comenta que, muchas veces, es agotador. Por otra parte, convive con emprendimiento volátiles que no tienen las cargas impositivas de impuestos y obligaciones fiscales. “Es súper desleal porque no hay una regulación al respecto”. “El desafío constante es correr, la energía de la investigación, del desarrollo y de mantener los contactos, y luchar contra el que vende más barato porque no paga impuestos”.

Procura estar al día con los cambios de Facebook e Instagram, estudia si Etsy es viable y analiza todas las herramientas que necesita para sobrevivir en el mercado. Ha incorporado talleres también, lo hace con socios y siempre con temáticas afines a su marca. Mientras narra y detalla, acelera el ritmo de la conversación, como si corriera. Se agita, incluso. Parece como si se cansara y, con honestidad, aclara que muchas veces la invade el hastío. Pero sigue, porque en su esencia está crear, mostrar y resistir en un mercado chico que se satura rápidamente.

Kit está en la web y en las redes sociales y también en ferias específicas que Carla usa para mostrar sus productos porque “hay gente que no usa Facebook o Instagram y otros que solo compran cuando ven”. Entonces, “las ferias me ayudan a llegar a otro público y que me conozcan más”, agrega. Además, está implementando un sala de exhibición en su taller. Vive permanentemente entre la búsqueda de la estabilidad y los desafíos que el mercado le impone y también aquellos que pugnan por salir de su interior. “Porque no puedo estar siempre en lo mismo, necesito el cambio”, afirma con contundencia y una sonrisa.

Carla sintetiza los valores del nuevo emprendedurismo que se ha desarrollado, entre otros, a partir del auge digital. Con el impulso de las redes sociales, estos artesanos ofrecen ―en su entorno y al mundo― productos y servicios de alta calidad. En ella, al igual que en otros tantos que han florecido en nuestro país, se visualiza un fuerte espíritu creativo, el trabajo constante, cierto arrojo y un énfasis permanente en el aprendizaje. Son valores en los que vale la pena reparar, imitar y apoyar.

 

El paso a paso del Manual de Cocina de Crandon. 60 años de historia gastronómica

«Para mí es un referente fiel. Sus recetas no fallan, son exactas». Daniela R.

«El libro de Crandon no es solo un libro de cocina, es parte de la vida de los uruguayos». Beatriz P.

«Tengo uno viejito, no puedo decir de qué año porque con el uso la tapa y las primeras hojas se cayeron. Era de mis papás, los dos lo usaban mucho. Yo tengo 54 años y lo sigo mucho». Mariela F.

​»La Biblia de la cocina». Caro L.

¡La edición del sexagésimo aniversario del Manual de Cocina del Instituto Crandon está a la venta! Y en las redes sociales ya se leen comentarios que nos llenan de orgullo y que dan cuenta de su trascendencia.

Después de tantos meses de trabajo, de la espera de impresión y entrega, de definir y preparar su lanzamiento, el nuevo libro azul, de hojas brillantes y apetitosas fotos se exhibe en las librerías. La portada, en homenaje a la primera, impacta porque marca significativas diferencias entre los libros de su estilo: no tiene foto, se viste de entelado azul institucional y muestra con orgullo su nombre en letras blancas y doradas con un toque vintage. Solo eso y nada más; el Manual de Cocina puede hacerlo porque tiene, en nuestro país, suficiente trayectoria y arraigo.

Me detengo en las vidrieras a mirarlo, entro a las librerías para que me regale una guiñada y me gusta cuando alguien lo pide y lo elogia. Sé que a los libreros les apetece tenerlo, lo muestran en góndolas y escaparates especiales, y lo ofrecen con la garantía de un producto que se vende fácilmente. Trabajé en la edición de 2013 en la que lo descubrí y en esta, la del aniversario, ha revelado su fuerza y me ha mostrado sus intimidades sin tapujos. El Manual es un libro que aporta mucho más que recetas. En sus páginas se reflejan la gastronomía del Uruguay, la historia de la Institución, el espíritu de sus creadoras -un grupo de mujeres de inestimable valor- y el trabajo de los diversos equipos que lo han sostenido.

El libro se publicó en 1957 por primera vez, aunque su origen se ancla e impulsa desde el acta fundacional de Crandon (1859) y, en especial, en los años 30 cuando las misioneras norteamericanas, a cargo del Instituto Crandon, comenzaron un sostenido trabajo de economía doméstica en la comunidad. En los escasos relatos que se cuentan sobre los años de preparación del libro, se traduce un espíritu pragmático, de bajo perfil y de gran trabajo en equipo. El proyecto fue enorme, pero nació humilde. Nadie se imaginó, ni en sueños, que un texto para enseñar a cocinar pudiera llegar a ser el libro más vendido del Uruguay.

 

Historias que leudan

Con el propósito de ahondar en la historia del Manual, comenzó otra historia con un primer objetivo muy simple: escribir un artículo para la revista institucional. Pero el Manual me tentó; a la luz de una obra tan sorprendente, el propósito fue creciendo y adquirió vida propia al descubrir vacíos y evidenciar la necesidad de “dar la voz” a quienes trabajaron en el Manual. El artículo para la revista se transformó en una creciente carpeta con entrevistas, análisis de documentos, apuntes y líneas a seguir; se transformó en la espera y en la sorpresa de un nuevo dato, en la satisfacción ante la intuición periodística que arroja resultados.

Como en un proceso de leudado en el que la masa se transforma, emergieron personas y vivencias. Si bien el libro es de autoría institucional, su trayectoria y vigencia ameritan identificar a sus creadoras. En la idea primigenia, está Miss Lena May Hoerner. Y en la realización participaron Miss Dorothy Nelson y Miss Nelly Marabotto. Son la “tríada” que da vida a un relato que, desde hace 60 años, habita en los hogares uruguayos. Ellas me han cautivado; una a una fueron llegando a través de documentos, fotografías y entrevistas a terceros porque ya no están vivas. Delineando los perfiles, me mostraron sus aportes al Manual, me enseñaron los porqués y me indujeron a armar un sistema de hipótesis ante los vacíos documentales.

Miss Hoerner llegó a Uruguay en 1937, era graduada en Química y en Economía Doméstica, había vivido en África y tenía experiencia en extensión. Vino a Uruguay con el propósito evangélico de servir y para ello se propuso establecer contactos con organismos nacionales para enseñar a la población a cocinar con valor nutricional, además tenía como objetivo formar maestras uruguayas. Y con una fuerza increíble, logró sus propósitos desde la dirección del Departamento de Economía Doméstica. Era muy bajita y se imponía a través de su voz. Ella soñó con el Manual luego de preparar un recetario sobre maíz que ANCAP solicitó en 1946. Logró que la idea de un manual institucional para uso en los hogares uruguayos, apoyo a las clases regulares y de adultos prendiese en el espíritu de las otras dos integrantes de “la tríada” que fueron quienes lo llevaron a la realidad.

Miss Nelson arribó diez años después, en 1947. Tenía formación en Economía Doméstica y había trabajado en una fábrica de alimentos. Se formó en la experiencia docente de la mano de Miss Hoerner, a quien conoció en Crandon. Hicieron una excelente dupla con una amistad que se prolongó mucho tiempo después. “Era muy gringa”, según comentan, por momentos parecía incomprensible, como de otro mundo. También era muy exigente, pero muy dulce. Sabía muchísimo de nutrición, era pragmática, muy científica y decidida. Cuando Miss Hoerner se retiró de la dirección del Departamento, ella asumió su lugar. Su interés por la educación para el hogar era tal, que tiempo más tarde, mientras acompañaba a su esposo en misión pastoral en Río Gallegos (Argentina), armó un recetario para las mujeres de la zona.

Miss Marabotto nació en Canelones y fue pupila en Crandon. Fue una de las primeras uruguayas en formarse como profesora en Economía Doméstica en la Institución. Además, viajó a Estados Unidos para completar su formación. Era la intérprete de Miss Hoerner, quien no sabía español, y fue la primera criolla en ser Directora del Departamento de Economía Doméstica. Era una mujer adelantada, pasional e imponente, y fue una figura muy importante en los inicios de la TV uruguaya. Se hizo famosa por su forma práctica en la cocina, se desenvolvía en los medios con soltura y solidez, y con su personalidad arrolladora divulgó la forma Crandon de cocinar y popularizó al Manual.

Muy cercano a “la tríada”, está el primer molde de aro: aquellas mujeres formadas en el Departamento de Economía Doméstica con el sello que el Instituto Crandon sostenía a través de las clases para niños y adolescentes, cursos para adultos, alianzas con instituciones públicas y privadas, presencia en radio, prensa y después en la TV.  Luego, hay un segundo aro más reciente conformado por directoras, profesoras, secretarias y asistentes de despensa. Son decenas de mujeres (recién en los últimos años hay presencia masculina) que vuelven a cobijarse bajo una forma de trabajo colectivo de autoría institucional que da cuenta de una ética sin personalismos.

 

Los ingredientes de una receta infalible

A través del análisis documental, las entrevistas a las integrantes de “los aros” y a diversos especialistas en temáticas afines han aflorado las razones del impacto del libro en su momento y de la vigencia a lo largo de más de medio siglo. El Manual introdujo cambios significativos en un corpus en el que se incluyó, información nutricional, planeamiento de menús y el tendido de la mesa, además del conjunto significativo de recetas extranjeras y nacionales. Fue recibido con interés y su adhesión ha sido tan relevante que es el libro que “pauta la gastronomía nacional”, según el Dr. Gustavo Laborde, antropólogo y especialista en el tema.

Es difícil jerarquizar los aportes del libro porque son diversos aspectos que conforman un sistema robusto de un texto que es férreo, sin fisuras. Está armado con método y consistencia, tiene inspiración anglosajona y adaptación criolla. La herencia de cocinar en el laboratorio de economía doméstica ha sido la impronta de Crandon y en el libro se traduce a través de su plan general y de un formato de receta específico, en el detalle exacto de las medidas y en la gestualidad del paso a paso.

Hasta el momento de su edición, los recetarios que se usaban en el Uruguay (algunos propios y un foráneo muy conocido: el de Doña Petrona C. de Gandulfo) presentaban las recetas con un discurso narrativo con detalles descriptivos, algunos con mayor precisión que otros. Hay textos escuetos y otros muy floridos, casi poéticos. En esas recetas, los ingredientes se mencionaban sin exactitud porque estaban destinados a mujeres que sabían cocinar. Pero el Manual cambió de destinatario y fue pensado, desde su origen, para la mujer que no sabía hacerlo y que debía proveer la alimentación de la familia. Bajo esa impronta, el formato Crandon de receta es una herramienta didáctica, la que se usaba en la clase; es un esquema que presenta las etapas a seguir a través del verbo y con el detalle inequívoco de los ingredientes.

La consigna de la receta Crandon es leerla primero en su totalidad, cotejar los ingredientes y comenzar la tarea siguiendo fielmente el paso a paso. De esa manera, respetando en orden de cada acción (que da cuenta del proceso químico que se produce mientras se cocina) y con el uso exacto de los ingredientes, el resultado está garantizado. Por eso, las “recetas Crandon no fallan”, “si se sigue al pie de la letra lo que dice, todo sale”. El formato de receta del Manual tiene las características de un discurso prescriptivo que narra a través de un verbo sin conjugar y con escuetas descripciones, las estrictamente necesarias. Es un esquema científico que disecciona un proceso químico en diversas partes y es tan original que hasta el momento no se conoce otro igual. Fue obra de Dorothy y Nelly, quienes, además de ser colegas y armar el libro, fueron muy amigas.

El carácter científico y metódico de ese formato de receta requiere el detalle exacto de los ingredientes. Ya no se trata de un “dedal”, de un “puñado” o de un “poco”, no se trata del ojo de una cocinera con intuición, sino de cucharadas, cucharaditas y tazas porque el libro introdujo el sistema imperial de medidas. Este, de uso anglosajón, aportó rigurosidad y simpleza.

Por otra parte, la gestualidad de la cocina, además del paso a paso mencionado en la receta, se observa en el uso de las fotografías. Es herencia de los libros de cabecera que habían traído las misioneras y que recrearon al estilo uruguayo en los laboratorios de economía doméstica de Crandon. El libro de 1957 tenía 250 fotos en escala de grises para mostrar, de la forma más didáctica que existía hasta el momento, las acciones más significativas de algunas de las preparaciones.


Recetas para el hogar

“El libro no es una colección de recetas, sino que enseña métodos y técnicas para preparar alimentos en el hogar”, explican las docentes del segundo aro. Es un texto sencillo con un sujeto de enunciación muy claro: el ama de casa, una mujer que preparaba los alimentos y administraba la cocina para aprovechar mejor los recursos. Así se concebía la economía doméstica y así se presentaban las preparaciones que recogían diversas vertientes: las anglosajonas que se enseñaban en Crandon con bibliografía en inglés, las francesas (que impregnan las cocinas del mundo), las uruguayas y algunas de América que las misioneras habían traído de sus viajes.

El libro de 1957 era mayormente foráneo, pero todas las recetas podían prepararse en Uruguay con los ingredientes de uso en aquel entonces. Esa fue la consigna y para ello, Miss Nelson y Miss Marabotto seleccionaron con cuidado las recetas, las probaron todas, hasta tres veces, y las reescribieron con el formato propio.

El repertorio criollo, aunque en minoría, también estaba presente en un gran trabajo en conjunto, porque el espíritu de alcance social que llevaban adelante como respaldo ético implicaba valorizar lo local. Las profesoras uruguayas sabían qué se comía en el país y aportaron las milanesas, los ñoquis, la pascualina, la pasta frola, el arroz con leche y los pasteles criollos, entre otros. Faltaron muy pocas preparaciones del fondo criollo; en especial, faltaron las tortas fritas que se agregaron tiempo más tarde.

La adecuación ha sido otra de sus destacadas características. El libro fue pertinente y oportuno en su momento y se ha transformado, sin perder su esencia, en una historia que amalgama tradiciones gastronómicas. Los diversos equipos, siempre liderados por mujeres, han adaptado el Manual a las necesidades de cada momento. Ya no hay ama de casa porque en la actualidad cocinan hombres y mujeres; ya no ciertas recetas porque no se encuentran determinados ingredientes (el ganso y los sesos, por ejemplo); ya no figura la matanza y la limpieza de las aves porque se han dejado de realizar en el hogar. Así, se han agregado, enriquecido y modernizado capítulos: congelados en los años 60, carnes en los 80, microondas en 90, bocados y sándwiches en la edición de 2013 y sin azúcar en la del aniversario. Y se han agregado recetas, “las que debían estar”.

El Manual nació como un texto básico y con el paso del tiempo ha adquirido características de un libro objeto. Hoy, no solo enseña a cocinar, sino que invita y deleita a través de las fotos; se muestra en la cocina, en bibliotecas y también en el living. Pero sigue siendo un manual para preparar alimentos para el hogar, para el día a día. Es una cocina sencilla, para alimentar a la familia con algunos detalles gourmet para sorprender. Ese espíritu, siempre presente a lo largo de estos 60 años, es la base de un libro que impregna, en sus hojas, las historias gastronómicas de cada familia.

 

Los cafés: ¿tendencia o estilo de vida?

Algunas respuestas al fenómeno y sugerencias para disfrutar de un buen café

 

La oferta de lugares para una pausa de café con toque gourmet ha aumentado en Montevideo. Las cuadras grises de la capital, con grafitis y ese “descuido” que resulta interesante para algunos, se han visto salpicadas con notas de color y vidrieras que invitan a un café, un té o una limonada.

La tendencia se enmarca en un rubro “que es un muy dinámico”, según explica el Lic. Claudio Williman (Jefe de Márketing y Comunicación de CAMBADU). Además de los cafés, “proliferaron las empresas que venden sushi y pizzerías, porque el sector se mueve mucho. No hay limitaciones de distancia, puede estar uno pegado al lado del otro. A diferencia de lo que puede pasar con farmacias, locales de diarios y de revistas, y de negocios que venden quiniela”.

Titina Núñez ―periodista especializada en gastronomía y vinos y máster in wine management― aporta datos y afirma con contundencia: “Hay más, sin lugar a dudas. Hasta 2008, en la Guía Placer de restoranes, bares y cafés (1), observábamos un crecimiento por año del veinte por ciento. Es un fenómeno muy dinámico, aquí y en el mundo”.
Cuestión de hábitos

En particular, la oferta del desayuno ha existido desde hace mucho tiempo en el Uruguay, detalla Núñez. “Antes, en los tiempos del Sorocabana, se producía en las horas más tempranas o en las más tardías. De pasada al trabajo, era habitual tomar un café, verse con los pares porque no había redes sociales, leer el diario y luego comenzar la jornada laboral. A última hora, quizás el café se acompañaba con una bebida alcohólica. La bohemia, los políticos y los periodistas eran habituales en los cafés de la noche. El café, ahora, es una actividad diferente”.

En la actualidad y en líneas generales, salir a tomar un café es un encuentro luego de la jornada laboral, sobre las conocida “hora del té”. “Porque, además, hay un tema de precio”, dice Núñez. “¿Un salario tipo sostiene un café y una medialuna todos los días? Antes no era significativo, pero ahora sí”.

En la oferta montevideana de la tarde, además se ha revalorizado la clásica reunión de amigas porque “desde hace menos de una década han comenzado a aparecer las casas de té con cartas de infusiones, incluso. Y en el rubro café hay casas especializadas también”, menciona la periodista. A ese respecto, Williman explica que en la actualidad es más sencillo conseguir variedades de té y de café. “Es un tema de acceso a ese tipo de productos. Alguien los está importando y distribuyendo, otros los sirven y la gente los incorpora en su consumo. Es un tema de mercado”.

Hay otra tendencia que ha comenzado tímidamente: la de trabajar o estudiar en bares y cafés. Los especialistas aportan diversas causas y manejan precio, cuestiones geográficas y hábitos, principalmente para explicar un estilo que no parece afianzarse. “Los precios influyen porque un café y un bocado son costosos en Uruguay. También el tamaño de la ciudad”, menciona Núñez. En Montevideo no es habitual —como en otras grandes ciudades— que la gente salga con todo el cargamento que implica el día: computadora portátil para trabajar, libros para estudiar, ropa para hacer deporte. Las distancias más próximas permiten pasar por la casa, hacer una pausa, tomar un café, estudiar y continuar. Además, el uruguayo suele recibir en su casa y no tiene prurito en utilizar su hogar, incluso, como lugar de reunión de estudio o trabajo. Por otra parte, “la mayoría de los hogares tienen wifi, así que la gente trabaja en su casa”, explica Williman.
En taza o en vaso y, si es cortado, con la leche que prefieras

Los bares y cafés buscan seducir al público y procuran cambiar hábitos, y para ello siguen las tendencias que la moda gourmet marca. Para Núñez, “la gente exige calidad y servicio, y también buenos insumos. La profesionalización se nota, aunque falta mucho todavía. El mercado ha crecido, las empresas procuran mejorar y los clientes piden más”. Cada vez se encuentran mejores lugares y más equipados, es cierto. Hay lugares para trabajar, con grandes mesas y están “los de antaño con mesa de mármol para disfrutar de esa nostalgia montevideana”, acota la periodista gastronómica.

Entre la oferta más novedosa de Montevideo, hay algunas opciones que se destacan por diversos motivos. Son lugares que vale la pena visitar, inversiones para acompañar desde el lugar de clientes, rincones para Instagram, tazas en las que el café se revaloriza.

Paréntesis Café en Rivera casi Arenal Grande, Cordón.

Recién abierto, Paréntesis eleva el barrio con una propuesta pequeñísima y elegante en la que está todo pensado: decoración e iluminación y una buena oferta de bebidas y bocados. La atención es excelente y las chicas que atienden son verdaderamente amables. La heladera es una tentación y el café es exquisito ―Astoria, una marca para recordar―. Lo sirven con agua mineral (¡con gas, como corresponde!) y una jarrita de agua, para quienes gustan aligerarlo; realmente, un excelente detalle. Paréntesis es ideal para trabajar y quizás un poquito ruidoso para estudiar.

Café Doré en Rivera casi Soca, Pocitos.

Un lugar pequeño ambientado con buen gusto, también de reciente apertura. Tiene mesas aptas para estudiar y trabajar, dos pequeños livings y un tablón bien parisino, frente a la ventana. La atención es inmejorable; al comenzar la charla, se siente un aire de fino humor negro y una constante preocupación genuina por el servicio. El café está muy bueno y hay leches para elegir: entera, descremada, de almendras y de soja. Y lo más original: si vas en bici, tenés diez por ciento de descuento. En breve, pondrán un bicicletero para dejar las dos ruedas afuera (yo fui con la mía que es plegable y se acomoda en cualquier lugar). Además de todo, tiene buena música.

Café Solana en Maldonado y Blanes, Cordón Soho (¿suena glamoroso, verdad?).

Una típica casa de la zona con un interesante reciclaje en base gris y toques amarillos. Muy buena puesta en escena, con una linda ambientación para un café al paso. Hay varias mesas, incluso algunas con vista a la calle. Son chicas, algo incómodas para trabajar y no abundan los enchufes, por otra parte. Es una opción para el clásico café, aunque con una propuesta gourmet. La atención es alicaída, correcta, pero despreocupada. Y no hay leche descremada (tienen de almendras, que no la sustituye), pero el café es muy bueno y lo sirven en originales jarritos con platos de madera porque, sin lugar a dudas, Café Solana tiene su estilo.

Dominique Pastelería en 26 de Marzo y Gabriel Pereira, Pocitos.

Dominique nació como una pastelería exclusivamente (con postres de “revista”) y hoy ofrece almuerzos, además. El café es riquísimo y tienen leche descremada, además de una excelente atención. Hay mesas altas que son muy distinguidas, aunque un poco chicas, y están las clásicas que son perfectas para estudiar o trabajar. Tiene muchos enchufes y una ventana que inunda el lugar con buena luz natural. Proliferan los tonos castaños en un ambiente acogedor y con una heladera para degustar de principio a fin.

Buena Costumbre Mvd en Yaro casi Gonzalo Ramírez, Palermo.

En una casa vieja muy bien ambientada, está Buena Costumbre. En el lugar, en diferentes ambientes, conviven las más diversas mesas, sillas y otros muebles afines. En cada uno hay una historia: la mesa de la cocina de la abuela, espejos con alma, una pared y un pizarrón escritos con buena caligrafía, sillas de bar, sillas de living y las estridentemente ochentosas, banquetas de colores, plantas en un corredor que mantiene el piso original y una lámpara hecha con revistas. Es un lugar que invita a quedarse, casi a vivir. En Buena Costumbre la decoración juega con las emociones. Se siente el buen gusto y dan ganas de tener una reunión de trabajo en la mesa blanca, enorme, de patas sinuosas y elegantes que reina en el salón principal. Buena Costumbre ofrece almuerzos y meriendas y para estas —que es el objeto de la nota— hay café Lavazza y leche descremada. Además, tienen buena limonada y la mesa que quieras según la inspiración que necesites.
Inversión y permanencia

Los bares y cafés, en Montevideo, surgen a diestra y siniestra, casi podríamos decir que proliferan. La pregunta que emerge de forma espontánea suele centrarse en el capital inicial. De un relevamiento ligero, se evidencia que un emprendimiento así puede gestarse en un local muy pequeño con un oferta muy segmentada y también desplegar una gran infraestructura en procura de atraer diversos públicos.

La inversión puede ubicarse en un rango muy amplio y según Williman “las cafeterías pueden tener un menú acotado, aunque también suelen ofrecer almuerzos y cenas. Porque cuantas más oportunidades se tenga, mejor. Para diluir los costos fijos hay que ofrecer las cuatro comidas. Es un tema de rentabilidad. Además, si hay pocas mesas y sillas, se necesita alta rotación”.

Así como nacen, mueren. El rubro se mueve y no todos los emprendimientos logran sostenerse en el tiempo. “Hay locales que en un año cambian hasta tres veces de dueño. Abren y cierran con fluidez, es todo muy dinámico porque hay pocas barreras de entrada y hay gente que no estima o calcula bien, aunque cada caso requiere su análisis”, explica Williman.

Solventar costos y generar rentabilidad, permanecer en el tiempo con una oferta atractiva y superar modas ligeras no son poca cosa. Para ello, los emprendimientos realizan ajustes constantemente y buscan aliados: las redes sociales, los influenciadores, los servicios masivos de venta digital, posicionarse dentro de un público específico.

En este último ítem, crece la tendencia de trabajo a distancia y los servicios profesionales tipo boutique que no requieren oficinas. Ese público necesita espacios para trabajar en solitario o con otros, realizar entrevistas y también inspirarse. Algunos locales ya lo han visualizado y abrazan la tendencia con una carta acorde: buenas mesas, una wifi potente, múltiples enchufes, un ambiente adecuado (la TV solo con música suave, ¡por favor!) y diversas bebidas, además de bocados accesibles. No es la única opción, por supuesto. Están los cafés más clásicos que se establecen en los marcos más tradicionales para una bebida al paso o un té con amigas. Hay de todo en el mercado, el desafío es gestionarlo con profesionalismo para superar la moda pasajera y establecerse como un lugar de referencia.

 


(1). Guía publicada bajo la dirección de la periodista Titina Núñez en la que se recogía y analizaba la oferta gastronómica de Montevideo, Maldonado y Colonia en los rubros restoranes, bares y cafés.

SlowFashionUY: moda con conciencia sustentable en el blog de Macarena Algorta

Bloguear en Uruguay: de la persona al gravatar

“Hago una minicuraduría de lo que cubro. No escribo sobre todo lo que existe en moda sustentable en Uruguay, sino que hago una selección. Todas las entrevistas y publicaciones que hago tienen un porqué, hay una causa, por algo me gustaron».

Macarena Algorta (25 años) es estudiante de Diseño Textil en el Centro de Diseño (EUCD). En este momento está haciendo su tesis y el blog SlowFashionUy, con el que se la conoce en la blogósfera local, nació a partir de su colección de cuarto año en la que utilizó desperdicios fabriles, fundamentalmente restos de lanas. “Investigando el nicho que me interesa como diseñadora, comenzaron a aparecer conceptos como la sustentabilidad y la moda lenta, además de la situación actual de la industria textil. Me empecé a informar de muchas cosas que durante toda la carrera no me habían enseñado y que estaban lejos de mi vida también. Empecé a descubrir otro mundo a partir de mi colección final. Esa colección, más allá de terminar cuarto año, pretendía dar mi mensaje como futura diseñadora, mostrar el lugar en el que yo quiero posicionarme. La hice usando lana que es el textil que más me gusta trabajar y trabajé creando un nuevo textil a partir de deshechos”.

En 2015, Macarena terminó las clases y en julio de 2016 presentó el proyecto de tercero y la colección final, ya interiorizada en los conceptos de moda sustentable y reciclaje textil. En agosto comenzó una pasantía de tres meses con Ana Livni, “una referente local. En ese momento surgió la necesidad de crear mi blog porque veía emprendimientos y conceptos vinculados al consumo y la sustentabilidad en la moda que no estaban difundidos en ninguna plataforma en Uruguay. Me planteé llevarlo en paralelo, no fue una meta, sino un medio de expresión para fomentar y concientizar, además de generar vínculos”.

Su blog sobre moda sustentable ha crecido significativamente, fue un emprendimiento que nació tímidamente y hoy tiene proyección en Facebook, Instagram, Twitter, otros blogs (Couture) y revistas (Post y Seisgrados). “Estoy muy contenta con el feedback de los seguidores, a pesar de que comenzó hace recién un año y unos meses. La moda sustentable crece a nivel internacional y acá, en Uruguay, nadie trataba el tema. Desde el día uno sabía que no tendría miles de seguidores, aunque internacionalmente hay blogs con amplio impacto, era consciente de que en Uruguay no sería así. A mí lo que más me importa, más allá del número, es el engagement.

Las primeras publicaciones de Macarena comenzaron en el círculo más cercano de compañeros y amigos de la Facultad. Desde el nacimiento, el blog ha marcado postura. “Hago una minicuraduría de lo que cubro. No escribo sobre todo lo que existe en moda sustentable en Uruguay, sino que hago una selección. Todas las entrevistas y publicaciones que hago tienen un porqué, hay una causa, por algo me gustaron. Hay algunos materiales, como el cuero, que son controversiales y prefiero no cubrir. Además, a mí me gusta la lana”.

Los influenciadores uruguayos comienzan a ejercer liderazgos segmentados y, como en el resto del mundo, lo hacen más allá de los medios tradicionales. Los blogueros especializados en determinados temas comentan marcas y productos, generan contenidos específicos y editorializan en el ámbito en el que se mueven. A ese respecto, Macarena acota: “Soy transparente y cada vez que una marca me regala un producto o una prenda lo menciono abiertamente. Quiero ser franca, transparente y abierta para que los seguidores me tengan confianza”. De esta manera, Macarena crea su gravatar —su identidad digital— moviéndose en el mundo de la moda, amparada en el concepto de la sustentabilidad y promoviendo prendas y servicios locales e internacionales que procuran responsabilidad y cuidado.
Cerrar el círculo: vivir de modo sustentable

«Intento ser sustentable en todo momento (…) porque los pequeños cambios hacen la diferencia en todas las áreas de la vida. Se puede comenzar por una, la comida o la moda, y es un efecto dominó”.

La moda sustentable, también conocida como slow fashion surgió a partir de un concepto macro de vida lenta que se materializó, en primer lugar, en el slow food. Macarena explica y argumenta un modo de vida, da detalles y agrega que “Carlos Petrini, quien dio origen al movimiento lento en la comida, menciona tres pilares: sano, limpio y justo. Esos pilares son trasladables a la moda: prendas justas en relación con el precio, que sean limpias para que no contaminen el medio ambiente y sanas para que no dañen la piel”. El paradigma de vida sustentable implica “cerrar el círculo. Ser consciente de cómo nos movemos, qué comemos, así el slow lifestyle. Es un movimiento más abarcativo, yo lo comencé con la moda porque es lo que me gusta. Pero intento ser sustentable en todo momento (…) porque los pequeños cambios hacen la diferencia en todas las áreas de la vida. Se puede comenzar por una, la comida o la moda, y es un efecto dominó”.

Vivir de un modo lento implica, en términos de vestimenta, un guardarropas limitado porque en el slow lifestyle hay un lema que dice `más vale calidad que cantidad´ y se aplica a la moda con pocas prendas que las podés combinar y que te van a durar mucho tiempo, en lugar de tener un montón que las usás pocas veces, las tirás y que van a parar a vertederos textiles que contaminan. Hay que erradicar la creencia de que la moda sustentable es carísima y para unos pocos. Existen alternativas como el reciclaje, tiendas de second hand y también propuestas de prendas básicas de uso diario con precios accesibles. La moda sustentable no es solamente un abrigo de lana de $ 9000, eso es algo que trato de mostrar en el blog. También para la revista Post publiqué un artículo con abrigos sustentables de distintas marcas y materiales”.

Macarena finaliza con varios conceptos que hilvanan, en otros patrones, el modo de vida lento en términos de moda y vestimenta: una apuesta diferente al impacto negativo del consumismo, una alternativa a la explotación laboral de las marcas que estimulan el consumo sin frenos y una opción para minimizar los vertederos textiles que son la segunda causa de contaminación ambiental en el mundo. Y con sigilo pero seguridad, agrega: “Si bien hoy en día es una tendencia porque está trendy ser slow, hay mucha gente que lo toma como un estilo de vida. Para mí es, claramente, una forma de vivir”.
El gravatar se proyecta desde el círculo de vida sustentable

«Me encantaría generar el match de diseño e influencer. Siento que la gente en Uruguay está abierta y muestra interés. En Montevideo hay locales con propuestas sustentables, orgánicas, con consciencia».

En el mundo de los blogs se cuentan historias de éxito y solvencia económica, hay influenciadores de otras latitudes que viven de sus publicaciones. Entre seguidores y marcas, han generado una comunidad redituable que parece lejana en Uruguay. Por aquí, las proyecciones de los blogueros se cuantifican en otros ámbitos. Al respecto, Macarena expresa: “Una de las metas que tiene el blog es mostrar que en Uruguay se pueden llevar adelante eventos y conceptos vinculados al mundo de lo sustentable. Además, me gustaría que la gente me vea como un referente confiable, un modelo a seguir, un punto de encuentro de información en moda sustentable en el slow lifestyle. Es una apuesta como diseñadora y como bloguer. Me encantaría generar el match de diseño e influencer. Siento que la gente en Uruguay está abierta y muestra interés. En Montevideo hay locales con propuestas sustentables, orgánicas, con consciencia. También me gustaría que el concepto de sustentabilidad en la moda se incorpore en la formación del Centro de Diseño, es algo que yo no tuve en la carrera y que me parece importantísimo”.

 

Con la incorporación de un azucarero, las piezas esmaltadas de Aurora Prints & Goods conforman colección

Regalos con estilo

Aurora Prints & Goods sacude el invierno, justo a mitad del año cuando parece que nada sucede, con el lanzamiento de un refinado azucarero en la línea de esmaltados.

El jarrito fue el primer esmaltado con estilo retro que apareció en el emprendimiento y que amplió el rubro de “papelería marmolada” (libretas, cuadernos, carpetas, entre otros) de la marca. Con un perfil vintage y aires de campo, el jarrito llegó para quedarse y se impuso con elegancia. Después apareció la jarra de dos litros, que es muy estilizada, y la última incorporación es esta nueva pieza.

El azucarero (que es un contenedor muy versátil) es del tamaño del jarrito, tiene tapa y no lleva asa. Sus bordes son suavemente redondeados y, al igual que sus antecesores, es un guiño a la loza antigua con los aires renovados del estampado marmolado.

Después de un largo proceso, según declaran en Aurora, las diferentes piezas funcionales —jarrito, jarra y azucarero— se unen en un concepto que da identidad al emprendimiento porque estos esmaltados ya son una marca registrada. La novedad es que ahora los clientes pueden armar su juego con las tres piezas y combinarlas con los diferentes colores: rojo, azul, negro, el ocasional amarillo y el verde que es la nueva incorporación.

Hay promoción lanzamiento con envío gratis en Montevideo para las compras que se realizan el jueves 6 y el viernes 7 de julio. Los productos se pueden ver en el estudio (con visita coordinada) o por catálogo digital en las redes sociales de la marca (web, Facebook e Instagram).

Las piezas esmaltadas con el marmolado —la impronta del emprendimiento— son realmente diferentes y originales, y con el agregado del valor del trabajo artesanal, pues están estampados a mano.

Detrás de estos productos está Virginia da Costa, la mente creativa que dio origen a Aurora. Virginia se formó en Diseño Gráfico y trabajó, inicialmente, para diversos estudios de diseño y agencias de publicidad. A partir de un taller de marmolados, nació Aurora Prints & Goods como emprendimiento. La marca se ha posicionado en el mercado nacional con fuerte presencia en las redes sociales, ferias y notas de prensa. Los productos de Aurora en la línea de papelería, accesorios y objetos decorativos para el hogar son objetos de autor para embellecer el trabajo cotidiano, la mesa u ofrecer una invitación artesanal con estilo.

ExpoLana Uruguay: un punto de encuentro para la comunidad del tejido

Uruguay tiene tradición en exposiciones ganaderas de ovinos y bovinos, especialmente. En cambio, a pesar de ser un fuerte productor de lana y a diferencia de otros países, recién en 2017 se realizó la primera exposición sobre lana y afines. ExpoLana Uruguay I tuvo lugar el 11 y 12 de junio en el LATU por iniciativa personal de dos emprendedoras que gustan del tejido. Entre puntos y carreras, ovillos y agujas, reuniones de trabajo y decenas de correos electrónicos enviados, Verónica Oliveira y Andrea Varela lograron que Uruguay reuniese, por primera vez, diversos actores vinculados a la lana y el tejido.

En la infancia de muchos uruguayos hay recuerdos de mujeres tejiendo bufandas, suéteres, gorros, escarpines. Algunas lo hacían como entretenimiento y otras como fuente de ingresos. El saber del tejido ―como otras artesanías― se transmitía de generación en generación, de abuelas a nietas, de madres a hijas y fue, durante varios ciclos, registro casi exclusivo de mujeres. Las manos más añosas legaban secretos para teñir la lana, reutilizarla, enlazar puntos clásicos y los de moda también. Eran tiempos de El Arte de Tejer, una catálogo grueso y de hojas brillantes.

En la actualidad, el tejido en el hogar es una práctica que ha adquirido nueva significaciones con renovados vigores. La saturación producida por la dinámica consumista del “úselo y tírelo” y una revalorización de lo “hecho en casa”, han dado lugar a nuevas oleadas en el ámbito de las artesanías y las manualidades. Con otros horizontes, se reaviva el mundo del tejido potenciado por la amplificación de los nuevos medios de comunicación digitales. Así, la comunidad del tejido y del crochet tiene su propia red social (Ravelry), usuarios especializados en Pinterest y muchísimas etiquetas en Instagram, también cursos y talleres presenciales de principiantes en adelante. Además, ha dejado de ser una práctica de mujeres y los hombres se animan a tejer en la intimidad del hogar y hasta mostrar su arte en público.

Por otra parte, en la sociedad actual hay sectores proclives a la innovación con ideas que se materializan en función de nuevas formas de concebir el trabajo, la asociación y las oportunidades. En estos marcos, surgen emprendedoras como Andrea y Verónica que conjugan iniciativa y, en este caso, la pasión por el tejido.

Andrea es psicóloga y trabaja en Recursos Humanos y Verónica en Informática y en redes sociales. A ambas les gusta tejer y saber de lana y afines. Se conocieron entre ovillos digitales y talleres presenciales y fueron tejiendo una trama que parece “tener tela para rato”.

Verónica es parte del dúo Las Knitting Amigas, un podcast uruguayo-argentino sobre tejido. En uno de los episodios del año pasado, Joji (conocida diseñadora argentina, la contraparte de Verónica en el podcast) comentó que asistiría a una exposición de lana en Estados Unidos. Cuando Andrea escuchó el audio, pensó en organizar una actividad así en Uruguay y contactó a Verónica, pues se imaginó que le gustaría la idea.

Tomaron un café y en diciembre de 2016 “nos embarcamos en el proyecto de realizar la primera exposición de lanas en el Uruguay. En conjunto decidimos todo y fijamos una fecha especial, porque queríamos que la exposición fuese el Día Mundial del Tejido en Público que se celebra cada junio en diversas partes del mundo. El objetivo fue “crear un punto de encuentro que agrupara a apasionados por la lana, para conocer tejedores, diseñadores y comprar lana también”.

Dicen que encararon el proyecto con mucho entusiasmo. “Es la pasión por la lana y el tejido. Cuando te gusta tejer y empezás a aprender, valorás la calidad de la lana de otra manera. También el trabajo que hay detrás”.

Definieron el lugar con cautela, “no queríamos algo muy grande, porque no sabíamos qué receptividad íbamos a tener. Primero buscamos patrocinadores y, luego de varias reuniones, Don Báez, Manos del Uruguay y malabrigo nos dijeron que sí”. Después tocaron la puerta del Secretariado Uruguayo de la Lana (SUL) y de Uruguay Natural para darle un marco nacional a la actividad.

ExpoLana Uruguay presentó una grilla de talleres y exposiciones, además de una instancia de tejido solidario. “El evento estuvo muy bueno, convocó mucha gente, incluso del interior y de otros países. El sábado fue un día de búsqueda de lana y a la actividad solidaria del tejido en público. El domingo se equilibró con gente que compró prendas”, explican las organizadoras luego de pasada la euforia y en momentos de balance.

“La semana próxima ya comenzaremos a trabajar en ExpoLana II”, explican mientras agregan que habrá más stands porque “fue difícil decir que no cuando los habíamos vendido todos. Queremos darle foco al artesano para ser diferente a las ferias de diseño ”. También tendrá “más espacio para dar buenos talleres porque hay gente muy capaz con técnicas muy buenas”.

Para el futuro a largo plazo, Verónica sueña con “que ExpoLana se instaure en la agenda nacional” y explica que,  “aunque crezca, será una actividad para la comunidad del tejido”. Hace unos años, visitó el New York Sheep and Wool Festival y quedó impactada con la movida que se genera. Dice que le gustaría replicar la propuesta en escala uruguaya. “Llevar al productor para mostrar todo el proceso. Mostrar a los animales, la esquila, quien realiza el top. Queremos que esté toda la cadena y que sea un evento que se propague internacionalmente para posicionar a Uruguay. Además de los talleres y del tejido solidario”.

Las organizadoras dicen que aprendieron de todo y que por momentos no se reconocían al dejar de lado la timidez y los miedos de la primera vez. Con el respaldo de esta edición, sienten impulso para generar una actividad “en el que la lana sea el sentido y pueda abarcar toda la cadena: del productor al consumidor final”.

 

Prendas para bebés que responden a demandas de una nueva vida más natural

Canica según Fernanda Madeira

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Silvana Sastre y Fernanda Madeira son las responsables de Canica, un emprendimiento de ropa e indumentaria para bebés confeccionadas en materias primas nobles (algodón orgánico certificado y lana merino). Las prendas son diseñadas y elaboradas en Uruguay, y estampadas con tintas naturales.

Entre tanta oferta de ropa para niños pequeños, Canica se diferencia por la simpleza, una paleta armónica y original, y un envoltorio acorde. La marca llama la atención y la ropa, pequeña y delicada, invita a tocar. Detrás de Canica hay dos mujeres jóvenes con grandes sueños y muchísimas horas de trabajo. Ya tienen vasto camino recorrido, aunque les falta mucho, pues quieren conquistar grandes mercados. Dicen que pueden hacerlo, fundamentalmente porque los productos Canica responden a demandas de una nueva vida y porque están hechos con amor.

La idea de elaborar prendas ecoamigables vive con Fernanda desde hace muchos años. Intentó llevar adelante el emprendimiento, pero no “se dio”. Justo cuando estaba a punto de abandonar el proyecto porque “que ya no daba para más”, Silvana se ofreció a darle una mano. Fernanda y Silvana son compañeras de trabajo, trabajan juntas en la agencia Grupo Perfil y luego de ese ofrecimiento se volvieron socias porque «la mano pasó a ser la otra mitad del emprendimiento».

“Nos equivocamos, pero no fallamos, sino que aprendemos”

Silvana es licenciada en comunicación y Fernanda diseñadora de modas. Los talentos de ambas se conjugan en una marca con una estética muy cuidada. En las redes sociales muestran un emprendimiento atractivo y con unas fotos muy limpias que ―aunque no lo parezcan― están tomadas en un set que arman en la casa de Fernanda. Porque se las ingenian, arremeten, prueban y aprenden: “nos equivocamos, pero no fallamos, sino que aprendemos”, dice Fernanda.

Comenzaron con 50 prendas en el verano de 2014 y en la actualidad producen más de 500. Su modelo de negocios se basa en la venta a través de las redes sociales y en locales de terceros. “Creamos una muy buena dupla para trabajar, tanto que hoy Canica ya es una empresa. Nosotras dos estamos al frente con distintas responsabilidades, nuestros novios (Maxi y Nicolás) nos ayudan también, está Gustavo que es el cortador, Mariela y Daniel ponen los avíos de las prendas, Florencia las estampa y Rosana las cose. Además, estamos sumando a Mireya en la confección porque Canica crece. Somos un gran equipo con una cadena de producción fuerte”, asevera Fernanda con una sonrisa que demuestra el orgullo de materializar un sueño.

Desde el inicio decidieron no encargarse de la producción, porque no tenían tiempo para una faena tan demandante y porque Fernanda, quien conoce del tema, prefiere dedicarse a cuestiones más creativas. “A mí me gusta dibujar, volar y mirar. Miro prendas que se usan en Europa y pienso cómo instrumentarlas acá en Uruguay. Reinterpreto los colores, por ejemplo. El negro, para bebés, no es común aquí, aunque por suerte, estamos saliendo tímidamente del cascarón del rosado y del celeste. El gris, muy nórdico, prende y lo hemos trabajado. Me gustaría trabajarlo más, incluso”.

Canica ofrece líneas básicas sin estampa que solamente tienen su logo en la grifa y las colecciones cápsula. La colección de este invierno estuvo inspirada en flores y en la galaxia, mientras que el año pasado el motivo principal fue el bosque con animales que ya forman parte del “cuerpo estable de amigos» de Canica. En 2016 la colección fue unisex y los animales tuvieron la misma paleta de colores, pero este año las prendas están segmentadas: las flores para las niñas y la galaxia para los varones. Ambas estrategias han funcionado y los clientes de Canica han respondido a las propuestas de las emprendedoras. Florencia no demuestra preferencia por ninguno de los dos estilos, aunque confiesa que uno de sus propósitos es debilitar la dicotomía e imposición del rosado-celeste.

 

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Trabajan por temporada, definen las producciones y apuestan fuertemente al exterior. “Usaremos la lana, en ese caso, porque es la carta de presentación de Uruguay. Trabajamos con Ruralanas que es una empresa con valores similares a los nuestros. Hay mercados en los que la lana va primero que el algodón y en otros no. En la tienda que vamos a abrir en Etsy, usaremos algodón, lana y lino que próximamente integraremos”.

El lino es parte de la apuesta para la próxima colección primavera-verano que todavía está en la cabeza de Fernanda y que pronto bajará al papel. “Puedo adelantar que incorporará lino y nueva moldería. Habrá bodies de lino lisos y otros con estampas de Tiro al Aire, como siempre. Seguiremos con el algodón orgánico, hilados de algodón y lana merino que es termorreguladora y que se usará cada vez más en Uruguay durante casi todo el año”.

Las materias primas son el corazón del emprendimiento, por eso Fernanda viajó a Perú para conocer de cerca el algodón orgánico con la que trabajan. Además, buscan proveedores todo el tiempo, son asiduas a Internet y manejan “de taquito” las estrategias de búsqueda de Google. “Estamos en todo el proceso, buscamos precios afuera, tuvimos que aprender de importación, conocemos de diseño y fuimos vinculándonos con todas las variables de la producción”.

Dice Fernanda que emprender en Uruguay es difícil y que demanda tiempo y esfuerzo en grandes cantidades. Insiste en que en Latinoamérica los emprendedores deben manejar muy bien la frustración para no paralizarse y entender que la desilusión implica experiencia y aprendizaje. “El Estado debería apoyar mucho más a los emprendedores, como en Finlandia, por ejemplo. Los dos primeros años te financian los impuestos y luego los devolvés en cinco años. Eso es fantástico porque la cabeza de los emprendedores ayuda en todo sentido, aquí en Uruguay hay que trabajar la cultura del emprendimiento”.

“Volver a lo de antes, abandonar el úselo y tírelo, cuidar la piel, cuidar la alimentación…»

Para Canica, emprender ha implicado abordajes específicos vinculados a los productos que ofrece la marca. Por ello, Fernanda y Silvana han trabajado en el consumo de materias orgánicas porque es como “volver a lo de antes, abandonar el úselo y tírelo, cuidar la piel, cuidar la alimentación. Es un desafío a largo plazo y en Uruguay pasará lo mismo que en otros países en los que la gente elige lo que consume con mucho cuidado”.

Su experiencia como emprendedoras ha significado, además, manejar los flujos de adrenalina que oscilan del supéravit al abatimiento. También deben combinar todas las obligaciones porque, por ahora, Silvana continúa trabajando en la agencia de publicidad a tiempo completo. Fernanda, por su parte, desde principios de este año trabaja cuatro horas en la agencia, así que ahora Canica cuenta con más horas de una de las socias.

Los sueños y los proyectos de Canica “son enormes… Internacionalizarnos es uno de los más grande y está cerca”, dice Fernanda. “Cierro los ojos y veo a Canica en Europa, por ejemplo. Nuestros productos pueden competir porque son productos que tienen amor y los mejoramos todo el tiempo. Paulatinamente incorporaremos trabajos de responsabilidad social porque están en nuestras metas. Queremos educar sobre el emprendedurismo y sobre el consumo ecológico, por ejemplo. Y queremos vivir de Canica. Sé que ambas lo haremos”.

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Puntos de venta en redes sociales: Facebook, Instagram, Pinterest

Puntos de venta en locales. Montevideo: Artesanos del Uruguay, Peekaboo Uruguay, EcoAlmacén y Entre Aurelias y Aurelianas. Punta del Este, Manantiales: La Casita.

 

 

 

“Tengo una conversación entre un lado volado y uno realista. El realista me recuerda que debo pagar el alquiler y el volado me incita a dibujar”

Entrevista a Betina Larghero, ilustradora

 

Trazos delicados y sugerentes con una paleta suave de acuarelas en postales, marcalibros y pequeños pósters: obras que reflejan una personalidad inquieta, un gusto refinado y una profunda sensibilidad. ¿Quién es la mano que ilustra recetas, captura momentos a través de personajes con un toque infantil y se anima, además, con dibujos naturalistas?

Betina Larghero (38) es Betitu, una ilustradora tan introvertida que necesitó de un alias para darse a conocer en las redes sociales. Llegué a ella a través de un conocido en común. A pesar de tener un puente para comenzar el vínculo, recién después de un rato de animada charla abrió las compuertas de un mundo interior lleno de símbolos, contó su experiencia y hasta se animó a soñar.

La familia: un entorno que prpició sus trazos

 

“El dibujo siempre estuvo en mi vida porque fue parte de mi casa. Mi padre es diseñador gráfico y en casa siempre hubo revistas y libros de arte y diseño. Tengo recuerdos de dibujar mucho de chica, mis hermanos también tienen una veta creativa”.

Betina señala que en la escuela era tímida y el dibujo actuaba de refugio. “Dibujaba animales y personajes, algo del universo que todavía sigo desarrollando. Tuve una etapa en la que me encantaba dibujar el interior de edificios. Usé un dibujo de quinto de escuela en una carpeta de presentación de diseño de interiores, tenía un nivel de detalle impresionante: un lugar con plantas, una cocina con alguien cocinando”.

 

Los estudios y las primeras experiencias laborales: diversos roles

En Secundaria, al momento de definir los estudios, Betina se decidió por Arquitectura. Estudió cuatro años en la Universidad de la República y después se cambió a la Tecnicatura en Diseño de Interiores (ORT). “Porque con el tiempo me di cuenta de que me gustaba dibujar y crear mundos, generar espacios. Por eso, suspendí la carrera de Arquitectura y me fui al Diseño de Interiores. A mí me interesaba la pequeña escala, los detalles. Recuerdo que en la primera entrega de Arquitectura, la profesora me dijo: ‘lo único que le falta es el vasito de agua en la mesita de luz’. Fue un comentario poco halagador en ese ámbito. En cambio, ese fue mi fuerte en la otra carrera”.

Sus primeras experiencias profesionales fueron como diseñadora de interiores, primero en la venta y luego como dibujante. Después se fue a Qatar con un contrato para dibujar. “Fueron seis meses y fue tan intenso y radical que lo viví como si fueran dos años”. A la vuelta, después de intentar infructuosamente varias opciones relacionadas con el diseño, terminó trabajando en una empresa que proporciona software a la industria del turismo.

 

El alias: una máscara protectora

 “Mi nombre es Betina y en mi casa no se usaban los diminutivos. Siempre fue Betina, salvo para mi hermana, que cuando tenía que pedirme algo, usaba la frase: ‘Beti: ¿tú podrías tal cosa? o ¿harías tal otra?’. Cuando lo escribía lo juntaba, mi hermano comenzó a bromear y de broma en broma se instaló Betitu. Luego lo usé en el mundo de la computación y en especial en la primera red social de la que participé: Flickr”.

Dice Betina que tener un apodo le dio libertad porque Betitu se puede equivocar… Y Betitu se anima a más. Incluso confiesa que se siente cómoda con el alias, mucho más que con su nombre. Fue Betitu la que se largó a mostrar los dibujos de Betina en un blog, en un momento en el que estaba muy poco motivada con el trabajo. “Cuando estaba pensando el nombre surgió “quest” que es ir en búsqueda de algo, como los Cruzados que salían en la búsqueda de sus objetivos. Cuando comencé con el blog fue como iniciar la búsqueda de Betitu”. Es la búsqueda de Betina como ilustradora, aunque ella dice que Betitu es la que se enfrenta a las preguntas y las conquistas, porque quest es parte de question (pregunta) y de conquest (conquista). “¡Ese nombre tiene todo! Tiene mucho vuelo o solamente puede ser ‘Betitu’s quest’”.

Las creaciones de Betitu

“Cuando volví del exterior, de mi trabajo como dibujante, en lugar de ser una experiencia laboral capitalizable, funcionó en contra. Volví en 2007, todavía había algo de crisis en Uruguay y en las entrevistas me decían: ‘Mirá que esto no es Qatar’. Yo lo tenía claro, por algo había vuelto. Y así fue que entre a trabajar en una oficina de otro rubro, el salario era bueno y yo estaba, además, deslumbrada de la experiencia de viajar y la cultura de esa empresa fue el gancho”.

Al principio, Betina intentó seguir con el diseño, pero las jornadas laborales y los traslados al lugar de trabajo consumían (todavía lo hacen) muchas horas de su día. Dice que cuando se fue a vivir sola comenzó a dibujar, era además una etapa de apatía laboral. “Una noche, antes de cerrar la computadora, miré la foto que tengo de fondo de pantalla y la dibujé. Se fue dando. Al principio me costó, pero como está integrado a mi vida desde niña, fue cuestión de práctica”.

Así empezó a dibujar nuevamente. Ya estaba inmersa en el mundo de los blogs y de Pinterest. Entre las diversas temáticas, visitaba a diario las recetas ilustradas. Disfrutaba y hasta se ilusionaba con esos dibujos. “Yo también colaboro con la chacra educativa Santa Lucía, trabajamos en equipo con la dueña y mi madre que es maestra (jubilada) y que se especializó en ciencias. Un día, trabajando sobre los cítricos, me entusiasmaron para que hiciera el dibujo de la torta rápida de naranja que ella cocina”.

La receta salió y gustó, y Betina la publicó en su blog. Se la mostró a una compañera de trabajo que quedó encantada frente a la expresividad del dibujo. “Ella quedó sorprendida porque yo no solía mostrar mis dibujos. Me dijo que quería una y le vendí una receta. Quiso dos más y así comenzó a expandirse porque comenzaron los pedidos”.

Además de las recetas ilustradas, Betina convive con “los personajes” que “surgen en función de quien los pida, un cuarto de un niño, por ejemplo. No son estables, nacen a partir de un pedido puntual. Me presenté dos veces para el concurso de ilustración del MEC. En el primero presenté la historia de un ratoncito y como no salió, saqué la escena e hice postales. Mis temáticas no salen exclusivamente con el fin de vender, esos dibujos surgen porque el tema me llega, toca en mi interior”.

Entre recetas y personajes, también están las fachadas. Es una línea de arte que heredó de los tiempos en los que estudiaba Arquitectura. Si bien no ha profundizado en esa línea, aclara que está en su interior porque “en esas fachadas hay ventanas y me gusta pintar e imaginar todo lo que vive y sucede detrás de esas ventanas”.

Y por último, aunque no menos importante, de su mano surge la serie de pájaros uruguayos para la Chacra Educativa Santa Lucía. Según Betina, estos dibujos son su veta “naturalista, porque soy perfeccionista y porque en la vida voy al nivel de detalles. Cuando ilustro una receta o cuando dibujo un pájaro, pongo en acción el interés de mis padres por la naturaleza. Porque cada cosa en la naturaleza está tan bien pensada… y me gusta que mis dibujos se parezcan a esa realidad tan perfecta”.

 

El proceso creativo

Mientras se inspira en la música, Betina garabatea en cuadernos sin renglones. Para las acuarelas busca papeles absorbentes. Las recetas las dibuja a lápiz primero, las pasa a tinta y luego las pinta con acuarela. “Como ya tengo práctica, si estoy inspirada puedo llegar a hacer una receta en un día. Tomo contacto con la receta, los pasos y los ingredientes. A veces tengo que buscar información adicional porque no cocino, aunque sé hacerlo (¡fui a Crandon y aprendí, pero no lo hago porque en mi familia todas cocinan bárbaro!)”.

La ilustradora señala que el registro de una receta es mucho más que la preparación en sí. Agrega que, en su experiencia, las recetas son parte de la historia de las familia. “Una amiga de mamá me encargó una buseca que es una receta de familia. Ella se lo regaló a su hija, todos los familiares se coparon y pidieron una”. Fue una experiencia profunda, según menciona, porque “cuando alguien que no te conoce elogia tu trabajo, te da una energía especial. La familia puede ser condescendiente, pero los ajenos no tienen por qué decirte que algo está bueno si realmente no les gusta”.

Según Betina, el proceso de ilustrar una receta es gráfico desde el primer momento. Al ver la preparación, imagina la estructura de la hoja. “Al principio no me salía muy bien, me quedaban muchos blancos. Pero es práctica. La receta debe entrar en una hoja que puede ser apaisada o vertical. Si es muy sencilla, tengo que poder llenarla con otros contenidos. Si es más complicada, debo sintetizar. Convivo con la receta un par de días, hago un esquema de los pasos y después me siento a trabajar”. Algunas preparaciones e ingredientes merecen una investigación aparte, aclara. “Una vez tuve que ilustrar una receta de migas de harina y no sabía que era. Así que busqué y luego pude dibujarla”.

 

Recalculando…

Los pedidos se hicieron más frecuentes y todos los fines de semana de 2016 Betina estuvo ocupada con ferias y encargos. Entre la vida laboral y la faceta artística de Betitu, “descuidé la vida social y las actividades al aire libre. Entonces me di cuenta de que así no funciona. No puedo descuidar otras áreas de mi vida y debo decidir qué cabida va a tener Betitu”.

Betina se enfrenta a varias de las disyuntivas de los emprendedores. Debe decidir qué lugar tendrá el emprendimiento que le genera abundantes satisfacciones, pero que le demanda mucho tiempo. “Tengo muchas dudas y una conversación entre un lado volado y uno realista. El realista me recuerda que debo pagar el alquiler y el volado me incita a dibujar”. Dice que le encantaría ver sus recetas en repasadores o en mantelitos individuales porque le gusta que sus dibujos tengan un fin utilitario.

También hay otra cuestión. Si bien no le gusta encasillarse en una temática, sabe que es importante focalizarse y hacer énfasis en una línea. “Pero a mí me gustan muchas cosas… no puedo trabajar una sola serie, mis intereses están dispersos. Además, no puedo pensar la producción en serie, me entusiasmo con algo y sigo con eso”.

En la experiencia de Betina/Betitu se condensan las vivencias de emprender, las vicisitudes de jugarse por un proyecto que puede cuajar o no, los miedos y el ímpetu a lanzarse. En sus comentarios y en los sueños que proyecta hay valor y temor, esperanza y angustia, y muchas ganas. Su delicada historia de finos trazos ofrece varias ventanas que ojalá se transformen en una gran vidriera. Su arte lo merece.

 

Puntos de venta y contacto

Algunos de los productos de Betina se venden en Las Karamazov. Sus cuentas de Facebook e Instagram, además del blog, son la vía de contacto directo. En Pinterest, Betitu tiene un tablero imperdible con deliciosas ilustraciones para degustar y viajar.

«Soy el cadete, el que hace las compras, el que diseña y cose. Soy el área creativa, la producción y distribución…»

Entrevista a María Pía Vargas, Remolacha Diseño

Remolacha Diseño es una marca de productos textiles utilitarios, hechos a mano, con una estética muy cuidada en la que se destacan los colores y el capitoneado. La esencia del emprendimiento está en la cabeza, las manos y el espíritu innovador de María Pía Vargas (29), diseñadora industrial y apasionada de la máquina de coser —que maneja intuitivamente desde niña—. Ella estudió en el Centro de Diseño y cuenta que, de la experiencia de un padre artesano, valoró el trabajo desde el hogar; lo tuvo presente al momento de elegir una carrera primero y volcarse a un emprendimiento después.

Entre cafés, preguntas, respuestas y anécdotas, María Pía definió conceptos de Remolacha y narró metros de experiencia acumulada, porque es todo en el emprendimiento: quien diseña, produce, vende, entrega y hace las cuentas. Ella es una mujer elocuente y desinhibida, que cuenta y describe con pasión. Mezcla temas como si estuviera combinando colores y circunscribe historias como si se tratara del bies de una pieza. También anuda y cierra  anécdotas y aprendizajes porque asegura que “en la vida de un emprendimiento siempre aprendés, también cuando te va mal”.

Me copé con el capitoneado que ahora es la marca registrada de Remolacha

Remolacha nació hace cinco años cuando María Pía estaba preparando el último trabajo de la carrera de Diseño Industrial. “Con una tela que me encantaba me hice una billetera y me copé con el capitoneado que ahora es la marca registrada de Remolacha. Es tan fuerte el concepto que siento que debe de estar presente en todos los productos. Es la seña de identidad, también la combinación de telas y el uso de los colores. Me juego con los colores, pero soy cuidadosa: dos estampados no van, tampoco mezclo cualquier tono. Cada producto tiene una combinación pensada y especial”.

Esa primera billetera fue muy elogiada, tanto que cosió otra que vendió inmediatamente. “Llegaron los pedidos, mi madre se copó y me empezó a ayudar. Elegí el nombre para la marca, que me rondaba de un trabajo de la carrera, y un amigo que diseñador gráfico lo resolvió muy bien: ¡dibujó Remolacha con toda la onda que tiene ahora!”.

Estoy atenta a las mejores y si son viables, las instrumento. A veces se me complica por los insumos, porque Uruguay es un mercado muy chico y no siempre consigo lo que quiero

La marca está orientada, principalmente, a mujeres en un rango etario muy amplio y también, cada vez más, a hombres que se interesan en implementos de diseño. María Pía se ha preocupado en profesionalizar sus productos estables: tres modelos de billeteras, una matera, un bolso, monederos y llaveros, cartucheras y contenedores. “Los clientes piden cambios y yo, además, pregunto a mis amigas. Testeo todo el tiempo. No tomo mate, así que la matera se la regalé a mi hermana y le pedí que sugiriera cambios. Estoy atenta a las mejores y si son viables, las instrumento. A veces se me complica por los insumos, porque Uruguay es un mercado muy chico y no siempre consigo lo que quiero”.

Además de buscar telas originales, algo que según repite María Pía es un tanto difícil, procura reciclar. Aclara que busca ropa en buen estado y las reutiliza porque es un valor asociado a la marca Remolacha. Si el tejido está en condiciones, intenta aprovechar todos los recursos. “Hay veces que se complica porque ciertas telas no son para determinados productos. Tengo que pensar en si lleva broches, las costuras, el bies, si se rasgará con facilidad, etc. Yo reciclo en mi casa, así que si puedo, reciclo en Remolacha porque ¡Remolacha es como yo, pero en marca!”.

Remolacha tiene cuenta en Facebook e Instagram y los productos se compran en Mandolín, Tristán, Mi otra yo, La Vitrina y La Esmeralda Santa Lucía. En breve, estará en Rocha y en San José. La gestión de las redes sociales la hace María Pía, porque “yo soy todo en Remolacha. Soy el cadete, el que hace las compras, el que diseña y cose. Soy el área creativa, la producción y distribución, ¡y el límite de crecimiento de Remolacha, también!”.

El tema con la costura es que soy muy detallista, quiero que todos los productos queden excelentes e iguales. Es un trabajo artesanal, pero con un código de calidad muy alto

A ese respecto, que caracteriza y limita el emprendimiento, comenta que ha estado pensando en delegar y sabe que la producción es un área crítica para el crecimiento de Remolacha. “Si logro ampliar la producción, sería genial, porque ahora tengo un stock limitado. El tema con la costura es que soy muy detallista, quiero que todos los productos queden excelentes e iguales. Es un trabajo artesanal, pero con un código de calidad muy alto. La costura tiene que quedar muy bien. Manejo con mucho cuidado el uso de las telas, la combinación de colores y también los hilos. Siempre trabajo con dos colores diferentes, por ejemplo, y tengo que encontrar a alguien que haga todo eso como yo”.

Ser y hacer todo conlleva sus dificultades y las herramientas de apoyo son vitales para administrar el emprendimiento. María Pía explica que tiene una planilla electrónica para las cuentas y para el stock. De un curso para emprendedores aprendió varias cuestiones, pero también confiesa que “nos enseñaron pila de cosas que no se deben hacer, pero yo las hago igualmente. Por ejemplo, veo cuántos elásticos tengo y compro cuando quedan pocos. Se supone que debo planificar el stock y hacer compras grandes para bajar los costos, ¡pero no tengo lugar! Mi casa está invadida por Remolacha. También guardo todo lo que puedo: los restos de guata, de polifón, de lo que sea. Porque si no sirven para los productos de la marca, pueden servir para otra persona”.

Es el mismo orgullo que sentía cuando era chica y veía a alguien en la calle con un mate tallado por mi papá

Emprender es desafiante y también puede resultar abrumador. Según María Pía, encargarse de los números, la producción, ir, venir, coordinar, salir a comprar, publicar en las redes y terminar los pedidos es agotador. La contracara es cuando ve que sus productos gustan, cuando un cliente vuelve a comprar y en particular se ha sorprendido, en un comercio cualquiera, al ver una persona sacar dinero de una billetera de Remolacha. “Es el mismo orgullo que sentía cuando era chica y veía a alguien en la calle con un mate tallado por mi papá”, agrega con satisfacción.

En relación con el futuro de la marca, la diseñadora cuenta que tiene, entre manos, otra iniciativa textil e industrial y que pronto deberá tomar una decisión al respecto. “Estoy en una encrucijada. Si ese proyecto cuaja este año, me dedicaré a ello porque tiene potencial de diseño y crecimiento. De lo contrario, seguiré profundizando con Remolacha con más productos y una línea para niños, algo así como RemoKids”.

En la cuenta de Facebook de la marca, el 1º de mayo María Pía publicó: «El mundo se mueve gracias a la suma de los pequeños empujones de cada trabajador honesto» (Hellen Keller). En la frase se resumen valores que sustentan el paradigma de atreverse, animarse, ofrecer y aportar. Remolacha es uno de los ejemplos de emprender con honestidad y causa, responsabilidad y constancia; Remolacha es testimonio de un pequeño empujón que deja una impronta en la sociedad.