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Acerca de Gabriela Cabrera Castromán

Lic. en Comunicación / Lic. en Cs. de la Información / Mag. en Estudios Organizacionales

Regalos para Isis, Rea, Hilaria y María. Regalos para mamá

 

Los “días de” tienen larga data y el de la madre parece tener anclaje en el antiguo Egipto con las celebraciones a Isis, la “gran diosa madre”, y en la antigua Grecia con los homenajes a Rea, madre de varios dioses (Zeus, Poseidón y Hades). También los romanos rendían honores a Hilaria, en el templo de Cibeles, durante tres días a partir del 15 de marzo.

En la Europa católica se comenzó a honrar a la Virgen María, madre de Jesús, y en su nombre a todas las madres. En 1854, el Papa Pío IX definió el 8 de diciembre como día de la Virgen María y lo fijó en el calendario religioso. En Estados Unidos, en 1914, se declaró oficialmente que el Día de la Madre se celebraría el segundo domingo de mayo a partir de una campaña realizada por dos madres activistas: Julia Ward Howe y Anna Reeves Jarvis.

Mayo fue permeando en el calendario de varios países que se sumaron a la celebración. Estados Unidos continúa con la tradición del segundo domingo, también España y Brasil, por ejemplo. En Uruguay y en Chile, en 2017, la conmemoración tendrá lugar el tercer domingo, pero en cambio en Argentina, la fecha se celebra en octubre.

Parece que ayer estábamos preocupados por la lista de Navidad y los regalos de Reyes, y ya estamos pensando en más obsequios. Podríamos dividir el año en función de las veces que el mercado nos empuja a comprar bajo ineludibles motivos. Para muchos, estos obsequios son solo un trámite y para otros una tarea que implica más o menos energía. Para estos últimos realizamos esta nota con las respuestas que las madres del entorno ofrecieron acerca de qué les gusta recibir en su día.

Todas las respuestas comenzaron con “un beso” y “el cariño” de los hijos, obviamente. Pero las manifestaciones de cariño suelen acompañarse de algo más y para facilitar la elección de regalos, van estas sugerencias.

¡Aunque no lo crean (porque algunas se encargan de vetar la entrada de este tipo de regalos), los electrodomésticos y los artículos para el hogar son bien recibidos por ciertas madres en su día! Para quienes gustan de una cocina con las últimas tendencias o se decantan por renovar detalles en la casa, hay tentaciones originales en Entre Aurelias y Aurelianas y toda una colección recién llegada de Europa en Analí Decoraciones. En ambos lugares, además, encontrarán portarretratos, marcos y afines para lucir las tarjetas y dibujos que los más pequeños suelen realizar.

Entre las madres encuestadas están las que gustan recibir regalos para “ponerse” y se preparan para el invierno con los primeros tejidos de punto. En ese sentido, la recomendación es Ruralanas que tiene locales en varios puntos del país. La marca ofrece prendas en lana cien por ciento naturales, tejidas por artesanos (mujeres, mayormente) de Artigas a Río Negro. Las carteras, bolsos y sobres más tentadores son las de Percibal, diseñados por una mujer uruguaya, con locales en Montevideo y Paysandú.

Más allá de los almuerzos y las cenas (clásicas salidas), los desayunos para compartir en familia han ganado adeptas, tanto los que se reciben en el hogar como los que ofrecen en Cafetto Prado y Adolfo Café.

El té —que marca con su sutil presencia— también es sugerido como un detalle que “eleva las tardes de todos los días”. Así Sea. Servicio de té es un nuevo emprendimiento, liderado por una sommelier de té, en el que se recrean “experiencias sensoriales”. Para este Día de la Madre, ofrece ricos blends, tazas y posainfusores, ¡además de asesoramiento!

Si a la mamá le gustan los tés rápidos, la recomendación es el té Damman que vende Vanacity. Los “cofres de té” son para mirar y admirar, y el sabor es un viaje de Francia a Oriente.

Para las lectoras y las que especialmente gustan de los libros más “jugados”, está Simona Libros que se define como “una  librería militante, feminista y latinoamericanista” con el compromiso “de difundir los pensamientos más avanzados de nuestros pueblos y su historia”. Es un emprendimiento nuevo, ubicado en el Cordón, que enriquece la oferta de libros de Montevideo. También en ese barrio está América Latina, un clásico de 18 de Julio con los más diversos autores del género policial y todos los ejemplares de la colección “Ciencia que ladra”: divulgación científica para gente “de a pie”, con temas cotidianos (el color, el deporte, la cocina, la estadística, la matemática) tratados por investigadores.

Por último, una de las mamás consultadas se la jugó por una celebración especial: una pijamada con sus hijas y nietas. Para esta reunión tan inusitada, la recomendación es Osa Mayor Pijamas con originales opciones para todas las edades.

Y, con todas estas opciones de regalos e ideas para brindar reconocimiento, ¡feliz día para Isis, Rea, Hilaria y María que aprendieron a ser mamás en la experiencia de procrear, parir y criar!

 

Para inaugurar la temporada de sopas

 

La temporada de sopa comienza con el otoño cuando las hojas de los árboles parecen fusionar sus colores y texturas en platos y tazones. Si bien los fanáticos la consumen todo el año, más allá la temperatura, se trata de una preparación que en estas latitudes se toma caliente (el gazpacho es una rareza) y cuando hace frío. Es una receta clásica de hogar, aunque los cocineros más renombrados la han elevado a un plato gourmet. Por eso se sirve hasta en distinguidos restaurantes, y está tan de moda, incluso, que en el mercado de electrodomésticos se venden “soperas eléctricas” con recetarios para sibaritas.

La sopa, según el Diccionario de la Real Academia, es un “plato compuesto de un caldo y uno o más ingredientes sólidos cocidos en él”. Entre los diversos tipos, se mencionan las de fideos, verduras y pescados.

El Manual de Cocina del Instituto Crandon (Ediciones B), referencia en la gastronomía uruguaya, dedica un capítulo al brebaje y explica que hay una gran variedad, “desde el bouillon que despierta el apetito con su aromático sabor, hasta las sopas espesas que se pueden servir como plato principal en una comida rápida”.

El libro —que como buen manual define las bases— explica que la sopa se toma en platos hondos o tazones, sugiere calentar los recipientes para que la preparación llegue con la temperatura justa a la mesa, puntualiza la cantidad que se acostumbra a servir y explicita la clasificación. A este respecto, dice que hay sopas livianas, medianas y espesas. Entre las primeras se encuentran los caldos, consomés y bouillons. Las de vegetales, las licuadas y las cremosas se ubican en el segundo tipo; mientras que entre las espesas están los minestronos, los chowders y las de leguminosas.

La sopa crema se prepara a partir de una salsa blanca muy liviana o de un licuado de vegetales y el bouillon es un caldo con cierta concentración que se elabora por cocción en agua de carne o huesos y con hierbas aromáticas. El minestrono (también conocido como minestrón o menestrón) es la especialidad de la cocina italiana, lleva verduras y puede tener pasta o arroz. El chowder es una sopa espesa en la que se dejan los alimentos en trozos relativamente grandes.

Las sopas son muy sencillas de preparar y se cocinan solas, aunque requieren algo de tiempo y un poquito de atención. Si las verduras son insípidas, la sal marina, la pimienta, el jengibre o el queso aportan dinamismo y le quitan el aire de “preparación de hospital”. Mi favorita contiene espinaca, zapallo o calabaza, zanahoria, puerro, nabo y un centímetro de jengibre. Cuando las verduras están listas, se licua y una pizca de curry le otorga la magia de Oriente.

En Montevideo, hay varios restaurantes donde probar ricas sopas (in situ o para llevar). La oferta para el mediodía es bastante amplia, aunque para la cena se acota un poco. En el mundo digital circulan varias recomendaciones para una “ruta sopera”: Caramelos de lima, Valentina Baccino Nutrición y Comer Mejor sugieren sus preferidos en función de diversos criterios (para vegetarianos o veganos, adecuación nutricional, etc).

Más allá de los aportes de estos especialistas en el rubro gastronómico y de nutrición, me atrevo con recomendaciones basadas en la experiencia de tomar mucha sopa. En esta lista de sopas montevideanas con vegetales (quedan por fuera el arroz y los fideos), los tazones son generosos con preparaciones caseras, espesas y hasta virtuosas. Para llevar, sugiero visitar Mercado Verde y Masala Haus, y para disfrutar en el propio restaurante, recomiendo Benicio Deli & Cofee House, Disfruta, Bar Lobo y Jacinto (estos dos últimos tienen servicio de cena).

Si la sopa te es ajena, animate en cualquiera de estos restaurantes; encontrarás sabor y hasta pasión en preparaciones bien elaboradas. Y si vas por más, preparala en tu casa. Hay cientos de recetas en libros clásicos, digitales y en modernas aplicaciones, y contá con tu intuición culinaria que, en definitiva, te guiará hacia el punto mágico en el que el sabor por lo simple se transforma en placer.

Atrapar y guardar la frescura de un momento

En el hogar de la fotógrafa Virginia Zabaleta Stirling (32) hay fotos colgadas por todas partes. Un hilo narrativo detalla momentos de la familia que conforman Virginia, Guillermo y sus dos pequeñas niñas, Emma y Clara. También hay imágenes del lugar donde Virginia se crió: el campo (Rincón de Francia, Young, Río Negro), la casa y su familia. Hay sonrisas, momentos y recuerdos cotidianos que se hilvanan en las paredes.

Virginia recuerda vagamente el inicio de su relación con la fotografía y la primera vez que tomó una imagen con una cámara. ”Tengo una foto en la que yo tendría unos 4 años. Estaba tirada en el piso con una cámara y una pelota, dos de mis principales intereses en aquel momento”.

En su familia nadie se dedicó a la fotografía profesionalmente ni tampoco como afición, a pesar de estar acostumbrados a los flashes. “Nadie en mi familia sacaba fotos, salvo como forma de retratar un viaje, un acontecimiento en particular o como forma de ilustrar el álbum familiar; teníamos una cámara compacta familiar, era de rollo pero automática. En casa nadie usaba una réflex ni cambiaba lentes”. Por la actividad ganadera y por vivir en una estancia emblemática del Uruguay, la familia estaba acostumbrada a los flashes: recibían delegaciones interesadas en conocer el lugar, fueron parte del repertorio de cascos retratados en dos libros (Antiguas Estancias del Uruguay, Historia y Producción de Irureta Goyena Ediciones y Estancias, arte y paisaje del Uruguay, de Madelón Rodríguez, editorial Manrique Zago) y en su infancia vio a la a la prensa tomar los registros para el remate anual de ganado de la cabaña del establecimiento. “Quizás [todo eso] influyó. Guardo una foto, que adoro, en la que estoy con mi abuelo en un remate. Él está acostado en el piso y yo sobre su espalda, “a caballito”. La tomó un fotógrafo de El País de forma totalmente espontánea mientras registraba los planteles a rematar y nos la envió de obsequio meses después”.

Estos hechos marcaron cierta impronta en Virginia, aunque ella explica que su interés está relacionado con el álbum familiar. “La fotografía es una forma de guardar recuerdos, momentos. Es la forma en la que conocí la infancia de mis hermanos. Yo soy la menor de seis, nací diez años después de mi hermana más chica y crecí muy sola. El álbum me hacía sentir parte de ellos, de su niñez”.

Cambiar de lente

Salí del liceo bastante perdida porque nunca tuve una vocación muy marcada. Me gustaban muchísimas cosas. Sabía que quería estudiar porque en casa nos motivaron a formarnos.

[Primero] me inscribí en Magisterio (en Paysandú), completé primero un año y después me mudé a Montevideo. Me inscribí en Comunicación, Licenciatura en Biología y Diseño Industrial. Seguía perdida y finalmente terminé en Comunicación en la Universidad Católica. En tercero, a la hora de elegir la opción, decidí hacer Organizacional. Periodismo era mi veta, pero opté profundizar en un ámbito que conocía poco para complementar mi formación y que podía darme más opciones laborales”.

A pesar de haber elegido la opción Comunicación Organizacional, la tesis de grado de Virginia fue sobre fotografía. Se sumó a un equipo que realizó una investigación histórica a partir de fotografías de principios del siglo XX en el marco rural. El tema era atractivo por sus vivencias de infancia en el campo y porque la fotografía siempre le resultó fascinante: “un combo difícil de superar por temas organizacionales”.

Encuadre y enfoque

De estudiante trabajó en una consultora de medios y luego de recibirse condujo dos revistas radiales en Maldonado (“Tarde en Vivo” en 1560 AM Radio Maldonado (2008) y “Al Fin Viernes” en FM 101.5 Radiocero en Punta del Este (2013 y 2014). También se dedicó al área organizacional en dos colegios privados de la zona. A la fotografía llegó de forma natural porque “siempre estaba con la cámara en la mano. Mi esposo, Guillermo, participa de un grupo de corredores y yo era quien tomaba las fotos. Creo que el primer trabajo surgió espontáneamente. La gente elogiaba las fotos y yo me sentía cómoda con la cámara. Así fue que di el paso inicial de mi carrera independiente, siempre con todo el apoyo de mi esposo que cree en mí y me estimula constantemente”.

En el rubro fotográfico, como en tantos otros de la vida laboral, la especialización implica una mejor performance. Para Virginia, por sus diferentes intereses, esto es muy difícil. “Me atrae y me encanta la variedad. Así que me muevo entre retratos, bodas, cumpleaños y real state. No he incursionado en fotografía de naturaleza, ya que en mi caso la asocio al ocio y a mis intereses más personales. Cuando voy al campo, a la casa donde crecí, tomo fotos para llevarme un pedacito de aquello al lugar donde vivo ahora”.

La formación continua es parte de la vida cotidiana de la fotógrafa. Se nutre de bibliografía especializada de origen internacional y sigue de cerca el trabajo de colegas porque considera que “en el Uruguay y en el mundo hay una nueva camada de fotógrafos que son excepcionales. Se ha evolucionado desde la fotografía dura, rígida y plana, del retrato clásico al fotorreportaje, que es la tendencia más actual, [en el que se trata de] contar una historia y mostrar los detalles significativos”. Dice que siempre está atenta a la innovación internacional en las áreas que su interés: el fotorreportaje de bodas, el retrato de familias y de recién nacidos. “Más allá de ver ejemplos concretos de determinados fotógrafos, me gusta investigar constantemente y conocer nuevos autores, analizar su mirada y entrenar el ojo en la búsqueda de una composición estéticamente bella que a su vez surja lo más espontáneamente posible”.

Entre diversos cursos y talleres, destaca un seminario de bodas con Fran Russo (fotógrafo español), un taller de Antropología Fotográfica en el CCE (Centro Cultural de España, Montevideo), otros de investigación y conservación de fotografías antiguas en el CdF (Centro de Fotografía, Montevideo) y la formación continua a través del portal Creative Live.  “Los hago porque me gustan, enriquecen mi trabajo y porque no quiero que me encasillen, no quiero que vean una foto y que digan que es de Virginia Zabaleta porque siempre hace lo mismo. Todo me ayuda a definir mi estilo, me nutro de distintas corrientes e incluso de distintas disciplinas, ya que creo que el arte de fotografiar se puede construir desde las más diversas inspiraciones”.

El estilo: planos, estética, tonos

Dice Virginia que no hay un plano en exclusiva que defina su estilo. “Me gusta ir al detalle que dice tanto, pero también me gusta tomar planos generales. Hay una foto que me caracteriza de alguna manera: llevo la cámara al piso y tomo la imagen con un lente de 20 mm, es un gran angular que realza toda la escena, en este caso tomada desde la perspectiva del piso. Rinde mucho en los cumpleaños y con los bebés que están aprendiendo a caminar. Muestro la pisada y generalmente van tomados de la mano de la mamá o el papá, es una foto que cuenta, narra, describe”.

“Me gusta cambiar de planos, lo hago todo el tiempo. Busco el arriba, el abajo, el costado. Me muevo todo el tiempo. Además trabajo con lentes fijos, no con zoom. Cambio los lentes constantemente y principalmente uso dos: el 20 y el 50. Miro la escena y decido. La mayoría de las veces, en un evento, arranco con el [lente de] 20 mm y cruzo el umbral del espacio físico donde se desarrolla para recrear la experiencia que tendría una persona: capto la idea general, como hace el ojo humano. Después voy a los detalles con el 50 antes de que llegue la gente. Y vuelvo al 20 cuando la gente va entrando. La lente fija es excelente porque fue concebida para esa distancia focal, entonces la calidad de imagen, su definición y la profundidad de campo que se logra es muy superior. No necesito ni me gusta usar flash, solo cuento con él en situaciones específicas donde no tengo más remedio que usarlo o porque deseo lograr un efecto puntual”.

Ante el dilema del color o la escala de grises, Virginia piensa y explica: “el color transmite mucho, aunque me gusta alternar los dos al entregar mis trabajos. La escala de grises tiene una connotación más editorial, se asocia de forma natural a la prensa, por lo que se puede decir que “es más periodística” y eso me atrae también. Generalmente edito en escala de grises las fotos que más me gustan y preferentemente en tonos crema, que le da una estética muy particular a la imagen destacando mucho los contrastes.

En el zoom de Virginia Zabaleta

Según Guillermo, esposo y “segunda” cámara del emprendimiento, Virginia se destaca por su dedicación durante las sesiones: “la entrega que brinda genera un feedback increíble con el cliente. Genera lazos de amistad, un relacionamiento a partir de su simpatía. También el tiempo dedicado a la posproducción, a cada foto, porque Virginia considera que cada imagen tiene un algo en particular, aunque parezca similar a otra”. Ella agrega: “quizás es la mirada que es distinta o un ángulo que la vuelve diferente y, al tratarse de algo tan subjetivo, no me gusta decidir por el cliente. Entrego todo, y no me cuesta hacerlo, al contrario, disfruto muchísimo de lo que hago, incluyendo la postproducción”.

Recién nacidos. Hago las sesiones a domicilio para no sacar a los bebés de su hogar y porque me gusta captar el entorno familiar. Llevo algo simple, telas negras, blancas o de colores neutros porque busco imágenes puras y naturales. También llevo distintos detalles que voy consiguiendo pues siempre estoy buscando agregados que den un toque especial a las imágenes e invito a los papás a incluir accesorios que sean emocionalmente importantes para ellos. Puede ser el primer par de escarpines, un muñeco o el nombre del bebé en letras corpóreas. La sesión de recién nacido normalmente se prepara con bastante anticipación y en conjunto con los papás, los padrinos, tíos o abuelos, que muchas veces son quienes la obsequian”.

Bodas, cumpleaños, bautismos. “Le doy mucha trascendencia a las ceremonias, y los momentos cumbre de un bautismo, un barmitzvah o un casamiento son las fotos que más exigen a nivel técnico. Si me equivoco, ¡no es posible repetir el momento! La foto que me pone más nerviosa es cuando la novia entra a la iglesia. Es “el” momento y quiero captar su esencia”.

Sesiones familiares. Parto de la comunicación con cada familia en particular y de lo que ellos tengan en mente y las sesiones las hago siempre en exteriores porque no hago fotografía de estudio. Salvo excepciones, [ya que] me ha tocado hacer sesiones familiares en alguna casa de familia, normalmente buscamos la playa, el Arboretum Lussich, algún paisaje rural, un lindo jardín o espacios públicos abiertos”.

Inmobiliaria. “Todos los rubros en los que me muevo están vinculados con la gente, salvo el de inmobiliaria que está más relacionado con el arte y la estética, porque hago fotografía inmobiliaria de apartamentos de alta gama y casas con mucho diseño. Son lugares que me inspiran donde además puedo hacer producción, que también me gusta. Llevo copas, vino, libros y armo escenas”. Aquí y en los eventos empresariales es donde entra más en juego la mirada comunicacional: analizar el destino que dará el cliente a las imágenes, cuál es su función y qué se pretende lograr con ellas, y a partir de esto orientar la mirada.

Autorretrato I: aprendizajes

Virginia hace la gestión de las redes sociales de su marca y también se encarga del mantenimiento de la página web. Procura encargarse de todo y lo hace pasionalmente, tanto que aclara: “me falta la cabeza ordenada que favorecería el emprendimiento. Tengo muchas ideas, pero no siempre tengo la disciplina de seguir una rutina que me permita concretarlas ni tampoco el tiempo para lograrlo. O al menos no lo he logrado aún, es un punto a trabajar. Muchas veces me cuesta mantener la cabeza positiva porque no siempre estoy con el mejor ánimo, especialmente en las semanas en las que hay poco trabajo. Pero sé que eso es parte de emprender”.

“Emprender significa momentos altos y momentos bajos en los que no hay más remedio que acudir al entorno familiar por una ayuda puntual o para levantar el ánimo. Son fundamentales el apoyo de la familia, de la pareja y de algún mentor (he tenido varios en mi vida profesional). Emprender es aprender y también arriesgar. Yo dejé el trabajo en una consultoría y lo pude hacer porque mi familia me apoyó. Tenía, además, la motivación de mis niñas chiquitas y con la fotografía podía quedarme más en casa”.

“Me organizo como puedo, cada día es diferente. Mi esposo, además de ser abogado es mi segunda cámara y hacemos las bodas en conjunto. En la previa de la ceremonia, yo voy con la novia y él con el novio, pero además hacemos juntos la preboda (la sesión de exteriores anterior) un tiempo antes, donde se establece un vínculo previo con la pareja. En esos días, siempre hay algún familiar que cuida a las niñas. Son horas y horas de trabajo. Podemos hacer dos eventos por día, uno al mediodía y otro en la noche (que comienza en la tarde, muchas veces). Y después paso mucho tiempo en la edición. Es una tarea que me gusta, me concentro en la noche cuando los demás ya duermen. Tomo bastante café para mitigar el sueño, disfruto de la noche y de la serenidad”.

Autorretrato II: los proyectos

Las ideas y proyectos surgen durante toda la charla, Virginia muestra, da ejemplos, busca libros en los que aprende y se inspira. “Me gustaría participar de productos fotográficos con una veta o fin periodística. Desde hace mucho pienso en un libro para mostrar estancias porque es parte de mi historia. [En particular,] me gustaría hacer un libro de las estancias en decadencia. Quizás para ayudar, de alguna manera. Sé lo difícil que es mantener un casco de estancia. Sé cuánto trabajó mi abuela primero y mi madre después para que no decaiga Rincón de Francia. Está el caso de Viraroes, que estaba en muy mal estado y un grupo inversor extranjero la recuperó y recicló por completo. Quién dice… quizás a través de un libro de fotografías se consiga atraer el interés de inversores en otras construcciones históricamente valiosas a nivel rural, se logre obtener los fondos para restaurarlas o invitar a la reflexión acerca de esta realidad que existe en tantos lugares menos conocidos del interior de nuestro país. O al menos, sacarle una foto antes de que se vuelva una ruina total”.

“La edición de libros fotográficos es un interés que tengo pendiente y ojalá pueda concretarlo de la mano de varios proyectos que tengo en mente. Algunos tienen relación con lo editorial y otros con poner la fotografía al servicio de la sociedad donde hay mucho para dar y trabajar, como el caso del proyecto fotográfico “Aunque sea por un segundo”, una iniciativa de la Fondation Mimi Ullens, de origen belga, que me llegó mucho y despertó en mí la voluntad de por qué no hacer algo similar algún día en nuestro país”.

A Guillermo y a Virginia les gustan los proyectos sociales porque ayudar a la comunidad está entre sus valores personales. Por eso, llevan adelante una iniciativa en la que ofrecen sus servicios fotográficos para organizaciones que necesiten mostrar su actividad. A cambio piden conocer el trabajo de la organización y costear los gastos de traslado si hay que movilizarse fuera de Maldonado.

El ojo de Virginia Zabaleta está atento a las demandas, mira la escena y decide, cambia de lente y se enfoca en una boda, en un recién nacido, en un bautismo, en el glamour de un apartamento lujoso o en las demandas de una organización social que necesita la ayuda de una fotógrafa sensible y cercana.

Gebana de Leiden Shoes: elegancia y comodidad

 

En la primavera de 2016, en las redes sociales vi un anuncio de zapatos que me llamó la atención por el diseño y el estilo del producto. Comencé a seguir la marca, pues quedé inmediatamente enamorada de los Gebana de Leiden Shoes. No los compré en ese momento y tampoco me compré zapatos en primavera ni en verano, quizás porque todos los demás me parecían sosos en comparación con esos zapatos tipo “balerinas sofisticadas”.

¿Qué tenían los Gebana en particular? Taco bajo (ideales para andar todo el día y trasladarme en mi bici urbana), un color muy sutil, cuero con textura, punta marcada y un diseño transversal que deja el empeine libre y cubre el arco. Los zapatos, ya puestos, tienen un interesante efecto espejo, como si fueran una mariposa.

Un lunes de marzo, en el medio de un sopor como no recordaba en mi vida, también en las redes sociales encontré un mensaje que parecía especialmente dirigido a mí: ¡quedaban las últimas Gebanas y estaban rebajadas! Sin dudarlo, me contacté con Leiden Shoes y esa misma tarde fui a buscar mis zapatos. Elegí un par de color habano  —ofrecían, además, la versión en negro— y casi salgo con ellos puestos.

Los estrené la mañana siguiente, a pesar del calor, y ese día y los sucesivos estuve admirando mis pies por la elegancia que otorgan. Son versátiles y por ello perfectos para faldas, vestidos, pantalones de todo tipo y jeans.

Los Gebana (nombre inspirado en La Habana) están confeccionados y forrados íntegramente en cuero nacional.  El taco es de madera y se llama “bizcocho” (diversas piezas pegadas una sobre la otra), la suela es antideslizante y la plantilla tiene un material similar a la goma eva para amortiguar el impacto y hacerlos más cómodos.

El zapato cuenta con dos partes: la puntera (triangular y muy «estilizante») y el resto del pie, unidas por una costura doble. En la vira (contorno) la costura es simple y en el talón es doble. El interior de cada Gebana, forrado en suave cuero, está totalmente realizado en doble costura.

Detrás de los originales Gebana hay talento y un emprendimiento a cargo de dos mujeres que un buen día se la jugaron para vivir del diseño y de la venta de zapatos.

Leiden Shoes: zapatos con diseño pensados para mujeres multitarea

Ana Laura Pacillo (33) es licenciada en Negocios Internacionales y tiene un posgrado en Márketing y Romina Inverso (29) es técnica en Vestimenta. En 2013 se conocieron trabajando en la misma empresa en el rubro textil. Descubrieron intereses en común y un mismo espíritu emprendedor.

Romina ya diseñaba ropa y Ana Laura tenía “un montón de ideas sobre zapatos”. Esas ideas necesitaban “bajarse al diseño y hacerlas viables” y Romina parecía ser “la persona ideal”. “Nos juntamos y comenzó todo. Fuimos trabajando de a poco y Leiden, como empresa, surgió a inicios de 2016. ¡Dejamos nuestros trabajos y nos jugamos! Invertimos todos los ahorros, podíamos ganar o perder, pero sentíamos que ese era el momento. Al inicio fue como una ONG porque todo el dinero que ingresaba lo recapitalizábamos”, explica Ana Laura.

Las “chicas Leiden” se dedican a diseñar y vender zapatos, exclusivamente. Sus creaciones se caracterizan “por el diseño, la combinación de colores y la buena hechura”. Para ello, buscaron un taller propio y se asociaron con el tallerista. “Fuimos hacia atrás en la línea de producción, apostamos a quien hace el zapato. Buscamos a un excelente tallerista; Romina, con su experiencia, se encargó de ese tema y, además, ahora el trabaja en el taller. Y yo me encargo del área comercial”, comenta Ana Laura.

“Alto invierno” fue la primera colección que lanzaron el año pasado, exclusivamente con botines. “Quisimos evaluar la aceptación y tuvimos mucho éxito”, explican. De esa manera, comenzaron a crear un nombre en el mercado y para el avance del verano 2016 ofrecieron diez productos. Entre ellos, las Gebana, “que se caracterizan por la comodidad y elegancia”, según las autoras.

Los zapatos Leiden se encuentran en ferias de diseño (recientemente estuvieron en Máxima) y en el atelier de la marca. Las redes sociales, que ellas mismas gestionan, son su principal instrumento de difusión y venta (FBK, Instagram y Twitter). Sus diseños, para mujeres de 30 a 60 años, procuran brindar comodidad y estilo a “mujeres trabajadoras, con ideales, mujeres multitarea, que buscan zapatos cómodos para cualquier actividad”.

En poco tiempo, pero con muchísimas horas invertidas en el emprendimiento, Romina y Ana Laura ya cuentan con varias lecciones aprendidas. Entre tantas, destacan que “hay muchas mujeres que emprenden, pero que no tienen las herramientas para desarrollar el negocio que quieren. Hay miedos, falta de financiación y poca ayuda. Nosotras llegamos a donde estamos porque actuamos desde otro lugar, ayudamos todo el tiempo y propiciamos el compañerismo, y eso es recíproco”. Agregan que “se puede vivir del diseño y venta de zapatos” y enfatizan que “demanda un compromiso total y muchas horas de trabajo”. Su diferencial es escuchar a las clientas y para ello cuentan con las redes sociales y el atelier que “es un lugar ideal para conversar, charlar y atender personalizadamente”.

En la colección de invierno 2017 siguen los modelos de taco bajo, aunque innovaron con algunos altos y plataformas. Con sus zapatos y botines “de mujeres para mujeres” piensan afianzar el mercado montevideano y llegar al interior del país. “Creemos que hay potencial, necesitamos revendedores que sigan con nuestra línea de atención personalizada porque ese es uno de nuestros diferenciales”.

Del blog al taller. La experiencia de “La Vida la la la” para “construir la realidad en la que se quiere vivir”

Susana Castro Conti (43) es esposa, madre y docente de Comunicación Visual, y es la responsable del Taller (de crochet y otras artesanías) La Vida la la la. Susana es muy cordial, expresiva y se muestra naturalmente dispuesta a mostrar lo que hace. Su inclinación por la docencia se hace evidente en el tono de su voz y en la forma de encarar los temas. Además, en la manera generosa de contar sus vivencias como emprendedora.

Su experiencia comenzó con un blog que se transformó en un taller. El lugar físico en el que se desarrollan las instancias creativas (el taller físico) está muy cuidado porque el entorno debe favorecer el proceso de enseñanza-aprendizaje. La modalidad de taller permite intervenciones que Susana considera fundamentales para el proceso creativo, por ello “el lugar debe generar ganas de estar para predisponer al aprendizaje y fomentar la creatividad”.

El taller, amplio y con ventana a la calle, es un lugar que invita. Es un espacio en el que prevalece el color y el orden, a pesar de la gran cantidad de materiales. Hay latas y latitas, cajas de todos los tamaños y baldes pequeños que albergan lápices, pinceles, fibras. Hay muchos cajones, algunos grandes y otros chiquitos. Hay armonía y diversas texturas. Hay elementos que invitan a trabajar con las manos y artesanías que invitan a mirar o usar. Entre tanto color, prevalece el anaranjado y el rosa con algunos tonos de fucsia y violeta.

La preocupación estética del emprendimiento también se evidencia en las redes sociales. El contenido de las publicaciones de “La Vida la la la” en Faebook e Instagram es variado y, además, generan un boletín de noticias cuando tienen un taller para ofrecer. Se muestra un trabajo arduo y constante, y un afán por sostener el interés del público.

Una instancia para la creatividad personal

Susana se presenta como profesora de Comunicación Visual y también como emprendedora, aunque lo expresa con timidez y parece que debe justificarlo con una sonrisa, como si todavía no se convenciera de su iniciativa. “Mi trabajo formal como profesora de Dibujo, y de Educación Visual y Plástica es en Secundaria (pública y privada). Toda la vida me gustaron las manualidades, me gusta coser, tejer, bordar, y  me pasó algo que es habitual en la docencia: mi espacio creativo personal se fue relegando porque los tiempos no dan….

A partir de una capacitación específica en relación con las TIC (Tecnologías para la Información y la Comunicación), Susana se enganchó en un foro español de decoración de interiores, un tema vinculado a su veta creativa. “Muchos de los miembros del foro tenían blogs, descubrí ese mundo y me entusiasmé. Los blogs abren puertas que abren otras puertas, así que de la decoración de interiores llegué a blogs de artesanías. Y de España salté a Argentina. Me entusiasmé tanto que comencé a armar un blog; empecé a hacerme un espacio para mí, el tiempo creativo que estaba abandonado. Ese fue el primer sentido del blog La Vida la la la.

El nombre del blog, que canta a la vida, es una expresión comodín de su familia. “Es una frase que dice todo y nada, que tiene música y que destaca la unión de vida y del canto, de la vida y del disfrute. Es algo divagada, pero me gustó y me sigue gustando”.

Entre los miembros de un foro (personas con un fuerte interés en común) suelen generarse vínculos fraternos y Susana no fue ajena a esa realidad. En las conversaciones digitales —dice que en ciertas charlas hasta se trataban temas muy íntimos— surgió la necesidad y el empuje para pasar del blog a la acción. Hubo quienes se dedicaron a vender sus artesanías, quienes emprendieron en grupo y quienes se enfocamos a enseñar. Del blog, entonces, surgió el taller “La Vida la la la” para unir la docencia y un espacio de creatividad.

Un espacio para crear con las manos

Los primeros talleres que Susana ofreció, hace cuatro años, fueron de crochet. “El crochet es muy sencillo, yo veía, de niña, a mis abuelas hacer crochet y en particular lo aprendí con mi suegra. Ella me enseñó la técnica básica y descubrí que, a partir de lo básico, se puede hacer mucho”.

Susana agrega, insistentemente, que no es necesario de “tener mano”. En su taller para principiantes llegan personas “que no saben nada y se van con algo hecho por ellos”. “Lo más básico es el punto bajo que permite mucho más, porque el crochet se basa en combinaciones de ese punto. Es cierto que requiere algo de pensamiento geométrico y quizás algunas personas, las que tienen inteligencia espacial, se sentirán más cómodas con la técnica. Pero quienes no tengan esa habilidad, también pueden aprender”.

La propuesta de talleres de “La Vida la la la” es de aprendizaje y experiencia compartida. Susana trabaja en la creación de “un espacio para pasarla bien, para crear con las manos”. Asisten, mayormente, mujeres entre 20 y 60 años y, en general, cuando van adolescentes lo hacen en compañía de sus mamás, “para pasar un tiempo juntas”.

Del crochet para principiantes —que es el primer escalón— se puede continuar con talleres más avanzados. En 2016, se realizaron varios: uno de mandalas, otro de amigurumis y uno de granny squares (los cuadrados de abuela).  

Además del crochet, en “La Vida la la la” se ofrecen diversas instancias creativas porque Susana comparte el taller con otros artesanos. Esas instancias (sobre bordado, encuadernación, fieltro húmedo y papel reciclado) le permiten, además, participar como asistente para aprender y enriquecer su veta creativa.

Emprender es aprender

Gestionar el taller y que funcione implica mucha dedicación, significa tiempo de trabajo, además del que demandan las clases y la vida (del hogar y en general). Para que el taller sea viable hay que alimentar las redes sociales y generar boletines informativos. “Mi esposo me ayuda porque es mucho trabajo. Requiere dedicación, esfuerzo y mantenimiento. Todo fue surgiendo y tuve que aprender sobre la marcha. No solo he tenido que aprender y mejorar las técnicas que enseño, sino que debo estar al día con otras cuestiones. Por eso aprendí a manejar Facebook e Instagram, por ejemplo. Me inclino por las redes que me gustan más o las que me son más fáciles, el blog primero e Instagram ahora. Pero también tengo que hacer otras, porque Facebook, por ejemplo, tiene gran alcance y muchas repercusiones”.

El taller de Susana es parte de su casa, porque “en definitiva, es un emprendimiento familiar, mi esposo se encarga de la gestión de la base de datos para la newsletter y mis hijos me ayudan los días de taller. El emprendimiento tiene un involucramiento familiar. Así se dio porque emprender implica vivir de una forma coherente con los sueños”.

Susana agrega que emprender significa animarse a seguir a pesar de las dificultades y que el desafío es sobreponerse a los problemas y continuar. También implica estar atento a las oportunidades, generar espacios, manejar los intereses y lidiar con el manejo de los tiempos (¡todo un tema, según ella misma confiesa!). Cuando Susana pasó de los sueños a la acción, tenía mucho miedo. “Pensaba ¿qué pasa si no viene nadie? Y me decía: ¡nada! Habrá que ofrecer un nuevo taller”.

Su recomendación, como emprendedora, es que “hay que aprender a bancarse la frustración. Hay que aprender a tolerar los errores porque si realmente se quiere algo, hay que meterle para sobreponerse a `los a pesar de´”.

Taller La Vida la la la

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Qué se ofrece: “Técnicas y experiencias, un tiempo para cada uno. Un tiempo para tomar té, café y crear, para sentir la gratificación de transformar algo.

Días de taller: sábados de tarde.

Técnicas: crochet y bordado, fundamentalmente. En estos años han realizado talleres de encuadernación, fieltro húmedo y papel reciclado. Y a futuro mucho más: origami, caligrafía bordada y confección de prendas básicas.

Para: quienes gustan de las manualidades, valoran los oficios y quieren experimentar la satisfacción de crear.

La mensajería instantánea en el ámbito laboral. Reflexiones en torno al buen uso

Los servicios de mensajería instantánea (MI, en adelante) aterrizaron con fuerza en los diversos ámbitos de nuestra vida y, por su practicidad, se impusieron con rapidez. El mundo del trabajo no fue ajeno a la situación y, en muchos casos, los trabajadores comenzaron a usarlos desde sus teléfonos personales para el intercambio de datos e información con fines laborales.

La mayoría de las organizaciones —salvo las vinculadas al sector tecnológico— reacciona tardíamente ante las prácticas de tecnología digital y comunicación, y el uso de la mensajería instantánea ha respondido con la misma lógica. Por ello, las normas de buen uso y etiqueta en relación con estos servicios quedan, en principio, libradas al criterio de cada empleado.

Normalizar prácticas es una tarea tediosa e implica un verdadero trabajo “de hormiga”. Además, los recursos tecnológicos cambian, se renuevan con frenesí y las reglas, muchas veces, se tornan vetustas con rapidez. Aún así, vale la pena intentar una reflexión acerca de la mensajería instantánea en el ámbito laboral para generar un estilo que propicie una comunicación con aspectos profesionales.

La identificación. En los servicios de MI la foto es la identificación de la persona, además del número (que es un dato frío y que no aporta información sobre el usuario). Es conveniente que la imagen sea del emisor, puesto que es muy difícil (imposible, a veces) reconocerlo a través de la foto de una mascota, de un paisaje, de un grupo familiar o de amigos.

También se sugiere, cuando se usa el teléfono con fines laborales, evitar el descuidado estilo “fantasma” o la foto inapropiada. Y conviene adecuar el “estado” con un mensaje coherente porque esta información aparece en cada envío. El emisor se expone al brindar información de sí mismo con texto elegido para el “estado” y la foto que escogió para identificarlo.

Las abreviaturas, acortamientos y emoticones. Escribir bien como regla fundamental. En los mensajes de MI suelen abundar las abreviaturas y acortamientos, algunas son útiles (aprox por aproximadamente, por ejemplo y otras son innecesarios e indeseables (pa’ por para, k por que y un largo etcétera).

Por otra parte, ¿los emoticonos y emojis son tan necesarios? Parece que para muchos la comunicación a través de los servicios de MI no pudiese realizarse sin agregados de abundantes colores y hasta con movimiento… Quizás uno y hasta dos, ¿pero diez seguidos? Pensemos en sus beneficios (ahorran tiempo y facilitan la expresión de sentimientos y emociones) y, en ese marco, un uso consciente es conveniente para incorporar sensibilidad al entorno laboral.

Escribir bien es difícil, es cierto, por ello es bueno ajustarse a la fórmula “sujeto + verbo + complemento”. Los servicios de mensajería instantánea, a pesar del paradigma de la instantaneidad bajo los que fueron creados, no escapan al bueno uso de la lengua. Se recomienda, entonces, como en todos los otros tipos de textos, escribir bien y con apego a las normas de la lengua.

La regla de los 140 caracteres. Twitter nos legó la regla de los 140 caracteres que nos obliga a ser muy (¡muy!) escuetos y creativos. No siempre es posible seguirla, pero es una interesante práctica. Como los servicios de MI no cuentan las palabras, la norma es solo una referencia para ser conciso. Y es bueno escaparse de ella, si implica escribir mal o si el mensaje amerita un desarrollo más exhaustivo.

Etiquetas/Hashtags. Algunos servicios de MI —Telegram, por ejemplo— permiten el uso de etiquetas (hashtags) que son mecanismos útiles para agrupar información. Hasta el momento, WhatsApp no lo tiene y esperamos que próximamente lo incorpore para facilitar la búsqueda de datos.

Mensajes compartidos a más de una persona. Muchas veces se envía una misma información a más de un usuario en comunicaciones persona a persona. En esos casos (en los que no existe un grupo), es ético indicar que el mensaje se compartió con otros.

Los errores de texto ya enviados. En ciertos ámbitos se ha impuesto el uso del asterisco para indicar un error enviado (fundamentalmente en relación con faltas de ortografía). Esta práctica demanda un mensaje que se suma al inicial y no siempre aporta, salvo que el error ortográfico genere dudas de interpretación.

Verificar datos para evitar “bulos”. ¡Las cadenas de los servicios de mensajería instantánea son la versión renovada de las cadenas de los correos electrónicos! Circulan con una velocidad inaudita y han generado alarma ante catástrofes, enfermedades o fallecimiento de personas famosas. Hay cadenas de todo tipo: políticas, religiosas, de cobro de servicios, etc., y muchas de ellas son “bulos” o hoax (noticias falsas que se generan para desinformar).  Siempre es conveniente verificar la fuente o al menos tomarse un rato antes de distribuir mensajes de esa naturaleza (el tiempo suele ser buen consejero).

Grupos. Respetar la finalidad. Casi con seguridad, respetar la finalidad para la que fue creado el grupo debe de ser uno de los aspectos más sensibles y más “bastardeados”. ¡Y es tan sencillo! Si el grupo fue creado para facilitar una tarea, los mensajes que circulan deben aportar a esa tarea. O a lo sumo, brindar información de alguno de los miembros, siempre que los datos sean relevantes y no comprometan aspectos personales.

Grupos. Ortografía y sintaxis. En los grupos y en especial los de carácter laboral, hay que extremar cuidados en relación con la ortografía y la sintaxis. Escribir bien facilita la comunicación y minimiza errores. WhatsApp, Telegram y otros no están peleados con las mayúsculas y los signos de puntuación, así que hay que usarlos sin temor. La instantaneidad de estos servicios no implica tener que hacer un curso para decodificar mensajes cifrados.

Grupos. Cadenas y “bulos”. En los grupos, hay que extremar cuidado ante cadenas y “bulos”, puesto que entorpecen la comunicación, salvo que estén alineados a la finalidad para la que fue creado ese chat.

Grupos. Temas sensibles y temas privados. Los temas sensibles (religión, política, deporte, etc.) y los privados no son, generalmente, apropiados para divulgar en los grupos. Suelen generar malestar y huidas; hay otros medios más indicados para expresar ideas de ese tipo o comunicar hechos que hacen a la intimidad de las personas.

 

Zafiro Vocal: un coro desestructurado y riguroso el “que se deja el cuerpo en cada ensayo”

Según parece, en Uruguay la actividad coral es intensaHay coros nacidos en instituciones educativas, asociaciones profesionales, organizaciones sociales, culturales y en clubes sociales y deportivos. Hay coros para niños, adolescentes y para la tercera edad, femeninos masculinos y mixtos, los hay gratuitos y otros en los que hay que pagar. Algunos reúnen a personas que simplemente quieren cantar y para participar de otros, sin embargo, hay que “tener voz”.

Hay grupos vocales para todos los gustos y para elegir el indicado solo hay que indagar las características del coro en función de los intereses y necesidades del coreuta. En esa oferta tan amplia, de organizaciones de todo tipo, hay uno con cierta particularidad: Zafiro Vocal. Este grupo nació en un gimnasio, no se trata de un club social y deportivo de esos que se visualizan de lejos por su infraestructura, sino de un gimnasio de barrio.

“Mi vida era muy estructurada, estudié secretariado y trabajé como secretaria durante quince años”, dice Roxana López Buongiorno (45 años, directora). “Un buen día decidí cambiar todo: ese mismo año me divorcié, dejé el trabajo y puse el gimnasio, que siempre había sido un sueño”. Así, en 2007, nació Zafiro Centro de Bienestar (Francisco Solano López esq. Dalmiro Costa, Buceo) que es más que un gimnasio, es un lugar “que ofrece bienestar” según las últimas tendencias en gimnasia y en el que hay clases hombres y mujeres, desde niños a adultos. La propuesta de Zafiro incluye fitness en general: pilates, zumba, body pump, power jump, entrenamiento funcional y clases tradicionales (glúteos, abdominales y piernas, y aerolocal) y sala de aparatos (aeróbicos y fierros clásicos). “Tenemos de todo [e incluso hemos llevado adelante] recuperaciones de operaciones, por ejemplo. Y ahora se agregó el coro porque amo el ejercicio en toda su dimensión: el ejercicio físico en el gimnasio y el musical en el coro”.

El grupo vocal surgió porque Roxana dice que toda su vida ha estado signada por la música

El grupo vocal surgió porque Roxana dice que toda su vida ha estado signada por la música y aclara, enfáticamente, que en el gimnasio se trabaja con música. “Está todo conectado, en el fitness hay música, por ejemplo. El profe de fitness dedica toda la primera clase (…) al tiempo musical, al ritmo, a la cadencia, a la interpretación musical. [En cada clase hay] veinte almas que vienen a descargar, vienen para que las trates bien, para encontrar la alegría de vivir y nosotros, los profesores, hacemos teatro, hacemos actuación. [A través de] la música y del movimiento transmitimos emoción, alegría, fuerza”.

La idea del coro, concretamente, nació a partir de un hecho casual. “Hace un año y medio, en una salida nocturna conocí a Wilmer Márquez (38 años), profesor de Música, quien actualmente es el director del coro. [En aquel momento] yo pensaba tomar clases de canto, era un desafío personal que estaba dormido en mi interior. Cuando comenzamos a conversar y supe que Wilmer era profesor de Música le pregunté si podía darme clases. Él no estaba dando clases particulares en ese momento, pero se animó”. Wilmer afirma que accedió porque se trataba de una mujer decidida, que quería cantar y que, como desafío, se planteó “comenzar a formar su voz, al igual que Roxana forma cuerpos en las clases que da en el gimnasio”.

“A la semana [de aquel encuentro], estaba tomando clases de canto con Wilmer los lunes durante dos horas. Al mes sentía ganas de algo más y le propuse crear un coro”, dice Roxana. Wilmer le respondió que no y Roxana insistió. Hoy el director del coro agrega que la iniciativa no le cerraba porque “mi proyecto coral es Vibra, un grupo que llevo adelante en el liceo público en el que trabajo, y sinceramente no veía posible trasladar ese trabajo a la propuesta de Roxana».

Con un cartel en la recepción del gimnasio y su entusiasmo, un sábado de setiembre de 2015 comenzaron los ensayos. Eran todas mujeres con ganas de cantar, nada más

Roxana buscaba, en realidad, ampliar la dinámica de integración cultural de Zafiro Centro de Bienestar y el coro era una buena estrategia. Finalmente, eso convenció a Wilmer. Entonces, el profesor y futuro director de Zafiro Vocal, exigió diez voces, al menos. Y Roxana consiguió catorce en menos de una semana. Con un cartel en la recepción del gimnasio y su entusiasmo, un sábado de setiembre de 2015 comenzaron los ensayos. Eran todas mujeres con ganas de cantar, nada más.

A partir de ese momento, ensayan todos los sábados de 16 a 19 h en el gimnasio. “Yo lo tomé con rigurosidad artística porque así me gusta hacerlo”, explica Wilmer. “En el primer ensayo [indagué acerca] de los intereses y encontré que no había inquietudes ni experiencias artísticas, sino un interés colectivo en formar parte de un espacio para sentirse bien”. Roxana cuenta que en ese testeo algunas respuestas fueron inquietantes. Una chica dijo que buscaba “un espacio para ser feliz”; esa aseveración fue una de las tantas muestras de que el proyecto del coro se transformaría en una instancia para vibrar con la música en el marco de un centro en el que se manifiesta el cuerpo.

Las canciones y los arreglos musicales son, como dice Roxana, “obra de Wilmer”. “Tenemos un año y tres meses de vida, así que el repertorio es acotado” (1). Wilmer elige el repertorio en función de sus gustos, aclara que “tienen que ser temas que me partan la cabeza, esas canciones con las que deliro desde la idea”. Para Roxana, cada canción tiene un contenido emocional, tanto es así que la primera vez que cantaron De nada sirve (No Te Va Gustar) todas lloraron porque el tema hacía “referencia a la historia de vida de una de las participantes”.

El repertorio de Zafiro Vocal incluye “canciones para vibrar desde adentro”

El repertorio de Zafiro Vocal incluye “canciones para vibrar desde adentro”, como dice Roxana. “Cantamos De nada sirve de No Te Va gustar; Duende del Sur de Chambao; Spaguetti del rock de Divididos; Sud Africa Canción de Ruben Rada; Por las ruas, por las calles y El Círculo de Kevin Johansen; Para la vieja Isla de Flores de Alberto Wolf; Esa noche y La Soledad de Café Tacuba y Sirinoque de Abuelos de la Nada”.

En diciembre de 2015, con tres meses de vida y mucho arrojo, Zafiro Vocal cantó en público por primera vez invitado por el Coro Brisas. Con muchos nervios y altas expectativas, salieron al ruedo y mostraron su trabajo. No pensaban hacerlo inicialmente, porque el coro pretendía solo ejercitar sus voces y alimentar el alma, pero la invitación las tentó. La energía generada fue vital para animarse a más y en 2016 tuvieron una vida muy pública con una agenda de presentaciones muy poblada desde octubre a diciembre. “Comenzamos a ser parte de una dinámica de conciertos, invitaciones, comenzaron a abrirse puertas. El coro está sonando bien, pero lo que más valoro es el grupo humano. Nos conectamos y se genera una energía intensa que nos retroalimenta”, dice Roxana.

Para finalizar 2016, el grupo se animó a organizar el primer encuentro en su casa, en el gimnasio. La actividad se realizó el sábado 17 de diciembre. “Trabajamos arduamente para el primer encuentro; nos dio muchísimo trabajo porque teníamos que afrontar todos los costos. Hicimos rifas y una margarita como las de las kermés para [recaudar dinero] y también un remate al final de la actuación. Tuvimos que transformar el gimnasio en un teatro y lo logramos, para el festival de coro creamos el Teatro Zafiro con tarimas para recibir a 30 personas arriba del escenario. Además alquilamos sillas y el audio que es realmente importante [e incluso] hicimos hasta los regalos para los coreutas y los directores”.

Ese sábado se generó “algo realmente hermoso con un equipo comprometido y un profesor muy profesional que nos exige mucho, pero que hace relucir nuestro trabajo”, agrega Roxana. Al respecto, Wilmer aclara que está orgulloso del grupo pues ha podido “entrenar las voces que se han pulido superlativamente. El coro ensaya fuerte, la dinámica de ensayo es de alto rendimiento, pero también se prioriza el buen clima y el trabajo artístico con alegría, y eso da buenos resultados”.

“Comenzamos con miedo y perfil bajo, ahora mantenemos ese perfil bajo, pero lo hacemos con la seguridad del amor por lo que hacemos»

En resumen, dice Roxana, “comenzamos con miedo y perfil bajo, ahora mantenemos ese perfil bajo, pero lo hacemos con la seguridad del amor por lo que hacemos y con la seguridad de que nos está saliendo bien. Nuestro trabajo es humilde, sencillo, pero muy carismático. Hemos buscado un estilo desestructurado en nuestros atuendos con una camisa de jean abierta al estilo rockero. Somos desestructuradas, pero muy rigurosas con los ensayos porque dejamos el cuerpo cada sábado y también en las presentaciones con público”. “El coro ha significado alegría, orgullo, gratificación y crecimiento personal. Me gustaría ampliar el gimnasio, explorar la veta cultural con otras propuestas que también hacen bien”, agrega la directora de Zafiro Centro de Bienestar. “Soy feliz viendo a la gente motivada. También con la unión que se ha generado en torno a la música. Se despiertan sonrisas y llantos, además de una conexión fraterna muy profunda”.

(1) Entrevista realizada en diciembre 2016

Sugerir libros, reinvidicar el oficio

 

En la primavera de 2016, una librería con nombre literario irrumpió en la vida montevideana…

En la primavera de 2016, una librería con nombre literario irrumpió en la vida montevideana y desplegó en su ancha vidriera —en el cruce de las Avdas. Rivera y Soca (Pocitos)—, sugerencias que se diferencian de la oferta habitual. Además, en las redes sociales, el nombre, con la impronta de un centro cultural, comenzó a sonar con talleres y encuentros de diversas temáticas.

Las Karamazov” es un lugar pet friendly en el que venden café y té de buena calidad y lo sirven en tazas de cerámica artesanal (Taller Gallina, Colonia del Sacramento), especialmente elegidas. Tienen un piano abierto en el que una tarde tocó Luciano Supervielle y llevaron adelante un ciclo de cine mudo, musicalizado con ese piano, con la participación de veteranos, jóvenes y hasta niños. Se sumaron a Museos en la Noche y despidieron el año con canciones hiperacústicas. Así de originales son.

Detrás de la librería “Las Karamazov” hay dos mujeres jóvenes, ambas formadas en Letras. Mariana Álvarez (33) y Martina Seré (27) saben del oficio y conocen los vericuetos de las librerías porque tienen experiencia en el rubro. Trabajaron juntas durante un buen tiempo, se hicieron amigas, se complementan muy bien, y haber concretado la apertura de la librería les permite “conjugar trabajo con placer”.

Con los ahorros de mucho tiempo y un estilo de vida austero, juntaron el dinero para alquilar, armar la colección y amueblar. En remates y en Mercado Libre consiguieron mesas, estanterías, y sillones, una lámpara y alfombras para ambientar un living. La mesa que se destaca, en un conjunto armónico y colorido, es un banco de carpintero. Es una mesa con presencia, fuerte y sólida, como los libros que sostiene.

El fondo de “Las Karamazov” está pensado con rigor y amor, y cada libro es elegido por sus cualidades literarias

Conocer el ambiente de las librerías permitió a Martina y Mariana iniciar un aceitado vínculo comercial con las distribuidoras y las editoriales. Con un proyecto minucioso y tan analítico como les fue posible, seleccionaron los libros cuidadosamente. Sabían que el material es esencial porque “no se trata de acumular lo que todas tienen o caer [exclusivamente] en la novedad, pero tampoco se trata de ser elitista”. El fondo de “Las Karamazov” está pensado con rigor y amor, y cada libro es elegido por sus cualidades literarias.

El nombre de la librería es un guiño literario (Los hermanos Karamazov del ruso Fiódor Dostoyevski) con una licencia de género y surge de una historia en común, porque en más de una ocasión, trabajando juntas, les preguntaron si eran hermanas. Tenían la convicción de que el nombre de su librería debía tener referencias literarias, querían que no fuera rebuscado ni esnob y a ambas les gusta la literatura rusa en general y Dostoyevksi en particular. Así llegaron a “Las Karamazov”, hermanadas por una pasión en común y con el anhelo de que el proyecto funcionaría. Aclaran que mucha gente decodifica el parpadeo, aunque también les gusta explicar las razones de la elección, ante quienes no conocen la obra rusa.

«No se trata de despachar, sino de sugerir, orientar, recomendar y escuchar a otros lectores”

Su objetivo fue, desde el momento de pensar el proyecto, ser una librería para lectores que buscan una recomendación y que también están abiertos a sugerir. Orientar, desde su pasión como lectoras, es el diferencial de “Las Karamazov” porque “la diferencia del librero se basa en si es o no es lector. No se trata de despachar, sino de sugerir, orientar, recomendar y escuchar a otros lectores”.

Armaron y mantienen las mesas con recomendaciones basadas en su formación y como lectoras, fundamentalmente, porque insisten en que “la función del librero es recomendar y orientar”. A Mariana le gusta, entre otros autores, Hebe Uhart (Argentina), John Cheever (EEUU), Jorge Luis Borges y Juan José Saer (Argentina). Martina se inclina por la literatura infantil, los libros ilustrados y se especializó en novela gráfica alternativa.

En estos meses, las libreras han notado que el público que se acerca es muy diverso; los visitantes consultan por las sugerencias (jugadas, en algunos casos) que muestran en la vidriera o las que resaltan en las mesas. El intercambio que se genera es recíproco, pues Martina y Mariana se nutren de comentarios y consejos de otros lectores. También se “alimentan” de reseñas y críticas —La Diaria, Babelia y Eñe, entre otros—, pues la formación continua es clave.

Una librería concebida como un punto de encuentro cultural

Los talleres que han llevado a cabo desde la apertura son un eje fundamental en la concepción de la librería. “Las Karamazov fue pensada como algo más que un lugar para vender libros, fue concebida como un punto de encuentro, como un espacio cultural”. Al igual que un aleph que condensa diferentes lenguajes, en la librería también hay café, té, un piano abierto y un club de lectura.

“Las Karamazov” es una propuesta joven y, por lo tanto, es muy pronto para evaluar, aunque sí es momento para proyectar. “Esto recién comienza, acaba de concretarse.  Se puede vivir del oficio y mantener el espíritu de calidad [en función] de los talleres, la elección del material y nuestra presencia para recomendar”.

La librería tiene un horario amplio, un par de sillones que son una buena excusa para a bajar el ritmo y las mesas invitan con libros bien dispuestos. Además, la propuesta de encuentros y talleres es amplia y también tentadora. “Las Karamazov” no es una librería más, sin lugar a dudas.

Adelantos del ciclo de talleres 2017

El año comenzó con un ciclo de Encuadernación artesanal a cargo de Gervasio Monchietti. Para el Día Internacional de la Mujer prepararon un encuentro especial con lecturas, música y la creación de un fanzine. Próximamente habrá una Clínica de guion con Daniela Speranza, un taller de Aproximación a la escritura con Fabián Severo y repetirán “un éxito del año pasado”: Ilustración emocional a cargo de Flor de Jopo. Habrá también un taller de tango oriental para conocer a los representantes uruguayos en el tango.

El Club de lectura de “Las Karamazov”

Los socios pagan una matrícula ($ 500) y una cuota mensual ($ 300) y pueden llevarse la cantidad de libros que quieran por mes, salvo que pueden retirar solo dos en cada ocasión. El club tiene una colección propia, diferente a la de la librería, que se nutre de las sugerencias de los miembros.

 

 

Detrás del primer chocolate “del grano a la barra” del Uruguay hay sueños, investigación, muchos kilómetros recorridos y un gran deseo de superación

Lucía Contatore (27, estudiante de arquitectura y artesana en chocolates) es la creadora y responsable de Oh! Chocolaterie, una marca joven que ha marcado su impronta en el mercado uruguayo a partir de la innovación y de la sorpresa, características que dan identidad al emprendimiento.

Entre la arquitectura y el chocolate, Lucía ha intentado balancear pasiones y premisas familiares. “La arquitectura me encanta, pero el chocolate me gusta más. Y la profesión en sí, ser arquitecta, no me llama tanto la atención [porque] el ejercicio de la profesión y las condiciones que existen hoy en el Uruguay no me entusiasman”. En cambio, cuando Lucía habla del chocolate su visión es diferente, narra y describe el camino recorrido con precisión, amor y vehemencia, a pesar de su timidez y humildad.

Esta es una historia de dudas y logros con sabor a cacao. Es el relato de alguien que, en un principio, amaba chocolate solo para degustarlo. Pero había algo más que comer chocolate frente a la TV, y del placer del sabor, el chocolate pasó a ocupar el tiempo y la energía de Lucía. Invadió su casa y su vida, generó polémica familiar, y en la actualidad su emprendimiento en chocolatería se ha afianzado en todos los ámbitos: el personal, el familiar y en el mercado uruguayo.

Esta es una historia que muestra la zozobra de la incertidumbre, que evidencia situaciones casuales y causales, que ofrece el placer de explorar y la ganas de salir adelante. La de Lucía es una historia que tiene de todo: sabor y texturas, detractores y miedos, pasión y arrojo. Y mucha superación: “Yo hago chocolates, pero debo ser empresaria porque quiero que el proyecto [Oh! Chocolaterie] crezca; esa es la parte que no me gusta, pero debo hacerlo igual. Y después está la parte artística que me fascina. Lo que más me gusta es sorprender; por eso elegí el nombre ’Oh! Chocolaterie’. Me copa armar las propuestas particulares para cada fiesta, también elegir los bombones, los sabores y trabajar las texturas, y hasta armar el packaging”.

Montevideo: apatía y sabor. El mundo del chocolate más allá del “garoto”

¿Cómo llegó una estudiante de arquitectura a vincularse con el chocolate?
Un día, de adolescente, dije que quería tener una chocolatería, como esas cosas que uno dice… Quizás para tener un acceso directo a los chocolates que tanto me gustaban. Y nada más, ahí quedó.

Comencé la carrera de arquitectura, iba a clases, todo el mundo estaba recopado y yo sentía que me faltaba algo. Veía que los demás se entusiasmaban y yo no. En 2009, en Pocitos Libros, buscando un regalo para una amiga encontré un libro de chocolates y lo compré. No sé realmente por qué, si bien cocinaba algunas tortas, la cocina tampoco era lo mío.

Comencé a probar con el chocolate, hice unas canastitas con dulce de leche y frutos secos. Usaba un chocolate cualquiera y el producto gustaba porque era goloso. Seguí probando y comenzaron los pedidos: para el cumple de una amiga, para una reunión.

En aquel momento usaba símil chocolate que tiene pasta de cacao, azúcar y aceite (generalmente hidrogenado) en lugar de manteca de cacao. Es un producto fácil de usar porque se derrite, se pone en un molde y ¡listo! Durante todo el primer año trabajé intuitivamente, sin saber nada del mundo del chocolate.

A través de varios conocidos, me enteré de un curso en la Universidad Católica que se llamaba “La ciencia y la tecnología del chocolate”. En mi casa estaban un poco preocupados por mi carrera porque yo demostraba mucho interés por el chocolate; así que cuando le pedí dinero a mi madre para hacer el curso, me dijo que no. Pero uno de mis hermanos —el del medio— me ayudó, vio mi entusiasmo, intuía que yo no estaba tan conectada con la Facultad y por eso me ayudó.

¿Qué encontraste en ese primer curso?
Me encontré con una primera clase de Química —casualmente en mi casa son todos químicos— y un pizarrón lleno de fórmulas porque el chocolate no era lo que yo pensaba… Ese curso tuvo dos días teóricos y uno práctico, y descubrí que el mundo del cacao era mucho más amplio que el “garoto”, el símil chocolate que usaba en aquel momento.

No me había puesto ni a pensar de dónde salía el chocolate y desde ese primer día [tomé contacto] con el cacao, las plantaciones, cómo se procesa y el movimiento bean to bar en el que el chocolate se elabora directamente desde el grano. Estaba ahí sentada y dije “algún día voy a hacer ese chocolate”. Todo me resultaba muy atractivo y veía miles de cosas para hacer.

Con los conocimientos que adquirí en ese curso me pasé al chocolate para templar y comencé a trabajar con el belga. Después me fui a Buenos Aires a hacer un curso sobre elaboraciones, para sacarme el miedo porque temía templar el chocolate.

¿Por qué ese temor?
Porque hay que trabajar con las temperaturas y ser muy cuidadoso. Ahora sé que no pasa nada, pero en aquel momento no sabía y no tenía práctica. El miedo, en realidad, era la carga de estar haciendo algo que no debía: porque yo, en lugar de estar haciendo chocolate, tenía que estudiar arquitectura.

Todo era un caos, en el miedo al chocolate [se condensaban] otros miedos. Pasaba noches enteras haciendo cosas de Facultad y cuando podía, pasaba noches enteras cocinando. Tenía 21 años. Estaba muy perdida y todas mis referencias eran de profesionales que se habían dedicado a sus carreras. Ese tenía que ser mi camino.

[Por eso], en 2011 conseguí un trabajo en una constructora. Me venía bien tener un trabajo vinculado a la carrera y tener mi dinero. Trabajaba ocho horas, tenía mi sueldo y estudiaba. Parecía que todo estaba en orden, pero en un momento volvieron los chocolates. Al año de estar trabajando ya no aguantaba más y pensé en hacer una marca, un logo, un lugar en el mercado… Empecé a soñar, aunque me convencí de no dejar la carrera.

¿Ese fue el inicio del emprendimiento oficialmente?
Sí. En 2012 arranqué con Oh! y a mitad de año estaba muy angustiada porque no podía con todo (trabajo, estudio y pedidos). Llegaba a las cinco a casa y me ponía a hacer chocolates; entre las siete y las ocho tenía que limpiar la cocina para la hora de la cena y después lavaba todo, porque nadie lo iba a hacer para que yo me dedicara a mis chocolates. Y vuelta a trabajar hasta finalizar los pedidos. Me iba a dormir a las tres de la mañana y al otro día trabajaba a las nueve, y también tenía clases. Sabía que así no podía seguir: era invasivo, sacrificado y generaba problemas.

Después de un año y medio, renuncié al trabajo porque, además, quería irme de viaje y conocer las chocolaterías de las que había escuchado en el curso. Y me mudé para la casa de mis abuelos que eran arquitectos. La casa tiene un estudio abajo que ya no se usaba y pensé que era el lugar ideal para producir mis chocolates. No tenía una relación muy estrecha con mi abuela, pero me sobrepuse, compré masitas y la visité con el objetivo de pedirle el garage. Ella me dijo que usara todo el espacio que necesitaba, no solo el garage.

¿En el estudio de tu abuela nació el laboratorio de Oh! Chocolaterie?
Mudé la producción de chocolates, fui despejando el estudio y armé una cocina. Fue en setiembre de 2012. De a poco acomodé el espacio; mi abuela me decía que dejara todo como estaba, que no abandonara los estudios, pero también me incitaba a que volviera al otro día. El verano siguiente, con el dinero que había ahorrado, me fui de viaje a Alemania, Suiza y Francia para conocer chocolaterías y chocolateros.

París y la confirmación de los próximos pasos.  “Mi camino era el del chocolate a partir del grano del cacao: buscar la esencia misma”

¿Cómo fue la experiencia de conocer chocolaterías europeas?
¡En algunos lugares me quería quedar todo el día! Tenía un cuaderno en el que escribía notas, apuntes, palabras sueltas. El viaje fue una confirmación de lo que quería hacer. Mi producto, que no llegaba al nivel de las mejores chocolaterías, era aceptable; mi intuición estaba en foco y el nicho [de mercado] existía para explorarlo.

Además, tuve la oportunidad de conocer a Chloé Doutre-Roussel. Ella es francesa, vivió en México y es la autora del libro Chocolate para conocedores que yo había leído hacía un tiempo. La contacté, me invitó a su casa y charlamos durante horas. Le conté sobre las chocolaterías que había visitado y ella me ayudó a ser más crítica, a aprender de márketing, del chocolate y de la experiencia de degustación. Me ayudó a armar un mapa para ubicarme y decidir por dónde ir. Fue el día antes de volverme y la alegría no me entraba en el cuerpo; esa noche caminé por París con una energía desbordante.

Regresaste a Montevideo con el camino en mente y el laboratorio instalado en la casa de tus abuelos…
Sí. Me volví a Uruguay con la certeza de que mi camino era el del chocolate a partir del grano del cacao: buscar la esencia misma. Al llegar, el librero de Pocitos Libros (donde había encontrado el libro disparador de toda esta historia) me convenció para dar una charla sobre chocolates. Yo no estaba segura, pero él quería que yo contara mi historia y que diera a degustar mis preparaciones.

Así, un poco presionada por Leonardo [librero y dueño de Pocitos Libros], comenzó un ciclo de charlas que fue creciendo y que significó una experiencia muy enriquecedora. Fueron diez charlas y mientras tanto seguía con la producción de Oh! y con la Facultad.

¿Así comenzaste a posicionar la marca de un modo diferente?
Sí, con vínculos a la Literatura y [con el propósito de] potenciar la sorpresa y la creación, fundamentalmente. También [he procurado] mostrar el verdadero chocolate. En ese momento, en Uruguay habían surgido varias chocolaterías y me di cuenta de que debía especializarme aún más. Todos estábamos trabajando con chocolate belga [Belcolade] así que me decidí por seguir la esencia de Oh!: el chocolate a partir del grano.

Me puse a investigar. En Uruguay no entraban granos de cacao y no había maquinaria, parecía difícil. Pero conocí a alguien que me ayudó a armar un proyecto de financiación para la ANII [Agencia Nacional de Investigación e Innovación] y trabajamos arduamente con el apoyo de la Universidad Católica. Mientras tanto, continuaba con la Facultad y vendía rifas para hacer el viaje de arquitectura. Seguía con todo, pero sabía que la prioridad era el proyecto. ¡Y la ANII lo aprobó! Aceptaron financiar mi propuesta para comenzar a elaborar chocolate a partir de granos del exterior (porque Uruguay no produce cacao).

El 27 de diciembre de 2014 me avisaron que el proyecto había sido aceptado. Y ahí comenzó el proyecto en sí. Durante la primera parte, hice los trámites de importación de una máquina y del cacao, y en Uruguay compré el horno. Tuve un primer acercamiento con el grano, ¡que nunca había visto!, hice la primera experiencia de tostado y pelado, y me fui de viaje de arquitectura.

Atreverse en Ho Chi Minh. “Soy una chocolatera de Uruguay y estoy haciendo mi propio bean to bar, si me interesa tu cacao, puedo llegar a comprarte”

¿Viviste tu primera experiencia en la elaboración de chocolate a partir del grano y el viaje casi en el mismo momento?
Hice las primeras pruebas antes del viaje, me fui con las muestras y con el objetivo de evacuar dudas (¡tenía muchas!). En especial me preocupaba cómo pelar; lo habíamos hecho a mano y fue odioso. Buscaba máquinas y las que existen ¡pelan mil toneladas por segundo y yo importé 300 kilos! Tenía que buscar otra alternativa, un camino intermedio.

Durante el viaje, en mi día libre semanal, visité chocolaterías. Ya no iba a cualquier lado porque había aprendido, a partir de lo que me enseñó Chloé, a seleccionar. En Japón me enteré de un viaje a una plantación de cacao en Vietnam. Yo también viajaba a Vietnam y las fechas eran las mismas, ¡no podía creer la coincidencia! Insistentemente, mandé muchos mails hasta que logré ir a [la plantación de] Ho Chi Minh. Al llegar, quien coordinaba la actividad, me dijo: “No sé quién te invitó acá, pero esto es un viaje de negocios”. Yo le respondí: “No te preocupes, yo soy una chocolatera de Uruguay y estoy haciendo mi propio bean to bar y, si me interesa tu cacao, puedo llegar a comprarte”. ¡Por suerte tenía las pruebas conmigo!

Era mi oportunidad, no podía perderla. No sé de dónde saqué la fuerza, pero me impuse porque era la primera vez que iba a ver una plantación de cacao. Fue un momento tan cumbre como la conversación con Chloé en París. Si bien la experiencia fue fascinante, me quedé con ganas de conocer más. El viaje era para vender cacao y yo quería conocer la plantación desde otro lugar, desde la esencia. Así que el objetivo, en ese momento, fue volver a una plantación.

Seguiste el viaje con tus pruebas y la experiencia de haber estado en una plantación de cacao ¿y, mientras tanto, quién se hacía cargo de Oh!?
Seguí viajando, con mis pruebas en el bolsillo y esa experiencia, además de haber conocido otros productores a los que consulté mis dudas sobre la elaboración del bean to bar. Durante esos cuatro meses, Oh! continuó abierto con mi madre a cargo. El entorno, que durante mucho tiempo se había opuesto a los chocolates, ya tenía otra posición.

De la elaboración, se encargó la chica que trabajaba conmigo y mi madre fue la responsable del área comercial, [pues] ella tiene muchísima experiencia en ese tema. Pero también le tocó, alguna que otra noche, elaborar chocolate cuando había un pedido grande.

Colombia: aprender y enseñar. “Nunca habían comido [su chocolate] (…) y les hice [una barra] con sus granos. Fue un momento intenso”

El viaje de “arquitectura y chocolatería” ya finalizaba…
Sí, al regresar, seguí adelante el proyecto de la ANII que había quedado en suspenso y me fui a una plantación de cacao en Colombia en enero, que baja mucho la producción de aquí. Aprovecho cada enero para formarme justamente por eso.

Estuve un mes viviendo en una plantación. [El viaje a la plantación de Colombia fue] otro gran momento en esta historia. Coseché y planté, en silencio, al lado de los productores, para aprender e incorporar sus conocimientos. Fue en la Región de Santander, cerca de Bucaramanga, un lugar muy afectado por la guerrilla en el que los productores no cuidaban mucho su cacao porque estaba ahí, en el fondo de sus casas. No tenían protocolos de calidad, ni nada similar. Y yo, desde el escaso conocimiento que tenía en ese momento, me sumé a ayudarlos a profesionalizar su producción. Fue una experiencia en la que ganamos todos: yo aprendía y además les pedía qué necesitaba del cacao, cómo producirlo y cosecharlo, cómo conservarlo mientras se espera el envío.

Ellos nunca habían comido chocolate de sus granos de cacao. Tenían una máquina igual a la mía que no habían usado y les hice chocolate con sus granos. Fue también un momento intenso. Ese grano que usamos estaba muy descuidado, el cacao tenía moho y yo sabía que era imposible tapar ese gusto. Ellos me decían que exageraba y en la prueba les mostré que no. A pesar de la cuidadosa selección que hicimos, algún que otro grano con moho se fue y el chocolate quedó horrible, a mi modo de ver. Pero en definitiva, fue lo mejor porque probaron la realidad. Fue un cierre fantástico.

¿De ese viaje pudiste traer cacao?
Me traje cuatro tipos de granos diferentes: de la plantación en la que había estado, dos de plantaciones de ellos en otro lugar y una cuarta de un amigo de los productores. Al llegar a Uruguay hice una muestra de los cuatro cacaos y [los di a probar] en una cata para conocer el nivel de aceptación del chocolate.

Recogí 120 encuestas y los datos fueron muy curiosos: uno fue muy aceptado (cremoso y clásico) y otro muy poco aceptado, justo el de la plantación en la que estuve. Pero igualmente elegí traer ese cacao porque creo en su potencial y porque, en definitiva, no deja de ser chocolate. Es más ácido y astringente, pero es un tipo de chocolate que vale la pena conocer.

En esta segunda importación, que fue la oficial porque la otra era de prueba, traje 300 kilos de granos de cacao. Y todavía tenemos el problema del pelado que no está resuelto del todo.

¿Aún estás bajo el financiamiento de la ANII?
Sí porque se demoró la importación y debimos frenar el proyecto hasta que llegaran los granos. Tuvimos muchos problemas, era mi primera importación y también la de ellos con este producto. Pero logramos traer los granos y producir oficialmente el primer chocolate bean to bar del Uruguay.

El 30 de noviembre de 2016 largamos al mercado las dos primeras barras de chocolate producido aquí con granos de cacao de Colombia. Yo quería lanzarlo sí o sí en 2016, pero el cacao recién llegó en setiembre. De setiembre a noviembre corrimos para llegar a lanzar las barras y lo logramos porque tenía que ser antes de diciembre que es un mes muy loco que tiene otros propósitos comerciales. Y después llegó enero que es muy tranquilo.

Montevideo en el mundo: producción local con materia prima foránea. “Me gustaría presentar mi chocolate en otros países”

Decías que cada enero aprovechas para formarte…
Este último enero lo dejé para replantear y reorganizar Oh! porque tenemos que mudarnos. Aproveché para evaluar el camino realizado, qué hice, qué funcionó y qué no prosperó. Pasaron muchas cosas, son muchos años ya…

Armé planes y definí las inversiones que necesito. Estoy abierta a propuestas y cambios, quizás compartir un lugar de elaboración porque los costos son muy altos. Me gustaría, en 2017, presentar mi chocolate en otros países. El proyecto de la ANII termina ya, pero tengo posibilidades de una nueva financiación y voy a explorarla.

También tengo muchas ganas de volver a la plantación de Colombia para ver cómo está todo. Ambos crecimos, ellos consiguieron una financiación del gobierno y han aprendido mucho. ¡Es que la filosofía bean to bar se basa en el comercio justo que es beneficioso para todas las partes!

Y me gustaría presentarme en alguna feria, pero para eso dependo del financiamiento de la ANII también. Hay muchísimas ferias, las de Europa y la de Japón son una locura. Hay competencias, aunque mi chocolate del grano a la barra debe mejorar para competir.

¿Qué productos conforman la actual carta de Oh! Chocolaterie?
Con el cacao de Colombia solo hacemos tabletas y con el belga bombones y tabletas. Todos los productos que siempre existieron en Oh! siguen elaborándose con el chocolate belga y paralelamente tengo mi chocolate puro 70 % cacao. Son dos barras: “bosque de yariguíes” y “campo hermoso”.

La carta de bombones belgas de Oh! Chocolaterie tiene diez sabores. Y este año habrá una cajita aniversario (cinco años) que incluirá bombones importantes en la historia de Oh! Además, tenemos las barras belgas de las que hay tres sin azúcar.

¿Entre los chocolates belgas que elaboras, cuál es tu favorito?
Entre las tabletas de chocolate belga, la que más me gusta es la que tiene sal marina de José Ignacio [Sal Franca]. Le tengo cariño porque la hago desde que empecé y ha tenido mucha aceptación porque funciona en boca.

Entre los bombones, me gusta el de limón y albahaca. Lo hice para uno de mis cumpleaños, [instancia en la que] aprovecho para hacer cata de chocolate. ¡Por eso todos quieren ir a mis cumpleaños!

¿Se puede vivir de un emprendimiento de chocolates en el Uruguay?
Es difícil, yo todavía vivo en la casa de mis padres para poder reinvertir. Estoy abierta a financiamiento externo, también. Ahora quiero conseguir el segundo financiamiento de la ANII para poder seguir investigando y produciendo con el cacao colombiano, mientras la elaboración con chocolate belga sostiene a Oh!

Para dejarse tentar
Lucía selecciona muy cuidadosamente a los responsables de los puntos de venta que deben alinearse a su filosofía, conocer el producto y valorarlo. Como emprendedora, procura que todo en Oh! descanse en los paradigmas del grano a la barra y del comercio justo. Además, se preocupa por la estética de la marca en general y de los envoltorios y cajas en particular. Los diseños de Oh! son minimalistas, simples y lúdicos para que la experiencia de probar un buen chocolate no se acote solamente al paladar.

Detrás de las tabletas y bombones de Oh! Chocolaterie hay una historia sorprendente de una mujer que, con humildad, narra dudas, miedos, aciertos en el sabroso mundo del chocolate.

Oh! Chocolaterie en Facebook
Oh! Chocolaterie página web
Dagda / Ciudad Vieja
Delishop Uy / Pocitos
Los Horneros / Pocitos
Pecana / Pocitos
Cafetto Prado / El Prado
Almacén Odiseo / Carrasco
Carrasco Beer House / Carrasco
Say Cheese / Carrasco
Macachín / Maldonado
Cura Té Alma / Punta del Este
Una Pausa / Tacurembó

Diseño, arte y artesanía detrás de las letras bonitas de Sofía Donner

Sofía Donner (27) es artista visual. Desde hace un tiempo su trabajo —en Sinergia Cowork y en CreativeMornings/Mvd, fundamentalmente— se ve en las redes sociales. En las formas y figuras que crea hay fuerza y osadía, características que emergen cuando describe su trabajo y que dan cuenta de una persona con gran bullicio interior. Sofía habla con soltura y enfatiza vivencias y proyectos con el tono de su voz, interjecciones y risas, y también con su cuerpo: gesticula, se mueve, se acomoda. Y, en especial, acompaña el relato con sus ojos inquietos que brillan frente a lo que se imagina que puede hacer.

Coordinamos una reunión en Sinergia y, como es anfitriona en esa casa, eligió un lugar cómodo para charlar (el living del primer piso). En un ambiente en el que se respiran ideas creativas —con mesas en plena producción, mucho blanco, bastante verde y notas de color— conversamos, casi sin pausa, sobre sus estudios, su ejercicio laboral y los proyectos.

¿Cuál es tu formación?
Soy licenciada en Diseño Industrial (ORT); esa es mi formación académica. La artística empezó de muy chica: a los nueve años comencé a ir al  Taller para las Artes que dirige Gloria Raquel Sánchez. Fui hasta los 18 años como alumna y después seguí vinculada porque he hecho varias suplencias.

¿Cómo te definirías como artista?
Hago diseño e ilustración. Ahora [me identifico con] el pensamiento visual: expresar ideas a través de dibujos. Es muy espontáneo y lo estoy haciendo en eventos y charlas, por ejemplo. Plasmo en dibujo las ideas fuerza mientras se desarrolla la actividad. Es algo importante para las personas “más visuales” que captan a través de las imágenes. A veces, por problemas técnicos, no es posible hacerlo en grande [para que todos lo vean] y en esos casos lo hago en un tamaño reducido que se viraliza, después, en formato digital.

¿Es una nueva tendencia?
Sí, está sucediendo en varios lugares. Yo lo descubrí en 2013, estuve viajando y conocí a una alemana que vive de eso. Me fasciné, dije que quería hacer lo mismo y uso CreativeMornings como práctica, también practico en mi casa escuchando charlas TEDx y tímidamente estoy comenzando a ofrecerlo.

¿Requiere una técnica especial?
Requiere facilidad para convertir conceptos en formas visuales y dibujar rápidamente, que se entienda el dibujo y también seleccionar las palabras porque es combinación de texto e imagen. La selección de las frases es lo que más me cuesta, lo que practico todavía, [porque me resulta difícil] retener una frase mientras estoy dibujando. Pero se entrena, como todo.

¿Qué formación se necesita?
Creo que no hay formación académica para eso. Yo utilizo todos los recursos que tengo y, como todo en la vida, si hay ganas y te gusta, le metés horas. Necesita cabeza, ganas y muchas horas, ¡muchas horas! A mí lo que más me importa es que la letra sea legible; a veces hago un poco más de arte, si quiero destacar algo (título con volumen, sombra o decoraciones), aunque en realidad son mayúsculas y minúsculas legibles con mi letra. No es una letra diferente, es la mía.

Una letra muy linda…
Porque la practico todo el tiempo. Siempre me gustó escribir a mano, la computadora me da velocidad, pero para bajar ideas necesito el lápiz. Escribo a mano todo el tiempo y si noto que hay una letra que no se entiende y que no me queda bien, la ejercito.

¿Como la practicás?
Con cualquier material; a veces uso renglones, aunque me gusta trabajar libremente. Si quiero incorporar un nuevo tipo de letra a mi memoria muscular, hago el abecedario una y otra vez. Uso mucho la música como forma de práctica, anoto frases de canciones que me gustan.

¿Cómo atrapás lo importante en las instancias de facilitación visual?
Hasta el momento he trabajado en [temáticas] que conozco y también trato de investigar un poco antes. [Así fue] en la Cámara de Diseño en el Mes del Diseño en junio de 2015. Les pregunté si podía conocer a los oradores, ellos tenían prevista una merienda y fui yo también para que mi cabeza [pudiese estar] colocada en ese entorno. Me puse en contexto, pude ver las expresiones faciales de los oradores, conocer las palabras que usan y algo del contenido para imaginarme cómo expresar esas ideas en imágenes. Solo una vez caí como en paracaídas y se notó en el resultado.

Es un ámbito laboral interesante…
Sí claro, aunque nunca voy a hacer una de Física Cuántica porque no conozco los términos. Voy a hacer de temas que entienda o que estén cercanos a mí para que cuando los estudie pueda tener imágenes. En pensamiento visual se habla de diccionario visual, de tener un pensamiento visual sobre [determinado] tema.

¿Te interesa tener otros diccionarios visuales para extender tus servicios?
Por ahora quiero profesionalizarme en lo que más conozco y estudiaré, por supuesto, si algún día veo que hay más oportunidades que me estoy perdiendo por no conocer determinados temas.

El pensamiento visual orientado a la facilitación gráfica para expresar ideas o resumir conceptos es algo innovador en Uruguay. En Sinergia lo he usado en la Incubadora y estuvo buenísimo. Fue solo un período y a mí me sirvió como práctica, tuve feedbacks increíbles. Los “incubados” recibían minutas de los encuentros y también les enviaban mis dibujos y algunos me dijeron que no leían las minutas, solo se guiaban por lo que yo había dibujado.

¿Cuáles son tus referentes en el mundo del diseño y el arte?
Busco referencias, en realidad. En Lettering uso Instagram porque hay mucho material para mirar. Me gusta una chica norteamericana que estuvo en Sinergia, dio un taller e hicimos un pizarrón juntas, fue terrible experiencia. Se llama Lauren Hom y es muy métodica. Sabe lo que funciona y lo aplica, y eso está “de más”, aunque a mí me gusta explorar un poco más y procuro que las letras digan más del concepto.

¿Cómo es eso?
Ella tiene varias familias tipográficas que le salen muy bien, hizo una pieza [en torno al concepto] de jardín con letras muy simples y llevó [la pieza gráfica] al mundo del jardín con flores, pétalos y hojas. Yo intento que la construcción de la letra diga algo más. En un taller de Arduino, en Sinergia, pude hacer algo de eso. Cuando tuve que hacer la comunicación, tomé estaño —que es súper maleable y divertido de jugar—, escribí “Arduino” con [ese material], puse objetos que se iban a usar en el taller y saqué una foto. Más allá de que la letra haya quedado perfecta o no, busqué transmitir algo más que la palabra en sí.

¿Qué materiales utilizás para transmitir esos conceptos visuales que van “más allá de las letras”?
Cada caso es específico, así que los materiales varían desde un pizarrón clásico, lápices, tinta y hasta el uso de condimentos y especias, por ejemplo. Hace un par de días exploré con semillas de achiote. Escribí la palabra “achiote” con las semillas y fue una experiencia específica que me encantó. Le busco la vuelta a cada caso; practico con pizarrones, pero me cuelga usar otros materiales.

¿Cuál es tu ejercicio laboral en la actualidad? ¿De qué vive Sofía Donner?
Tengo un trabajo fijo en Sinergia, soy parte del equipo de Comunicación. Alimento los contenidos del sitio de Sinergia y hago los envíos de newsletter; en ambos casos muchas veces realizo gráficas específicas. Apoyo a los participantes del colectivo de Sinergia con producciones visuales específicas y también hago los pizarrones, que es lo que más me divierte. [Se trata de] comunicar en el espacio distintas cosas. Surgen de la comunidad y deben ser dinámicos para que la gente se encuentre con algo diferente. [El objetivo] es renovar el espacio, [y por eso] dibujo en las paredes de los baños las cosas que se vienen, los talleres y actividades. Le pongo onda para que la gente los mire.

Los pizarrones nos llevan al Lettering y a la caligrafía. ¿Cuáles son las diferencias?
Yo creo que la caligrafía es una forma consciente de escribir y el Lettering se acerca más a la ilustración, tiene letras y expresa conceptos, pero cada letra es dibujada.

¿Y por qué se ha puesto de moda?
Veo una tendencia global a volver a lo hecho a mano y salir de la compu que nos atrapa tanto. [Esta forma nos] permite alejarnos de lo digital y dar valor a que alguien se sentó, le dedicó tiempo, se paró, se trepó a una escalera… Eso está buenísimo.

¿Cómo descubriste el mundo del Lettering?
En internet, vi algo y dije “yo hago esto y no lo sabía”. Empecé a ponerle nombre a una práctica que ya hacía en reuniones familiares o de amigos [porque] siempre tengo una libretita y una lapicera, aunque tenga una cartera mini. Si [en un encuentro] alguien dice una frase que me copa, la escribo tratando de buscarle una ilustración que acompañe.

Y hace poco me acordé de que en quinto año de escuela teníamos unos bancos con tapa que se levantaba y yo escribía “Sofi” de diferentes formas: con volumen, sombra, letras diferentes. Hacía Lettering a los 10 años e iba pegando mi nombre en esa tapa. Si hubiera tenido un smartphone le hubiese sacado una foto porque ahora es solo un recuerdo…

¿Cómo es el estilo Sofía Donner en Lettering?
El estilo Sofía Donner no está definido.

¿Por qué no está definido?
Porque estoy todo el tiempo probando. Por un lado, me gustaría tenerlo para ser reconocida por un sello, pero al mismo tiempo no me gusta un reconocimiento así [porque] me interesa más la exploración. No sé si alguna vez va a existir el estilo Sofía Donner.

¿Para quién o para qué te gustaría trabajar?
Eso es algo en lo que he estado pensando bastante en el último tiempo. Me doy cuenta de que quiero seguir cambiando. No existe el trabajo de mis sueños. Me resultó bastante fuerte darme cuenta de eso porque siempre surgen las preguntas ¿a dónde quiero ir?, ¿qué quiero hacer? Y lo que hago ahora está bien, [en cambio] mañana puede surgir algo totalmente diferente y también estar bien.

¿Se puede vivir de esta mezcla de diseño-artesanía-comunicación-arte?
Creo que sí, aunque requiere mucho trabajo [porque], como todo en la vida, para ser mejor, cobrar bien y que tu trabajo valga, hay que trabajar mucho. Como decía Picasso, “que la inspiración te encuentre trabajando”. [Además] hay que hacer valorar el trabajo. Yo me alejé del cliente que te dice “haceme la primera pieza y después vemos el precio”. Si el cliente no valora lo que hago, no trabajo en [esas circunstancias]. No significa estar súper involucrada, pero sí tiene que haber cosas en común; debe de haber un ida y vuelta significativo, una valorización en común.

¿Cuántos años de experiencia en estas áreas tenés?
En Sinergia trabajo desde hace dos años. Antes trabajé en La Pasionaria, era encargada de la tienda y, como el equipo era chico, hacía mil cosas más. Fue mi primer trabajo y fue terrible experiencia, [aprendí] a solucionar problemas todos los días con inspiración porque el entorno de La Pasionaria es hermoso. Y cuando había que hacer una vidriera era una fiesta.

¿Cuáles son los trabajos que recordás con más cariño?
En 2015 di un taller de maquillaje artístico en Proarte. Me gustó muchísimo. Fue mi primera experiencia [como tal], aunque había hecho suplencias en el Taller para las Artes en el área de plástica.  Como trabajo freelance una buena experiencia ha sido trabajar con Underground Beer Club. El diseño es una disciplina bastardeada por el propio mercado: los clientes y los diseñadores. Este es un mercado chico y muy permeable a esas prácticas. Y trabajar con Mariano [Mazzolla] es genial porque él valora el trabajo y disfruto el vínculo con la empresa por eso.

Ahora, [además] estoy por armar un taller de Lettering que está en proceso de creación. Es algo que me gusta, hay mucha gente que quiere hacerlo y tengo ofrecimientos de varios lugares para darlo, también. Será pronto; estoy pensando hacer una encuesta previa a la inscripción porque hay dos niveles bien diferenciados: están los principiantes que solo saben que les gusta el tema y están los diseñadores que ya tienen la mano entrenada y que necesitan otro nivel. La gente está necesitando salir de la computadora y hacer cosas con las manos, [así que] veo en el Lettering un camino que me parece divertido.