La movida cafetera montevideana se enriquece con novedosas propuestas: bares y barras de café, venta de accesorios y de granos y, entre otros, un festival que se realizará en la primavera de 2018. El café de especialidad gana adeptos y las cafeterías se animan a enriquecer su propuesta cada día un poco más. Los «chicos checos», que abrieron una cafetería en Punta Carretas hace menos de un año, apuestan por los cursos y proponen dos para agosto: Llegá a ser un buen barista y Taller para los amantes del café.
Las dos actividades estarán a cargo de Haroldo Darnauchans, reconocido barista uruguayo, y tendrán lugar en che.co.ffee, en José Ellauri 544 (Montevideo). Llegá a ser un buen barista es un curso intensivo de dos meses, de 32 horas. Con cuatro horas semanales de clase, la propuesta hará énfasis en la práctica que se realizará en la cafetería. «Es un curso muy completo para formar profesionales que puedan trabajar en una cafetería o en un bar», dice Ladislav Jelínek, barista y responsable del local. «Va desde la semilla hasta el latte art, también los métodos y la máquina de espresso», explica el barista formado en Praga, su lugar de nacimiento.
El Taller para los amantes del café ya tuvo una primera edición y, por su éxito, se realiza una vez más. Es un encuentro especialmente pensado para quienes reconocen la trascendencia del café de especialidad, «quienes compran un buen grano y quieren saber todos los detalles para prepararlo en su casa», explica Jelínek. Además de aprender sobre el café, reconocer orígenes e indagar acerca de los diversos métodos de preparación (prensa francesa, filtro, V60, AeroPress), los asistentes podrán probar bocados dulces porque habrá maridaje con las especialidades que prepara Tomás Navrátil, el otro «chico checo», responsable de la cocina del local.
Con estas iniciativas, che.co.ffee ofrece dos instancias de formación en el ámbito del café en un lugar cálido, donde el café se sirve con profesionalidad y respeto, en el que se respira gratitud. El café de los «chicos checos» se forja así un lugar en el escenario montevideano, con un menú de bebidas de calidad, con diversos encuentros culturales y gastronómicos y la elaboración de bocados originales ―recomiendan el trdelník, un dulce checo muy tentador―.
Llegá a ser un buen barista
Curso intensivo con práctica individual a cargo del barista Haroldo Darnauchans (Uruguay), organizador oficial de la Competencia Argentina de Baristas para la WBC World Barista Championship y reconocido asesor de café en Argentina, Uruguay y Chile.
Primer inicio: lunes 13 de agosto, 15 h
Segundo inicio: sábado 1 de setiembre, 10 h
$ 14.000 (la reserva requiere una seña del 10 % / consultar por financiación en cuotas)
Contacto: 2714 5585, 091446437 Ver evento en Facebook
Taller para amantes del café
Un encuentro para sibaritas, para aprender y degustar diversos granos de café y los exclusivos petit fours de los «chicos checos». Un taller con cupos limitados a cargo de Haroldo Darnauchans, barista argentino, fundador de la Asociación Argentina de Cafés Especiales y de la Primera Escuela del Café de Sudamérica.
Fecha: domingo 12 de agosto, 16 h
$ 1.800 (reserva con seña del 50 %)
Contacto: 2714 5585, 091446437 Ver evento en Facebook
Con las temperaturas debajo de los diez grados y el viento ramblero que desmelena palmeras, la sopa gana presencia en los almuerzos y las cenas invernales. Aunque existen apetitosas versiones frías, en la gastronomía uruguaya suelen consumirse entre el otoño y la primavera, con especial énfasis en los meses más fríos.
La sopa es un plato básico que se encuentra en todos los países. Es un «manjar líquido», según el diccionario culinario Larousse Gastronomique, y en sus orígenes era una «rebanada de pan sobre la que se vertía caldo, vino, una salsa o una preparación líquida». Para Harold Mc Gee, referente gastronómico norteamericano y columnista en el New York Times (The Curious Cook), es una clase de de alimento muy versátil, pero difícil de definir. Se preparan con casi cualquier ingrediente, «pueden ser transparentes o turbias, homogéneas o con tropezones, espesas o diluidas, calientes o frías. Mientra sea lo bastante fluida para comerla con cuchara, se la puede llamar sopa», menciona el especialista.
La historia de la sopa coincide con la del fuego y la agricultura, se explica en el libro Sopas y Potajes. Y, por tener escasas referencias, es difícil determinar su origen con exactitud. Se conoce, sin embargo, que la cocción en agua fue una forma práctica de hacer que legumbres, verduras y cereales se tornasen comestibles y más fáciles de digerir. Las sopas están presentes en todas las culturas y las diversas regiones cuentan, entre sus tradiciones gastronómicas, las más diversas variantes según la cosecha agrícola local.
Inagotables combinaciones
Desde hace unos años, con la revalorización de la cocina de hogar, las sopas regresaron a escena, aunque no es la primera vez. La historia de su consumo ha oscilado en más de una ocasión. Durante la Edad Media y el Renacimiento, eran adecuadas para los estamentos más bajos, a excepción de los «caldos de sustancia y sopas más o menos cremosas preparadas a base de leche, almendras, huevos, azúcar, agua de rosas y especias», según se detalla en Sopas y Potajes. Con la codificación de la cocina —siglos XVIII y XIX—, las sopas se ganaron un lugar en los recetarios familiares de la burguesía, pero luego de la Segunda Guerra Mundial volvieron a un segundo plano.
En la actualidad, el regreso de esta preparación se concreta no solamente en el plato. También hay innumerables libros que, en exclusividad, presentan recetas y consejos para una alimento que puede elaborarse con un amplio rango de ingredientes, sazones y guarniciones y que, según la cocción y apariencia, puede ser claro (caldo y consomé) o espeso (crema o sopa puré), según consta en el el prestigioso libro culinario On Cooking.
Además de la amplia y vistosa oferta de recetarios, los restaurantes también han incorporado la sopa en sus cartas. Los cocineros más famosos tienen sus recetas preferidas. El recientemente fallecido Paul Bocuse, creador de la nouvelle cuisine, ofrecía sopa de trufas negras; Massimo Bottura, considerado en la actualidad como el mejor chef del mundo por The World’s 50 Best Restaurants, ha elegido la sopa de pescado y mariscos entre los platos recomendados de Osteria Francescana (Módena, Italia) y Gastón Acurio sirve ocho sopas diferentes en el Madam Tusan de Perú.
Repertorio montevideano
La oferta de sopas en los restaurantes montevideanos también es variada, aunque mayormente predominan las cremas de verduras. Los cocineros uruguayos, atentos a las tendencias gastronómicas internacionales, han agregado un plato que tiene tradición en el país (Hugo Soca incluye la sopa de cebolla en su libro Nuestras recetas de siempre).
Ya no es extraño ver vasijas, cuencos y platos hondos con sustanciosas porciones de «manjar líquido caliente». De muchas verduras, de zapallo, zanahoria o tomate, de leguminosas y con los aportes del queso, croutons, oliva o especias, las sopas han encontrado un lugar en las cartas gastronómicas y expresan química y arte en su elaboración. En un breve e incipiente paseo por el repertorio montevideano, invitamos a reparar en un plato de larga historia y con vigencia.
Natural Food & Market (Ciudad Vieja). En Natural, una de las últimas incorporaciones de comida saludable, preparan sopa casera de diferentes sabores cada día. Las sirven en vasos medianos para retirar de las vitrinas y en bols de cerámica para la asistencia a la mesa. La de arvejas es caserísima, liviana y de marcado sabor. Una propuesta que se instala en el paisaje gastronómico montevideano que no suele incluir sopa de legumbres.
«En Natural, acompañamos las sopas con queso orgánico sbrinz y croutons de masa madre», explica Rosina Petit, licenciada en Nutrición y encargada del local. Estos detalles gastronómicos dan cuenta de un cuidado concepto de alimentación y servicio que se observa en diversos productos del restaurante.
Natural / Bacacay 1339 / Mediodías de lunes a sábado.
Namasté Veggie Restó & Chillout Bar (Punta Carretas). La sopa de calabaza especiada de Namasté es casi un puré. Deliciosa y sin crema ni otros espesantes, es un plato que cautiva al paladar y también a la vista, servido en un encantador cuenco de loza con tapa. La versión del «manjar líquido caliente» de este local vegetariano es contundente, casi de «cuchara parada» y original, a pesar de llevar a la popular calabaza como ingrediente principal, uno de los más elegidos al momento de preparar sopa.
Para Martín Bonavita, gerente de Namasté, «la sopa es lo primero: un superaperitivo que no falla y que, a veces, es tan bueno que queda como principal». Además de la de calabaza con especias —que es vegana—, preparan una de apio que hay que probar porque «habla por sí misma», según Bonativa.
Namasté / Bvar. Artigas 1176 / Mediodías (de lunes a sábados) y noches (de martes a sábados).
Bar Lobo (Punta Carretas). En un tazón blanco y de boca muy ancha, la sopa de verduras de Bar Lobo es una opción sentadora, con cuerpo y equilibrio de sabores. La preparan con diversos vegetales de estación; tiene muy buen color y brillo, es homogénea y con el balance apropiado. No usan espesantes y, muchas veces, cocinan los vegetales con cáscara. Antes de servir —siempre bien caliente—, la cuelan para que tenga tersura. En Bar Lobo la sopa es, además, un aperitivo que ofrecen en un breve shot que invita a más. Es el toque de sabor de la bienvenida, un detalle que expresa la calidez de su cocina.
Lucía Ubiedo, gerenta de Bar Lobo, narra la historia de la sopa en el restaurante. «Nos acompaña desde hace nueve años. Abrimos el 17 de marzo de 2009, veníamos de España y allá, cada mañana, tomábamos gazpacho, una sopa de tomate que tiene varias recetas. Al llegar acá, ya teníamos esa costumbre y ese día decidimos compartirla con los clientes. Me acuerdo de que habíamos traído unos vasos chiquititos de España y comenzamos a convidar con gazpacho. A algunos les llamaba la atención el color, otros no sabían qué era, algunos preguntaban si tenía alcohol o si podían tomarlo los niños. Para nosotros fue genial, todos se animaban a probarlo y nos decían que era muy rico». En la primera carta de Bar Lobo el gazpacho tuvo su lugar; con la llegada del invierno, «la sopa fría ya no era lo más adecuado y comenzamos a dar chupitos de invitación con sopas calientes que también sumamos a la carta», explica Ubiedo.
Bar Lobo / Coronel Mora 495 / Mediodías y noches (martes cerrado).
Benicio Deli & Coffee House (Puerto del Buceo). En Benicio, que se especializa en ensaladas y sándwiches, hay sopa de espinaca, de tomate, de zapallo y de zanahoria al curry. Chicas, medianas y grandes, son platos abundantes con definido sabor natural, de limpia presencia y con buena textura. Los ingredientes principales, siempre frescos, se destacan en relación armónica con los demás y la de zanahorias al curry tiene exquisito sabor y un perfume particular que permite imaginar la India en cada cucharada. La última novedad es la de remolacha, una preparación con un maravilloso color que contrasta con la loza blanca —para subir a Instagram al instante—; es sabrosa, equilibrada y muy suave.
Florencia Marques explica que las sopas son parte de la identidad de Benicio. «Nuestra carta se caracteriza por las sopas ricas y saludables, no usamos espesantes y están hechas con ingredientes naturales, con predominio de las verduras y las especias». La empresaria agrega que en un principio la sopa era una opción netamente femenina, pero que ahora ha ganado al público masculino también. El secreto de las sopas de Benicio es la cocción lenta para que las verduras espesen con su propio jugo. «¡Y amor!», añade Marques.
Café Misterio (Carrasco). La sopa de calabaza con almendras de Café Misterio tiene un secreto que aporta tersura: un toque de manteca. Es irresistible. La de tomate es fragante y con un dejo dulzón. Las sirven calientes —en la medida justa— y espesas, en cuencos negros de cerámica, casi cónicos y con ondulaciones, tan elegantes como la propuesta de Café Misterio.
Fabricio Sergio, jefe de cocina de Café Misterio, hace especial énfasis en la guarnición y agrega que la de zanahoria lleva un mix de semillas tostadas (lino, sésamo negro, sésamo blanco, girasol y chía), aceite de oliva y brotes de rúcula. «La guarnición no siempre va arriba», agrega. «El año pasado hicimos una de pescado y jugábamos con el efecto sorpresa en el fondo del plato. Además, procuramos romper con ciertos estereotipos y salir de la sopa tradicional». La de boniato es un buen ejemplo, una sopa que se visualiza, cada día más, en las cartas gastronómicas montevideanas. «Queda muy buena, se logran sabores dulces, me gusta el boniato zanahoria que combina muy bien con leche de coco, jengibre y jerez», explica el chef.
Café Misterio / Costa Rica esq Rivera / Mediodías (de lunes a viernes) y noches (de lunes a sábados).
Recetarios soperos En La Librería del Mercado (Mercado Ferrando), especializada en gastronomía, hay numerosos libros específicos sobre sopas y también otros clásicos con recetas tradicionales de nuestro país y del mundo. Caldos. Vicki Edgson y Heather Thomas. Blume, 2016 Depura Sopa. Elina Fuhrman. Gaia, 2016 Sopas detox. Nicole Pisani y Kate Adams. Grijalbo, 2016 Sopeando. Alison Velázquez. Gaia, 2016 Super sopas 80 recetas veganas para toda la familia. Ana Benitez. Sirio, 2016 Super Sopas. Marisa Aguirre. Cooked, 2017 Superfood. Judith Morris. Sirio, 2016 Instituto Crandon. Manual de Cocina. Ediciones B, 2018 Hugo Soca. Nuestras recetas de siempre. Aguaclara editorial, 2012
Referencias bibliográficas Harold McGee. La buena cocina. Cómo preparar los mejores platos y recetas. Editorial Debate, 2010. Sarah Labensky y Alan Hause. On Cooking. Prentice Hall, 1994. Sopas y potajes. Cocinar hoy: recetas, secretos y consejos. De Vecchi Ediciones, 2012.
“En los carteles publicitarios no veo productos, veo sponsors”
Museo de Arte Precolombino e Indígena: debates contemporáneos para conocer las culturas americanas
Generar diálogos. El Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI, fundado en 2004) es la oportunidad local para acercarse a las culturas indígenas americanas. El MAPI cuenta actualmente con quince colecciones diferentes. «Tenemos algunas piezas del museo, la menor cantidad, que básicamente han ingresado por donaciones y el resto, la mayor parte, en comodato, préstamo o custodia», explica Facundo de Almeida, el director.
La temática del MAPI «no es el hit de Uruguay, obviamente. Lo tenemos claro. La clave es cómo enfocarla. Si este museo fuera tradicional, con el interés de exhibir piezas antiguas en una vitrina, probablemente el interés del público sería menor y vendría muchísima menos gente. Pero nosotros vamos más allá, la exhibición de piezas en una vitrina está supeditada a una práctica y a un discurso que las excede.
De Almeida profundiza: «Nos importan los objetos, por supuesto que los cuidamos y exhibimos, pero los tenemos en función de “decir algo”. En el MAPI nos interesa conservar los objetos para mostrar las culturas americanas. Tenemos piezas de hace diez mil años y algunas otras con un debate muy interesante —tienen treinta mil años y se discute, a través de ellas, si hay marcas humanas que puedan datar la población de América—. Y tenemos piezas contemporáneas: una vitrina con canastos realizados por una comunidad guaraní que vive en San José».
Charrúa, la propuesta gastronómica de Gonzalo Bava
Hay miles de uruguayos en Nueva York y un buen número en el rubro gastronómico. Gonzalo Bava no es el único, pero tiene algo particular y se distingue, en la espesura de sabores de esa gran ciudad, por su genuina amabilidad y una propuesta culinaria con raíces criollas. Es un uruguayo de puertas abiertas y mesa tendida.
En Manhattan, en el Lower East Side —cerca de Chinatown— el Charrúa Uruguayan Bistro de este amable compatriota mira a la calle, en una zona de mucho tránsito que está, particularmente, de moda entre los foodies. El local es chico, con muchas sillas y algunos detalles uruguayos: el nombre, unas fotos, la bandera y un carta que es muy criolla.
Desde hace tres años, en el restaurante de Bava se sirven chivitos uruguayos y algunos otros platos de nuestra gastronomía en una ciudad en la que se encuentran todos los sabores del mundo. Y ese no es el único gran desafío, también «dar a conocer a Uruguay y su gastronomía», explica el empresario con cierto tono de resignación. Su experiencia gastronómica en los Estados Unidos comenzó en 2002. Trabajó en diversos restaurantes, aunque nunca en la cocina propiamente dicha porque, como explica, es un «cocinero amateur».
Los chivitos del uruguayo
Con el interés de abrir un emprendimiento personal, pensó en una chivitería. Comenzó a buscar lugares en Manhattan, porque ahí reside y conoce el movimiento de la zona. «Necesitaba un local con paso de gente y chiquito para una plancha y la barra, nada más. No encontré y apareció este que es de paso de gente, pero más grande». Entonces abrió Charrúa con un menú en el que los chivitos son los sabores principales.
Desde ese momento, lo visitan compatriotas a quienes Bava identifica ni bien entran al local por el mate, porque hablan en español y porque preguntan «dónde está el uruguayo». Ríe abiertamente mientras giramos la cabeza hacia la puerta por si entra alguno y agrega: «asumen que debe de haber un uruguayo y entran mirando con cara de uruguayo».
El cartel de afuera, con los platos más destacados, también atrae a argentinos y a otros latinoamericanos. «Pero ya no tanto a los mexicanos y menos que menos a los locales que, en su gran mayoría, no saben ni dónde está Uruguay». Charrúa Bistro abre, de lunes a viernes, a las cinco de la tarde para el servicio de la cena y los sábados y domingos también al mediodía. Los clientes, en la semana, comienzan a llegar desde las seis y media de la tarde aproximadamente «porque sale el after office para los de acá, pero los latinos vienen más tarde. Aunque en invierno todo se adelanta porque oscurece más temprano».
La carta del restaurante también tiene empanadas, croquetas, chorizos, morcillas, albóndigas y sopas como aperitivo. Entre los principales, «el chivito canadiense, el que trae todo, el bien uruguayo, es la estrella». Es el que más se vende. Lo buscan los uruguayos y los argentinos, y les gusta a los locales que son amantes de los sándwiches. «Es un poco difícil empujar la venta porque no lo conocen, pero como no es tan raro como una molleja, se animan a probarlo», explica Bava.
Además del chivito, las milanesas «salen sí o sí, especialmente si cae una mesa con argentinos». Los sabores de Charrúa son mayormente criollos, pero la materia prima es local, salvo el vino, la cerveza y el dulce de leche. «No es tan complicado porque aquí hay de todo. La carne, fundamental en esta cocina criolla, es norteamericana y se logra un buen punto», según explica Bava. Aunque aclara que «no tiene muchas carnes porque la cocina es chica». Solo hay tres (una entraña, un ojo de bife y el hanger steak) y no ofrece asado porque aprendió, de la experiencia ganada en un restaurante argentino, que «el norteamericano no come asado de tira, si lo pide se cree que es otra cosa y al llegar a la mesa lo devuelve porque le encuentra mucha grasa y hueso».
Buen servicio, buenas críticas, buenos vínculos
Con buena materia prima, una cocina que sigue las recetas escritas por Bava y con él siempre presente, las buenas críticas gastronómicas no tardaron en llegar. La prestigiosa guía Eater, de VOX Media, ha publicado varias reseñas sobre Charrúa y la última es de mayo de este año. «Es difícil hacer venir a los críticos. Todo es a base de dinero para que las agencias publicitarias especializadas manden a los críticos. Tuvimos buenos reviews, pero no tenemos presupuesto para pagarle a las agencias porque es muy caro». Bava agrega que no es lo único medio, «también están los influencers de Instagram. No les pagás, los invitás a comer, suben la foto y después viene gente con esa imagen buscando el plato. Y eso solo cuesta la comida y también cuenta». Además, están los buenos vínculos con la comunidad de uruguayos que el empresario ha estrechado desde que abrió Charrúa.
La música y el fútbol están siempre presente en esos lazos que Bava mantiene a punto con fuego constante. En Charrúa se ven los partidos de la selección, algunos clásicos y el Mundial, obviamente. También hay lugar para otras celebraciones: la Noche de la Nostalgia y el Día de la Independencia. Para el próximo 25 de agosto, el empresario planifica una chorizada en la calle y una cuerda de tambores. «En New Jersey hay varias comparsas y para este barrio esa movida es toda una novedad». «Tengo excelentes relaciones con el consulado y con los uruguayos que viven aquí y en las comunidades cercanas», agrega. El año pasado estuvo Petru Valensky que estaba de paseo, también Rubén Rada y Jorge Drexler. «Un amigo hizo un libro y lo presentará acá porque esta es su casa. Yo abro las puertas. Que cuenten conmigo».
Charrúa Uruguay Bistro
Dónde 131 Essex Street. New York, NY 100
Qué ―Empanadas, croquetas, albóndigas, chorizos, morcillas, sopas. Una picada bien uruguaya. Dos ensaladas. Calamares a la plancha, fondue de queso, papas fritas. ―Chivitos desde 12 a 14 dólares: el canadiense, el botija (carne, mayonesa, lechuga y tomate), el Gallito Luis (de pollo, obviamente) y el cheto que es el vegetariano. ―Tres pastas. Tres carnes. Milanesas (de pollo y de carne). El pescado del día. ―Los especiales que cambian una vez por semana. ―Dos postres muy uruguayos: salchichón de chocolate y flan con dulce de leche.
Por qué Para reconocer sabores criollos bien lejos del terruño. Porque la mesa está puesta y Bava es un buen anfitrión.
La Greca Café, Tándem, Nómade La Tostaduría y Che.Co.Fee
El panorama cafetero de Montevideo continúa nutriéndose de nuevas propuestas. En el último año, numerosos locales desde la Ciudad Vieja a Carrasco han abierto y ofrecen café en sus múltiples variedades. Más allá de la cercanía geográfica, de un determinado interés o vínculo, ¿cómo elegir y evaluar una cafetería?
Sabor, atmósfera y honestidad
La empresa de alimentos Stockton Graham & Co (EEUU) se especializa en el tostado del café y en la implementación de cafeterías con vasta experiencia y renombre en el área. Según su eslogan, «fusionan el arte y el negocio del café» y para ello han desarrollado diversos programas. En particular, han investigado las claves del éxito y de la lealtad de los clientes y describen algunos parámetros esenciales: sabor, servicio y atmósfera.
El café es el aspecto más importante de cualquier cafetería
Para estos expertos, el café es el aspecto más importante de cualquier cafetería. En Winning Customer Loyalty mencionan que el 45 % de los consumidores de la bebida considera que el sabor es la razón por la que son fieles a un lugar.
En segundo término ubican el servicio pues,«al fin y al cabo, una taza de buen café depende de la habilidad del barista». Por ello, la experiencia y la formación permanente son fundamentales. También consideran la eficacia, la rapidez y la comodidad del lugar.
Por último, pero no menos importante, está la atmósfera que sintetiza y representa los parámetros anteriores. La distribución de las plantas y la decoración impactan en la experiencia del cliente, además de la iluminación, los colores y la música. La atmósfera, según Stockton Graham & Co, debe estar en consonancia con los consumidores y a sus necesidades (mesas para reuniones si el local está ubicado en una zona comercial, áreas para el cuidado de los niños en las cafeterías próximas a tiendas de moda y acceso con mascotas para los cafés de los parques, por ejemplo).
En el ámbito local, Claudio Lombardo —Club de Chefs, Gerente de Márketing en Woow— también considera que una cafetería debe servir buena bebida, tener ambiente y atmósfera. «Lo más obvio, entre lo primero que busco, es el café», explica. «Pero suman mucho el ambiente y la atmósfera. Me gusta que tenga las posibilidad de estar, charlar y trabajar con el espacio adecuado para hacerlo».
En la búsqueda de esos lugares, Lombardo señala, con un dejo de pena, que casi han desaparecido los cafés de barrio, aquellos «atendidos por su dueño con el delantal puesto, el repasador en una mano y la oscilante bandeja (que nunca se caía) en la otra». «Se fueron perdiendo —agrega—, no supimos aprovecharlos ni disfrutarlos. En Buenos Aires o a cualquier lugar de Italia, esos cafés son los mejores. Los modernos, más cool están muy bien, pero para mí el café típico es inigualable. Estar parado en la barra y tomar un café con los parroquianos sigue siendo un lugar muy disfrutable».
La honestidad es fundamental
Los cafés de barrio tenían personalidad, eran auténticos y tenían «honestidad en la propuesta, algo que es fundamental», comenta Lombardo y que los más nuevos también pueden conseguir. «No se trata de buena vista, decoración o ambientación, sino de tener personalidad. Muchos de los cafés que abren ahora quieren parecerse a otros y al final eso no funciona. La honestidad en lo que ofrecen es fundamental. Ser propios, ser auténticos».
Con los parámetros propuestos por los especialistas, el paladar listo para abundantes cafés y libreta en mano, visitamos cuatro cafeterías montevideanas. Mientras tanto, la lista crece y las oportunidades de un café de verdad se multiplican en la ciudad.
Una casa vieja, reciclada, diversos ambientes, diferentes mesas. Un corredor al aire libre y una pared descascarada para recordar la historia de ese hogar. Sillas de reja de los años 80, otras de bar y gente muy amable (con acento del caribe). En La Greca Café abunda la calidez que brinda la madera, en las mesas, en la mayoría de las sillas y en el servicio. Hay una vitrina con tentaciones para el desayuno y la tarde. Se escucha buena música y hay penetrante olor a café, intenso, inspirador. Así es la atmósfera de La Greca que tiene un logotipo encantador con la esencia del café italiano de hogar: la cafetera Bialetti. Un logo sencillo e icónico con recordación, ¡perfecto!
La carta de La Greca tiene espresso, doppio, lungo, americano, cappuccino, cappu largo, flat white, machiato, latte y latte macchiato con explicaciones para cada bebida. También hay jugos, té frío y refrescos Chi. Para acompañar: galletitas, magdalenas saladas, scones de queso, medialunas porteñas, tortas y budines y coffeecakes («Capas de distintas texturas: húmedas, suaves, crujientes. Son la mejor manera de acompañar un café», según se explica en la carta).
El cappu largo lo sirven en «tazón tipo casa de abuela» que concuerda con el lugar. Es vehemente y perfecto para un buen despertar y ni qué hablar para encarar la tarde, pues tiene la dosis suficiente que brinda la adrenalina de un buen café. Es una bebida contundente, se siente el aroma y tiene un sabor definido.
La Greca Café es un buen lugar para trabajar en solitario o en pequeños grupos. También para un encuentro en pareja, familia o amigos. Es distendido, acogedor y gentil.
Las grandes ciudades del mundo se precian de tener emblemáticos «cafés ciclistas» y Montevideo tiene el suyo desde hace unos meses . La propuesta local tiene el corazón ciclista del Rapha de New York o La Bicicleta Café de Madrid. Se llama Tándem, está en el Soho del Cordón y combina taller de reparación―desde pinchaduras hasta un ajuste general―, venta y alquiler de bicicletas, de ropa y accesorios, y cafetería.
En este bicicafé hay un atractivo despliegue visual de las marcas Linus y Thousand que aportan clase y garbo. Y, entre el brillo y la estética ligera de las bicicletas urbanas y de ruta, una mesa comunal de madera y una barra frente a la ventana invitan a saborear un café de origen en un lugar prolijo y ordenado (¡también la zona de reparación!).
La carta de Tándem ofrece espresso (simple y doble), americano, macchiato, capuccino, latte y mocha. El sabor del café no defrauda, tampoco el servicio y la presentación (arte late en jarritos de cerámica ALFE). Para los que gustan maridar café y leche, hay entera, descremada y vegetal, y bocados dulces y salados para acompañar. Además del rubro café, sirven té y jugos Good Vibes.
En el ambiente del pedal montevideano se elogia la apertura del emprendimiento que incluye alquiler de bicicletas, una estación de autoservicio (con inflador de pie y algunas herramientas) y la recarga de cafeína mientras se coordina o se espera una reparación. También de paso, en bicicleta (con bicicletero afuera y estacionar adentro, según las preferencias del ciclista) o en cualquier otro medio. Además, la bicicafetería comienza a posicionarse como un lugar temático de encuentro y con actividades especiales: la celebración del primer cumpleaños del grupo Café con Ruedas y la realización de un taller de reparación ligera de bicicletas ―planificado, en exclusiva, para mujeres―.
En el último café Nómade de la ciudad, el del Cordón, se respira el aire de las cafeterías de las grandes metrópolis. La propuesta, que alberga la cafetería (Nómade) y la tostaduría de MVD Roasters, es la de una barra de café con un servicio rápido y muy profesional a cargo de baristas especializados.
El local es amplio, despojado, masculino y de estética fabril. Tiene mobiliario de metal negro, estacionamiento interior de bicicletas y un grafiti de marcada rebeldía. Las mesas y las sillas de Nómade La Tostaduría contrastan con un suelo de cemento pulido que favorece la continuidad de la calle al interior de un local en el que abunda la luz natural. El barrio se mete en la cafetería mientras los clientes piden las bebidas en la barra y los baristas despliegan técnica y arte.
La carta de la cafetería está agrupada en bebidas negras, con leche y frías. Entre las primeras hay espresso, long black, americano y los métodos. Con leche —entera o descremada— hay macchiato, flat white,capuccino y latte. Y, entre los fríos, se puede elegir un cold brew, ice latte o espresso.
Todas las bebidas con leche de Nómade La Tostaduría tienen la combinación perfecta y la cremosidad que aportan la máquina y la buena mano del barista. Las sirven en un tazón de cerámica que es el contenedor ideal para bebidas con intensidad y con delicados dibujos del arte late.
Los métodos (V60, Chemex, AeroPress, sifón y prensa francesa) son un capítulo aparte y merecen una visita en especial para ver cómo los preparan y degustar sus cualidades. Si, además, Nómade La Tostaduría justo está en «modo fabril» (tueste, molido, embolse), la experiencia será completa con un aroma insuperable.
Los #chicoschecos tienen un casa bien ambientada, con mesas de madera (lo suficientemente grandes como para trabajar), sillas muy cómodas, algunos enchufes y buena wifi. El encuadre del lugar es original, en especial la escalera pintada de rojo que hace las veces de biblioteca.
En Che.Co.Fee sirven bebidas frías y calientes con granos de especialidad de Nicaragua o Colombia. Entre las propuestas para acompañar, se destacan los dulces checos (dicen que la medovink, una delicia con miel y nueces, es inolvidable). El servicio es atento y esmerado y el cortado es rico, intenso, servido con la espuma suficiente para que se luzca el arte late. Tienen una promoción (tarjeta tipo cuponera) para premiar la fidelidad: cada ocho unidades, una va de regalo.
La «cafetería de los checos», como ya se conoce en el medio, ofrece además un programa cultural original con varios encuentros en torno a la cocina checa, sobre el café y de galletitas, entre otros.
“Me gusta la materialidad y me aproximo a la obra para ver cómo está pintada”. Entrevista a Cristina Bausero, directora del museo Blanes
El Blanes: arte nacional con jardines que hablan diferentes idiomas
Por qué visitar el Museo Blanes. La Arq. Cristina Bausero, directora del Blanes, responde con certeza y elocuencia: «Por la gran colección de Figari, a quien considero un artista de primera. También para ver la obra de Blanes quien da nombre al Museo y por las diferentes exposiciones que dialogan con el mundo más contemporáneo».
El Museo, que antes se llamaba Museo de Bellas Artes, es una casa palladiana ―originalmente una villa rural― que lleva el nombre de Juan Manuel Blanes ya que se inauguró para celebrar el centenario del nacimiento del pintor (en 1930). Cubre arte nacional con importantes cuadros de diversos artistas y de Blanes muestra, entre otras, dos obras significativas: la de Santos y la de los Treinta y Tres.
La familia Rossell y Rius realizó la primera donación —de arte y elementos decorativos— que llegó al Museo. Esa colección se desgranó y una parte importante de las obras pictóricas quedó en Museo y dio origen a su acervo.
En el Blanes también hay una gran colección de obra gráfica sobre papel de distintos autores nacionales y extranjeros. Además, hay creaciones de artistas uruguayos incorporadas a través del Premio Montevideo (organizado por el Departamento de Cultura de la Intendencia de Montevideo, con apoyo del Centro de Exposiciones Subte y del propio Museo) y un gran acervo volumétrico de esculturas originales, maquetaciones y copias.
Escuchar al café y conversar con el cliente: Ignacio Gallo y Café Nómade
CAFÉ NÓMADE LA TOSTADURÍA, una de las últimas incorporaciones al paisaje gastronómico de Montevideo, abrió en el Cordón —en la esquina de Canelones y Requena— a principios de 2018. Ignacio Gallo es el responsable de esta nueva propuesta con café de especialidad, grandes ventanas y espartana ambientación.
Gallo es barista, sabe de café y tiene experiencia en el rubro. Vivió, trabajó y aprendió en el exterior, en los países que lideran la tendencia de consumo de café. En Uruguay, comenzó con La Vespita «que llevaba el café al cliente» y siguió con Nómade Café (en Sinergia World Trade Center y Sinergia Design). Y la última de sus cafeterías, Café Nómade La Tostaduría, se ha transformado en uno de los lugares más renombrados de una movida que marca su impronta en la ciudad.
“Muchas casas, muchas cosas”. Con Andrés Azpiroz, director del Museo Histórico Nacional
Un museo atípico. El Museo Histórico Nacional —MHN, creado en 1838— tiene ocho casas, algo atípico, «un invento del Prof. Pivel Devoto. Es el único con estas características y la sede principal es la Casa de Rivera», explica Andrés Azpiroz, su director.
Una de las preocupaciones académicas del Prof. Juan Pivel Devoto (1910-1977, historiador) fue el estudio de los partidos políticos del Uruguay. «La coparticipación y la tradición de los partidos hace a nuestra nación. Y el esquema de estos museos es el de los partidos: la Casa de Rivera, la Casa de Lavalleja, la Quinta de Batlle y la Quinta de Herrera», expresa el director. El bipartidismo, la realidad de aquel momento, se puede abordar en el esquema del MHN con casas y salas que se se pueden recorrer «como si se leyera un texto escrito por Pivel Devoto».
El objetivo del MHN es acercar la historia del Uruguay y lo hace a través de diversas locaciones. Son ocho, aunque no todas están abiertas al público. La colección del museo es muy vasta, tanto que «complejiza su misión, en la conservación y en la muestra», expresa Azpiroz.
“El arte es una gran patria”. Con Enrique Aguerre, director del Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV)
La pinacoteca más importante del país. El Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV), en funcionamiento desde 1911, «es la pinacoteca más importante del Uruguay. En artes visuales, el Museo tiene el mayor acervo de artistas como Rafael Barradas, Petrona Viera, Carlos Federico Sáez, Torres García y sus discípulos», explica Enrique Aguerre, director desde 2010. La cobertura del MNAV abarca desde fines el siglo XIX hasta la actualidad porque el Museo, además, aloja los premios nacionales. Para Aguerre, en las colecciones del MNAV «hay una instantánea única y fantástica de 140 años de arte nacional».
El acervo del MNAV se construyó, originalmente, de forma aluvional y, según el director, «todavía hay que hacer muchas compras para poder narrar los distintos períodos del arte nacional, que es muy rico. En Uruguay, hay muchos artistas. Hay una vida cultural riquísima».
El MNAV —que depende de la Dirección Nacional de Cultura, del Ministerio de Educación y Cultura— adquiere obras a través de la Comisión de Patrimonio. Lo hace por compra directa en remates, galerías y ferias. También acepta donaciones y legados. Cuando se realizan compras, el arte nacional es la prioridad con obras de autores uruguayos o que vivieron en el país. Por su parte, los premios nacionales «son una manera de engrosar el patrimonio uruguayo en artes plásticas y visuales, ha sido así desde su creación en 1937, desde la organización de aquellos primeros salones», explica Aguerre.
En la Librería del Mercado (Mercado Ferrando) hay «provocaciones» culinarias en formato papel. Son tres mil libros en 15 metros cuadrados. Casi una obra de arquitectura y diseño —un perfecto ensamble— para tentar con libros de cocina y vinos. También hay ficción para niños y para adultos, pero «esta es una librería de nicho» en la que se ofrecen obras de cocineros uruguayos, del Mercosur y del mundo, explica Laura Martínez, responsable del local.
En la mesa de la entrada, una «rotonda» con diseño minimalista, se exhiben Los frutos nativos de Laura Rosano, Nuestras recetas de siempre de Hugo Soca, ROU de Marcela Baruch y Pía Supervielle, Las cuatro estaciones de Juliana López May, Cocina fresca y ligera de Donna Hay.
A la derecha, en una estantería desde el piso al techo, están los libros de gastronomía y afines. Recorrer los títulos es un viaje por los sabores de América, del Mediterráneo, de Medio Oriente y de Tailandia, muy de moda en este momento. Hay libros para el gran público y específicos para los interesados en la temática culinaria. A la izquierda, en otra estantería tan grande como la anterior, hay ficción para niños y adultos. En el mostrador, se exhiben postales del país y Uruguay Highlights, el último libro de Aguaclara.
La Librería es la materialización del sueño y del trabajo de Laura Martínez (44), licenciada en comunicación. Laura es argentina ―«¡cordobesa!», corrige inmediatamente. Una cordobesa casi sin acento, pero casi… porque en algunos momentos, cuando la conversación se aligera, su voz recrea el canto de las sierras argentinas. «Ya digo setiembre sin p», bromea. «Pero digo zapatillas, no puedo con championes».
Hace un año y ocho meses se vino a Montevideo. «Tuve un paso por barrica porteña… 15 años en Buenos Aires y de Buenos Aires a Montevideo es como volver a Córdoba, es cierto, pero es un regreso con mar…». Laura suspira y dice que no piensa regresar a Córdoba porque quería vivir en otro país y Uruguay fue la oportunidad. «No la dejé pasar porque me gustó siempre, la idiosincracia es similar, aunque no somos iguales, somos parecidos. Hay un idilio, una visión romántica del Uruguay, un país que no está tan contaminado de los vicios de Argentina, en especial de los vicios porteños. Por supuesto que también tiene lo suyo, pero en otra escala. Es cansador vivir en una sociedad totalmente dividida en dos bandos y acá eso no pasa tanto. Argentina es Boca-River todo el tiempo, blanco o negro, unitarios-federales».
De la comunicación al mercado editorial
Hace 18 años que Laura trabaja en el mundo de los libros. Se recibió de licenciada en comunicación, estaba dando clases y con su primer sueldo fue a una librería en Córdoba a comprar un libro de Galeano. Estaban tomando gente y dejó sus datos. A la semana estaba trabajando en esa librería. «Ahí arranqué. De vendedora seguí como encargada de local y a los dos años me fui a Buenos Aires». Después trabajó en una editorial, estuvo dos años en Planeta y luego en V&R que era una editorial chiquita en aquel momento. «A una de las dueñas de V&R, a Trini Vergara, le gusta la cocina y creó una línea editorial dedicada a la gastronomía. A mí me encanta cocinar y tomar ricos vinos, me interesa el tema y tenía que vender los libros, así que fui involucrándome cada día más».
Después de la experiencia editorial en V&R, volvió a trabajar en una librería ya con la decisión de mudarse a Uruguay. Empezó a buscar trabajo aquí, en el mundo de los libros y explica que Cristina Mosca le «abrió la puerta del libro en Uruguay». Estuvo más de un año en Bookshop ―muy contenta y a gusto, agrega― pero siempre en la búsqueda de algo más y con el sueño de la librería propia. Un día vio un aviso en las redes sociales en el que anunciaba la apertura de un mercado gastronómico. Entró a la web y envió un mensaje preguntando si habían pensado en una librería culinaria. «Me respondieron inmediatamente, nos juntamos y aquí estoy. Es tan simple como eso», dice con elocuencia.
Pero no es tan simple y Laura lo sabe. Está dispuesta a contarlo, no tiene recelos ni vueltas, se muestra honesta y abierta. «Hay un paso importante porque emprender implica dar un paso importante. Lo primero es animarse y creo que eso es una diferencia entre uruguayos y argentinos. Los argentinos nos tiramos a la pileta y los uruguayos son más temerosos y buscan lo seguro. Yo creo que está bueno salir de la zona de confort. Pero no es fácil ni seguro. Pasé de un buen sueldo de lunes a viernes con algunos sábados y ahora le pongo alma y cuerpo de lunes a lunes a algo que es mío».
Laura explica que no necesitó una gran inversión porque «el mercado del libro tiene la particularidad de que se puede consignar. Armó un proyecto sólido de una librería gastronómica y habló con los principales proveedores de plaza para convencerlos y buscar su apoyo. «Ellos ya me conocían ―señala― y les ofrecí mis veinte años de experiencia, conocer del rubro, muchas ganas y la intuición de que el Mercado Ferrando funcionaría».
En quince metros cuadrados, Laura tiene tres mil unidades, «todo lo que hay en plaza en relación con el rubro gastronómico y los vinos. Poca inversión en mobiliario y la consideración del alquiler del local y de los gastos comunes que no son baratos». Su desafío es llevar adelante una librería autosustentable, «algo que vengo logrando», agrega.
Ser prolijo, estar atento, virar si es necesario
La licenciada, especialista en el mercado editorial gastronómico, explica que en el rubro la clave es ser prolijo con las consignaciones. «Si no cumplo, pierdo la confianza que es mi crédito porque yo tengo una cuenta corriente en stock de mercadería. Si tuviera que comprar todo lo que tengo en la librería, no podría hacerlo porque no tengo ese dinero». Y detalla, sin miedo y con solvencia: «Para que rinda, una librería debe rotar el stock en seis meses. Esta todavía no tiene seis meses de vida pero tiene, hasta el momento, una venta del 17 % del stock. Es un gran desafío que requiere mucho trabajo, tengo que estar atenta a los catálogos, a lo que recibo, a lo que repongo, a las demandas de los clientes. Estoy siempre en contacto con los proveedores, me informan, voy y elijo. Estoy suscripta a todos los newsletters gastronómicos que hay. Además, sigo páginas de gastronomía y vinos. Y escucho mucho a los clientes. Mucho».
Laura explica que hay «librerías fast food donde vas, elegís y te vas y hay otras en las que hay un diálogo con el cliente que hace a la riqueza del catálogo». Explica que los clientes sugieren productos o títulos que enriquecen la librería porque « saben más que yo. Estuve un mes seleccionando los libros, pero no puedo saber todo».
Si bien la suya es una librería especializada en gastronomía y vinos, Laura ofrece otros temas con cierta relación. «Narrativa de ficción vinculada a la gastronomía, ensayos, diccionarios y libros de textos para estudiantes de cocina. Alimentación en general, para veganos y vegetarianos y libros de ficción para adultos y niños porque acompañan y complementan. La librería tiene que ser rentable. Hay meses en los que la ecuación es 70/30 gastronomía/ficción y hay meses en los que ha sido al revés».
Para llegar a ese estado, confiesa que ha realizado ajustes. En algún momento, probó con temáticas que no le funcionaron, cine y música, por ejemplo. Y dejó de incluirlas en su catálogo porque «no es mi métier y no me interesa competir en esas áreas».
Además, Laura realiza un trabajo personalizado, de boutique. Toma nota de sugerencias, hace seguimiento a los pedidos y otros detalles: «Le vendí el libro de Hugo Soca a una muchacha de Paysandú y le pedí a Hugo que se lo dedicara. Son pequeños gestos diferenciales que puedo aportar». Y establece alianzas con sus vecinos del Mercado, con Samud (la boutique de especias), Lutini que es la despensa gourmet y Maridán, los especialistas en vinos. «Hemos hecho acciones en conjunto. Nuestro ciclo es diferente a los locales que venden comida. Si no nos juntamos, como dice el Martín Fierro, nos van a comer los de afuera».
Tener un proyecto desde el minuto cero
Tiene dieciocho de oficio, pero «mucho por aprender», aclara una y otra vez. La Librería del Mercado es su sueño materializado en quince metros cuadrados. Sintetiza el desafío de emprender, «el dejar de ser empleado para ser emprendedor, tener un proyecto desde el minuto cero».
Tiene el orgullo de ser la responsable de la primera librería gastronómica del Río de la Plata, no solo de Montevideo. También la primera en un mercado gastronómico porque Buenos Aires todavía no lo tiene. Y el negocio funciona porque, además de la presencia de los turistas, asevera que en «Uruguay se venden libros porque se lee. Por mi formación, miro librerías y qué lee la gente y lo veo en el ómnibus. En 2000, yo trabaja en Yennie, en Buenos Aires. El Loco Abreu jugaba en San Lorenzo, pasó por la librería y le vendí una pila de libros, de actualidad política y de otros temas. El Loco me dijo que le gusta leer y esas cosas marcan la diferencia y generan lectores. Las ediciones de la Banda Oriental, a un precio accesible, son otro fenómeno a destacar. Eso es un valor cultural de Uruguay».
En estos meses, Laura aprendió que emprender cuesta, pero dice que el Estado uruguayo ofrece diversas oportunidades para aprovechar. «No hay que rendirse al primer “no” de una oficina pública. Hay que animarse. Ser un poquito kamikaze, pero no delirar. Dejar el cuerpo, estar atento, hacer giros de timón. Probar, retroceder uno para avanzar más, quizás perder un poco de margen para ganar promoción. No tener miedo a equivocarse y reencauzar. No perder de vista que el backup de emprender es la fuerza de trabajo».
Uruguay le abrió las puertas y Laura asegura que pretende devolver al país esa oportunidad. «Aquí logré algo que no sé si en la Argentina hubiese sido posible. Ahora vivo acá y grito los goles de la Celeste. Para este Mundial tengo dos equipos, uno para disfrutar y otro para sufrir». Ríe con elocuencia. Y compara, en un ejercicio didáctico: «Para que a la selección de Argentina le vaya bien, tiene que haber constancia y un proyecto, lo mismo que en un emprendimiento».
El fútbol, otra de sus pasiones, introduce a «las figuritas selladas» y Laura bromea que en la Librería del Mercado están «¡todas las del mundo editorial gastronómico!». «Tengo todos los libros de cocina de autores uruguayos y los que más se venden son los de Hugo Soca y los de Sequeira, el de especias y el de hongos. Funcionó bien el libro de TV Ciudad [¿Qué hay de comer?]. Estoy esperando la reedición del Manual de Cocina que se agotó, porque el libro de Crandon está fuera de registro, arriba del resto. Es el regalo de casamiento, el que te regala tu abuela, el que compra tu madre, y si alguien no sabe cocinar, obvio que se lleva el Manual de Crandon. De afuera, tengo a Juliana López May, que la aman, y a Jamie Oliver».
Sentadas frente a la librería, en una de las grandes mesas del Mercado Ferrando, charlamos un buen rato. La entrevista se desarrolló en segmentos, llegó un cliente primero, luego un proveedor. Un par de chicas buscaban algo para regalar y luego se acercó una de las clientas habituales. Laura los atendió con tiempo y dedicación y volvió a la charla dispuesta a retomar las preguntas. Siempre fue expresiva y sorprendentemente abierta para compartir la dinámica del rubro, sus conocimientos y sensaciones. Tanto como para confesar, con convicción pero con humildad: «A veces miro la librería y sonrío. Me hace muy feliz. Hay momentos en los que no me doy cuenta de lo que he logrado y otros en los que paro y me pellizco».